Después del desayuno, me dirigí a mi cuarto. No me encontré a nadie en el camino de vuelta; fue bastante difícil encontrar mi habitación de nuevo. Por suerte, había dejado la puerta encajada.
Cuando entré, pude ver al fin cómo era mi cuarto realmente.
Era espacioso, con las paredes altas rojo granate; la cama, situada en la esquina derecha, estaba recién hecha. No recuerdo haberla hecho yo antes de salir. También había un gran armario de madera en la esquina opuesta a la cama. Y un gran escritorio entre ambas cosas. Un lámpara iluminaba todo con una luz blanca intensa.
Decidí salir a investigar, pero antes busqué algo para ponerme en los pies puesto que iba descalzo.
Abrí el armario esperando que no hubiese nada, pero me sorprendí al ver que estaba repleto de ropa, zapatos, ropa interior y demás.
En cierta forma, me sentí incómodo. ¿Esa ropa es mía? Cogí los primeros pares de calcetines y de zapatos que vi. Unos calcetines grises y una deportivas negras.
Extrañamente, son cómodas y de mi talla. Como si fueran realmente mías.
Ahora, me dispongo a salir.
Abro la puerta y me topo de frente con el chico pálido de pelo negro y maleducado.
Él me mira con odio y la boca torcida. Yo me retiro un poco hacia atrás e intento mirarle fijamente, cosa que no puedo y acabo retirando los ojos.
Intento ponerme en la posición más cómoda y natural, y le pregunto:
-¿Qué... qué pasa?
-Me ha mandado Blue, para ver si alguien se ha molestado en decirte algo -me responde fríamente mirando alrededor de mi cuarto.
-¿Algo sobre qué?
Empiezo a ponerme nervioso otra vez.
El chico bufa sonoramente y me mira.
-Esta tarde -empieza arrastrando las palabras-, hay una reunión en la sala III, a las cuatro; y tiene que estar todo el mundo presente. ¿Te enteras? Así que -me señala con el dedo-, espero que no te vayas a investigar tú sólo.
-¿Por qué? -me defendí.
-Porque si te pierdes, sería una molestia tener que ir a buscar al chico nuevo, y retrasar toda la reunión.
Me siento ofendido y decido permanecer en silencio, pero en el fondo sé que tiene razón.
Me cruzo de brazos y camino de la forma más natural que puedo hacia la cama. Me siento, miro al chico de la puerta.
-¿Y que quieres que haga? -pregunto mientras me aliso el pelo
Intento parecer natural y relajado, pero este chico consigue ponerme nervioso. Y creo que se ha dado cuenta.
-¿Yo? -insinúa-, por mí preferiría que te perdieses -le miro interrogante y confuso. No entiendo sus palabras-, que te perdieses para siempre -añade con una sonrisa odiosa.
Abro la boca para rebatirle pero la cierro casi inmediatamente. He comprendido que hay gente que realmente no quiere que esté aquí.
El chico chasquea la lengua molesto.
-Asegúrate de estar en la reunión para esa hora, ¿de acuerdo?
De repente me acuerdo.