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Luego de empujar el auto, entre los cuatro, unas cuadras más, por fin llegamos al apartamento. Mientras Tad les mostraba a las chicas el lugar, fui corriendo a mini mercado más cercano y compré una caja de huevos, me sentía mal por mentirle a Lu, pero eso había hecho que se quedara esta noche y no podía estar más feliz por eso. El olor a huevo me estaba matando, pero aún así logré llegar a casa sin vomitar, cuando crucé la puerta me encontré a una Lu de brazos cruzados y ceño fruncido.
—Creí que habías dicho que tenías huevos.
—Los tenía en la tienda.—dije sonriendo.—sólo los tuve que ir a buscar.
Ella esbozó una sonrisa y puedo jurar que rodó los ojos, a pesar que no lo veía a través de esos lentes oscuros. Odiaba esos lentes. Me privaban de la dicha de observar sus preciosos ojos azules, pero tapaban mi preocupación por sus moretones. Pasamos el resto de la noche viendo un reality de cocina con Tad, resulta que a Jane también le gustan ese tipo de programas, no porque le gustara cocinar, sino porque su hermano la hacía verlos con él.
—Bueeeeno...—dijo Jane bostezando.— ¿Y dónde vamos a dormir?.
Mierda. No había pensado en eso. El apartamento solo tenía dos habitaciones, y solo teníamos un sofá, aunque yo podía dormir en el sofá, y Lu y Jane dormirían en mi habitación, o podría dormir con Tad, una vez compartimos cama en un campamento, bueno compartimos tienda, pero es casi lo mismo.
—Tomemos cada uno una chica y la llevamos al cuarto.—sugirió Tad burlonamente. Le di un golpe en el hombro antes de Lu le diera un puñetazo. Él hizo un gesto de dolor sobándose la parte del brazo donde le había pegado.
—Jane y yo podemos dormir en el sofá.—sugirió Lu.
— De ninguna manera.—le dije.—yo dormiré en el sofá, ustedes dos van a dormir en mi habitación.
—No te molestes.—refutó un poco apenada.—ya hicieron mucho por nosotras... podem...
— Insisto.—le corté.—además, ¿Cómo van a dormir en el sofá? Ustedes son dos, yo soy solo uno. Yo dormiré ahí.
—Gracias.—murmuró Luana, sonrojándose. Hermosa, simplemente hermosa.
—Te traeré una almohada y una manta.—dijo Tad dirigiéndose al cuarto.
Llevé a las chicas a mi cuarto y me felicité a mí mismo por tenerlo ordenado. Mi cuarto no era la gran cosa, tenía un escritorio con mi computador y una silla, en la misma pared habían unas estanterías con libros, tenía una cama doble, un armario para la ropa y un cuarto de baño que le había ganado a Tad con piedra, papel o tijera cuando alquilamos el apartamento, gracias a ello era más pequeño que el cuarto de Tad, pero a él no parecía molestarle porque necesitaba mas espacio que yo, además, el otro baño quedaba al lado de su habitación así que parecía estar bien con ello. Les di un par de suéteres para que se cambiaran la ropa y durmieran un poco más cómodas. La idea de Lu con mi ropa y durmiendo en mi cama me ponía bastante, pero era un pensamiento que no me podía permitir porque no era yo el que iba a dormir con ella, sino su amiga...¡Su amiga que le gustaban las chichas! ¿Y si a Lu también le gustaban las chicas? No me había planteado esa posibilidad, no había nada que me lo confirmara pero tampoco nada que lo refutara.
—¿Esperas que nos cambiemos enfrente tuyo?.—la voz de Lu y la risa burlona de Jane me sacaron de mis pensamientos.
—Eh... no, claro que no. Buenas noches.—les dije y salí del cuarto.
Me dirigí al sofá, rogando que fuera cómodo. Nunca había dormido aquí, ni tampoco teníamos a nadie que se quedara a dormir para que me confirmara si era cómodo o no. No nos gustaban las visitas, y cuando nos tirábamos a chicas siempre lo hacíamos en sus casas, nunca las traíamos, nuestro apartamento era como un templo que necesitaba respeto, pero no teníamos problema en irrespetar el templo de otro mientras nos lo permitieran. Era la primera vez que alguien se quedaba a dormir en casa y me sorprendió mucho que fuera Taddeus el que diera la idea ya que la regla de no visitas a dormir era de él. Había puesto esa regla porque no quería que su familia lo visitara, Tad se llevaba bien con ellos pero no le gustaba que lo presionaran todo el tiempo y menos quería sentir esa presión en su lugar seguro, yo estuve bien con su regla, porque la verdad mi familia no tenía mucho tiempo para venir a visitarme, además yo iba cada tanto entonces no había necesidad que vinieran. Tad salió de su habitación y se dejó caer junto a mí.
—Te doy la oportunidad de que pase algo entre esa chica y tú esta noche y la desaprovechas completamente.
—Pasará algo cuando ella quiera que pase algo.—le dije tranquilamente.—además, me da miedo que me dé un puñetazo si intento algo que no quiera hacer.
— ¿Pega muy fuerte, eh?
— Tú lo has dicho: "nudillos de acero".—dije esbozando una sonrisa. Tad elevó la comisura izquierda de su boca y negó con la cabeza.
— ¿Esto no es algo de una noche, cierto?
— No lo sé, no he pensado en ella como en algo de una noche.
— ¿No has pensado en esas piernas de esa manera?.—Preguntó sorprendido. Le di un puñetazo en el brazo y se rió.
— ¡Claro que sí! Me refiero a que... No sé... No es algo que quiero que pase una noche y ya. Quiero que pase varias noches, y que también pasemos tiempo juntos charlando y haciendo otras cosas.
— ¿Cómo una relación?
— ¡No!, o sea, nos acabamos de conocer. Tampoco pienso en ella de esa manera.
Tad se quedó en silencio unos minutos pensando, finalmente se levantó y dijo:
—Estás jodido.
— ¿Por qué?
—Porque si no pensaras en ella de esa manera y fuera otra chica... No estarías durmiendo en el sofá, sino con ella.
Y se fue. Mierda. Tenía razón, si fuera otra chica ya hubiese intentado algo, o le hubiese dicho que no iba a dejarla dormir en el sofá, que durmiera conmigo. Pero con Luana, no sé, quería llevar las cosas con calma. Quería llegar a conocerla, a saber el porqué de sus moretones, saber qué le gustaba comer o cual era la urgencia de comer huevo, saber cómo le gustaba el sexo, qué lugares le gustaría conocer, si le gustaba viajar, su color preferido, su comida favorita, qué la hacía reír, qué la hacía llorar, dónde había aprendido a golpear así, quiénes eran sus padres, de dónde venía, si tiene hermanos, si se llevaría bien con mis padres... son el tipo de cosas que te preocupan cuando estás en una relación, pero yo no podía pensar en ella de esa manera, apenas nos estábamos conociendo. Ni siquiera tenía su número de teléfono, aunque quizás ya podría pedírselo, es decir, estaba durmiendo en mi casa, ¿por qué no?. Tal vez podría agregarla a Facebook o seguirla en Instagram. Sí, eso haré, pero cuando se vaya por la mañana, no quiero que piense que estoy pensando en ella en estos momentos, en cómo se vería con mi suéter puesto y unas simples bragas... No, basta. No puedo pensar en eso sin querer ir a la habitación y averiguarlo, probablemente me gane un puñetazo. Me di cuenta de que las cosas que sabía de Lu eran muy pocas. Sabía que música le gustaba y qué tipo de películas veía, claramente le gustaba el huevo, sabía que no almorzaba en su casa pero no estaba seguro si en la de Jane, sabía que seguía una dieta estricta, sabía que le gustaba dar puñetazos cuando la sacaban de quicio, sabía que le dijeran cosas lindas la ruborizaba. Pero no sabía más nada, y tengo tantas ganas de averiguar todo lo que pasa por su cabeza. No dejaba de dar vueltas en el sofá, sí que era incómodo, estaba tratando de conciliar el sueño pero o era la incomodidad del sofá o la imagen de Lu solo con mi suéter encima, ninguna de las dos me iban a dejar dormir. Un ruido en la cocina me sacó de mis pensamientos. Levanté la cabeza y vi unas largas piernas con un suéter que me pertenece buscando entre los cajones. No pude evitarlo y me levanté, crucé la sala y llegué a la cocina.
—¿No puedes dormir?.—le pregunté a Lu. Ella se sobresaltó y dio la vuelta. Estaba tan sexy como la imaginaba, el suéter no le llegaba ni a la mitad del muslo debido a que ella es bastante alta y tiene unas piernas muy, pero muy, generosas, aunque estas tenían un par de moretones. Se me puso durísima, espero y no se notara. Al percatarme de los moretones de las piernas, levanté la mirada y vi que ya no estaba usando los lentes y bajo su ojo derecho se asomaba un moretón bastante negro y preocupante. Parece ser que se dio cuenta que la que estaba observando demasiado porque empezó a bajarse el suéter lo más que pudo y volteó la mirada.
—Estaba buscando un vaso con agua.—dijo dándose la vuelta.—No quería levantarte. Lo siento.
—No me levantaste, no podía dormir.
— ¿Por qué?
— El sofá es bastante incómodo.- dije encogiéndome de hombros. Al ver que se ruborizaba me apresuré a añadir.—Pero debe ser porque nunca nadie ha dormido en él.
— ¿Todas tus visitas se quedan en tu cuarto?.
— Nunca tenemos visitas.
— ¿Y las chicas?
— Nunca traemos chicas a esta casa.—le dije acercándome un poco más a ella.
— ¿Ah, no?
—No.—le contesté en un susurro cerca de su boca. Me estaba arriesgando a un buen puñetazo.
—¿Do... Dónde están los vasos?. —me acerqué un poco más, de manera que su cara casi queda clavada en mi cuello y podía sentir su respiración, extendí el brazo, abrí el gabinete que tenía detrás y saqué un vaso, sin alejarme demasiado se lo extendí.
—Pudiste haberme señalado.
—Eso no hubiese sido divertido.—Estaba esperando un puñetazo pero este nunca llegó, al contrario pude notar un ligero calor en sus mejillas, a pesar de la oscuridad, podía sentirlo.  
Se separó de mí y se sirvió el vaso con agua, me dio las gracias y se estaba dando la vuelta al dormitorio, cuando sin pensarlo la agarré de la muñeca, ella se tensó pero se dio la vuelta.
—¿Por qué no te quedas a charlar? Mientras concilias el sueño.—le sugerí.
Ella asintió con la cabeza y la llevé al sofá, se sentó al lado mío con las piernas cruzadas y yo me senté de lado para poder verla de frente.
— ¿Qué te pasó en el ojo?.—le pregunté con suavidad.
—Realmente no quiero hablar de eso.
—Está bien.—decidí no presionarla.—¿De qué quieres hablar?.
—No sé.—dijo encogiéndose de hombros.—fuiste tú el que me invitó a charlar.
—Cierto.—dije soltando una pequeña risa.—¿Qué te parece si nos hacemos preguntas y el otro las responde con sinceridad?. Cada uno responde la pregunta que le hace al otro.
—Si me vas a preguntar sobre mis moretones, paso.—dijo cruzándose de brazos.
—Te prometo que no.—dije levantando mi mano derecha en señal de juramento.
—Está bien. Empieza.
—¿Cuándo es tu cumpleaños?
—El cuatro de noviembre. ¿Y el tuyo?
— El veintiuno de abril. Te toca.
—¿Cuál es tu comida favorita?
—Pasta de boloñesa. ¿La tuya?
— La hamburguesa.
—¿Cuál es tu color preferido?.
— El verde, ¿El tuyo?
— El azul de tus ojos.—le dije mirándola fijamente a los ojos. Ella me dio un ligero puño y soltó una tierna risa nerviosa.
Seguimos preguntándonos un montón de banalidades como quién era su cantante favorito, si hacia deporte constantemente, cual era la parte de su carrera que más le gustara, etc. Hasta que ella empezó con preguntas un poco más profundas.
—¿Tuviste una buena infancia?.—la pregunta me tomó por sorpresa, nunca me había detenido a pensar si mi infancia fue buena o mala, pero en general fue bastante buena, tanto en Italia como cuando me mudé aquí fui feliz.
—Sí, tanto en Italia como aquí, la pasé bastante bien. ¿Tú?—ella se limitó a encogerse de hombros, y nuevamente no quise presionarla, aunque me moría por saber qué había pasado en su infancia para no considerarla buena. Decidí cambiar el tema.— ¿Qué quieres hacer cuando termines la facultad?.
—No lo sé, la verdad, hay varias cosas que me gustarían hacer pero no sé cómo llegar a ellas. ¿Tú?.
— Mi padre tiene una constructora Italiana que abrirá cede en la ciudad. Me encargaré de las finanzas y los registros contables de ella.
— ¿Qué es lo que más extrañarías si lo perdieras?
Otra pregunta que me tomó por sorpresa. ¿Qué es lo que más extrañaría si lo perdiera? No sé, probablemente a mi familia y a Tad, aunque sé que en algún momento me separaría de ellos por algún motivo pero siempre sabré que están ahí para mí, aunque imaginarlos muertos me rompe el corazón. Estoy tan acostumbrado a Tad que no me imaginaría mi vida sin él, pero cuando él haga su vida y yo haga la mía, tomaremos caminos separados, pero no dejaría de hablar con él, ni dejaría de ser mi amigo.
—A Taddeus, o a alguno de mi familia.- dije al fin.—¿Tú?
—No tengo nada que perder.—respondió encogiéndose de hombros
— ¿Y Jane? ¿Graham?
— Que Jane deje de preocuparse por mí es lo mejor que le puede pasar.—dijo esbozando una triste sonrisa.— ¿Y cómo conoces a Graham?
— Compartimos clase una vez.—dije encogiéndome de hombros.—Supe que era amigo tuyo cuando lo vi con Jane el día en el que me diste el puñetazo.—Era cierto, pero no era así como lo había conocido, pero no creía que a Jane le gustara que Lu se enterara que se habían disculpado conmigo por ella. Como si pudiera leer mis pensamientos puso una mano en mi pierna y me miró a los ojos.
— Nunca me disculpé por eso. De verdad lo siento.
—Ya te había dicho que te perdonaba.
—Y yo te había dicho que no te estaba pidiendo perdón.
—Bueno, ahora lo estás haciendo, ¿No?.—ella esbozó una sonrisa y retiró su mano de mi pierna, enseguida mi piel se enfrió, quería que me tocara otra vez. Era una noche bastante calurosa, yo solo tenía puesto unos pantalones deportivos cortos, y no llevaba suéter puesto, pero apenas retiró su mano sentí que la noche estaba helada. La ronda de preguntas profundas terminó con su disculpa y seguimos hablando de cualquier cosa que se nos viniera a la mente, charlar con ella era tan fácil que no era un problema verla a los ojos e ignorar el gran moretón que le cubría gran parte de su ojo derecho, aunque si te detenías a mirar bien podías notar que tenía pomada aplicada, así que no tenia de que preocuparme mientras su pomada hiciera su magia, además ella no quería hablar de eso. No estaba consiente de que horas eran cuando sentí que su cabeza empezaba a caer perezosamente, pensé en llevarla en brazos a su habitación, pero no quería despertar a su amiga, así que me limité a acomodarla delante mí, hasta que ambos caímos en un sueño profundo en el que ella estaba en mis brazos y yo en el lugar más feliz en el que podía estar.

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