Mañanas de pescador

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Viale della libertá número 113, Messina, Italia.

Es la una de la madrugada. El viento brama y las gotas de agua golpean la ventana con fuerza. El cristal no cesa su tambaleo y eso al Pescador le inquieta. Ya lleva unas cuantas semanas sin dormir, no sabe ni el motivo ni cuanto durará pero, por el momento, parece que su cuerpo ha adoptado al insomnio como compañero de noche.

Las luces del reloj forman el número tres. El Pescador se embrolla entre las sábanas. Gira a la izquierda, gira a la derecha, y después a la izquierda de nuevo. Sin darse cuenta ha ido tirando del embozo hasta el punto que ha dejado a la vista la espalda de su mujer. Él mira sus curvas, cuenta sus lunares y recorre su espina dorsal por encima, pero el sueño no quiere tomarle en sus brazos. Cuatro, cinco, seis...

Siete de la mañana. Cansado de dar vueltas, cierra los ojos y se concentra en lo que más le relaja, el sonido del mar. Visualiza en su mente las olas perfectas. El agua, de color turquesa semitransparente, se arrastra lentamente hacia atrás. Comienza el movimiento circular, la ola se eleva, y finalmente, impacta con el resto de la superficie, fusionando cada gota de agua, perdiéndose en el mar. Sonríe, puede sentir el olor del salitre y el frescor desde la cama.

Ocho de la mañana. Suena el despertador y rápidamente alarga su brazo para apretar el botón de apagar. Su mujer aún no se ha despertado. Con cuidado, se destapa, mete sus pies en las zapatillas y baja a la cocina para preparar un café y ponerse dos rebanadas en el tostador. Espera sentado dos minutos, que se le hacen eternos, hasta que el desayuno está listo. Una vez ha desayunado, vuelve a la habitación, se pone una camiseta y el wader1. Antes de salir de la habitación, besa a su mujer en la frente.

Son ya las ocho y media, El Pescador mira por la ventana; está chispeando y el cielo está oscuro. Decide que hoy no irá a pescar. Aun así, coge su gorro de lluvia, un chubasquero y sale a la calle. Las botas chapotean bajo sus pies y el chubasquero se empieza a pegar a sus brazos. El puerto está cerca, tan solo ha de caminar cinco minutos. Cuando llega, ve a varios compañeros conversando.

- ¡Buongiorno, chavales! - les grita desde lo lejos a la vez que sacude su mano.

- ¡Buenas! - le responden a coro los otros pescadores.

- Hoy no hace un buen día para salir al mar - comenta el más corpulento de ellos.

- La verdad es que no, esta semana al parecer no podremos salir a pescar - añade el más anciano.

- Una pena - finaliza otro de ellos.


Wader1: Prenda impermeable para las piernas y el cuerpo, utilizada especialmente por los pescadores cuando se pesca.

Escila y CarbdisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora