Prefacio

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Stephen Strange, Peter Quill y Steve Rogers han sido amigos desde que se conocieron en la escuela primaria, los tres son polos completamente opuestos a tal grado que nadie jamás ha entendido como lograron amistarse. Todos habrían esperado que al terminar sus estudios sus vidas se separarían para siempre pero ellos encontraron la manera de seguir en constante contacto a pesar de sus caminos tan distintos. Y aquí se encuentran, a sus treinta años en un club tan exclusivo, disfrutando de ronda tras ronda de tragos entre anécdotas y risas.

-¿Quién diría que el santo Capitán Rogers tiene tanta resistencia?- gritó Peter entre risas, el alcohol comenzaba a marearle pero el militar seguía fresco y sobrio

-Sabes perfectamente que soporta más- contestó Stephen con una sonrisa torcida

-¡Cállense los dos!- dijo el rubio sonrojado, obviamente sabiendo que se referían a sus borracheras de preparatoria

-Eso debiste decirle a Sharon y James...- rio Quill al recordar el espectáculo auditivo de su noche de graduación

-¡Peter!- gritó Steve escandalizado, aquella vez había sido la única en que se había atrevido a hacer algo así y hasta la fecha su generación seguía recordándole sólo por eso

-Tranquilos- intervino Strange- no vinimos a torturar a Steve con sus proezas sexuales

-¡Stephen!- gritó el ojiazul de nueva cuenta causando una enorme carcajada a sus amigos

Las risas se extinguieron poco a poco y los amigos abrazaron al ofuscado militar, pero antes de que pudieran decir algo más, Peter quedó embobado mientras miraba la pista de baile

-Miren- susurró el apodado "Starlord" señalando al frente

Sus amigos siguieron la dirección de su dedo y de inmediato quedaron tan deslumbrados como él. En el centro de la pista un hombre de entre 25 y 30 años, cabellos castaños, barba bien cuidada y perfilada, además de una increíblemente hermosa piel acanelada contoneaba las caderas al ritmo de una sensual melodía latina

Hola mi amor, vengo acompañado (DY)
Nicky, Nicky, Nicky Jam
lemme holla at you for a second

Uno de nosotros es de barrio fino, un tipo muy real (The big boss)
Nos jugó una apuesta, que ni te miremos que te va a robar (Tamo' ready)
El otro es medio loco, con veinte tatuajes y ese swing de calle (Dímelo papi)
Y en su Lamborghini con labia salvaje, quiere impresionarte
El tercero es un poeta, trae serenatas, brilla como el sol (Sólo escucha)
El chico de las poesías, atentamente, tu servidor

El castaño baila con maestría, la tercia de amigos estaban prendados por el vaivén de sus caderas y sus ojos recorrían la perlada piel a la par de las gotas de sudor que resbalaban haciendo que la camisa negra se ciñera aún más al marcado torso.

-Carajo, miren esa delicia- susurró Peter sin despegar la vista

-Tiene un cuerpo de pecado- coincidió el neurocirujano dando un largo sorbo a su bebida

-Es el hombre más hermoso que he visto- murmuró el capitán sintiendo el furiosos calor del sonrojo en su rostro

-Necesito su número- dijo Peter decidido siguiendo al castaño que se perdía entre la multitud

-Ni se te ocurra- le interrumpió el pelinegro- si alguien va a gozar de ese lindo trasero seré yo

-¿Disculpa?- siseó el rubio molesto- Tú tienes a Christine, además fui yo quien lo vio primero...

-Y es evidente que si tuviera que elegir entre nosotros, yo ganaría...

-Tú, maldito engreído...

-¿No me crees? ¿Quieres apostar?- murmuró Stephen con una sonrisa engreída y confiada

-Tu amadísimo Grigio Lynx y mi Shelby '67... quien lo conquiste primero gana- declaró Peter extendiendo la mano

-¿Están locos?- inquirió Steve mirándolos horrorizado

-Es una sana competencia entre amigos...

-Es una falta de respeto a ese hombre- le interrumpió- no pueden apostar de esa manera con la vida y sentimientos de alguien...

-Supongo que seremos sólo nosotros- dijo Peter sin inmutarse por aquellas palabras

-¿Saben qué? Yo me largo, he tolerado muchas cosas de ustedes en pos de esta amistad pero han pasado el límite, me dan asco- siseó el militar poniéndose de pie, lanzó algunos billetes a la mesa y tomó su chaqueta para salir del lugar.

El par restante se tomó las palmas para sellar aquella apuesta, en cuanto se soltaron se separaron para recorrer el club mientras buscaban al sensual moreno que sería su premio.

La ApuestaWhere stories live. Discover now