26. Separados

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Jimin lloraba, no había parado de hacerlo desde que el coche arrancó. Su madre había dicho que Jungkook quería que se marcharan, que estaban en peligro. Jimin le preguntó que si él estaría a salvo y su madre no pudo responder. Desde entonces, las lágrimas se habían hecho dueñas absolutas de su rostro. Se sentía dolido, roto y terriblemente culpable. Su abdomen volvía a ser presa de los intensos pinchazos, unidos a la sensación de su interior desgarrándose a cada metro que se alejaban más de donde se encontraba Jungkook. Aunque, el dolor físico era lo de menos. Quería sollozar como un niño pequeño, con la cabeza apoyada en el cristal de la ventanilla y abrazando sus piernas sobre el asiento. Su madre le susurraba palabras de aliento y le acariciaba cariñosamente la cabeza de vez en cuando, pero él le apartaba la cara. Sabía que no estaba siendo justo, ella no tenía la culpa, pero no eran las manos de su madre las que necesitaba que le acariciaran. Lo que más le dolía, era saber que, por su culpa, Jungkook estaba teniendo problemas. Si nunca le hubiera conocido, ahora no le estarían haciendo a saber qué cosas mientras él tenía que huir de su lado como un cobarde. Aunque, imaginarse una realidad en la que Jungkook no fuera el centro de su vida, era imposible.

Su pecho dolía tanto que ni las lágrimas le aliviaban. Había comenzado a hipar descontroladamente.

—Jimin, cariño, tienes que calmarte. Él estará bien.

—¿¡Cómo lo sabes!?

Aquel desconsolado grito le partió el corazón a la mujer. Ella había pasado por lo mismo, aunque, la parte loba de Jimin hacía que todo fuera mucho más intenso. Lo suyo era una conexión real. Su hijo lloraba descontroladamente, mientras se abrazaba a sí mismo, intentando hacerse pequeño en el asiento delantero de su viejo Ford Fiesta. Pasaron unos minutos en silencio, mientras el llanto de Jimin se volvía silencioso.

—Mamá... —El sollozo lastimero llamó la atención de Yerin. —Háblame de papá.

Jimin dejó de llorar por un momento.

La mujer suspiró, no estaba segura de que aquel fuera el mejor momento para hacerlo, pero sabía que, tarde o temprano, tendría que contarle a Jimin la verdad.

—Conocí a tu padre en el hospital en el que trabajaba antes de mudarnos, tenía veintidós años recién cumplidos y era mi primera vez como enfermera. Tu padre llegó al hospital inconsciente, con una gran brecha en la cabeza. Llevaron su camilla a la sala de reconocimiento, yo debía encargarme de él hasta que llegara el médico. Cuando estaba limpiando la herida y sus ojos se abrieron de repente, casi me da un infarto. En serio, me caí para atrás de la impresión. —Sonrió, recordando el momento. —Él parecía confundido y algo asustado pero, cuando me acerqué para intentar tranquilizarle, contuvo el aliento, como si acabara de ver una aparición celestial. Nunca me sentí más adorada. Él me cortejó durante meses. Yo ya estaba perdidamente enamorada de él cuando me habló de los hombres lobo y las parejas predestinadas. Éramos compañeros.

Jimin contuvo una exclamación de sorpresa.

—¿Pa-papá era un hombre lobo?

Yerin asintió.

—Y yo era humana, por eso, a su manada no le hizo gracia que él me marcara.

Inconscientemente, llevó una mano a la casi desvanecida marca que adornaba su cuello.

—¿Qué pasó?

—Yo estaba embarazada de ti cuando los suyos descubrieron lo nuestro, él se encargó de ponernos a salvo antes de que lo atraparan.

Las manos de Jimin temblaban incontrolablemente mientras sus ojos volvían a inundarse en lágrimas.

—¿Ellos lo...

No podía acabar la frase.

—Lo mataron.

Las lágrimas rodaron otra vez libremente por las mejillas de Jimin.

—¿Por qué no me lo contaste? — Preguntó en un triste susurro.

—Porque tenía la esperanza de que fueras totalmente humano. Quería mantenerte lo más alejado posible de los licántropos y sus crueles leyes. No sé qué habría hecho la manada de tu padre si hubieran descubierto que estaba embarazada de un híbrido. Tonta de mí, no tuve en cuenta la manada que vivía a pocos kilómetros de casa. Aunque, ¿qué probabilidades habían de que mi hijo medio humano medio licántropo encontrara allí a su compañero de vida? Pocas, seguro.

Yerin sonrió débilemente.

Jimin no se atrevía a formular la pregunta que rondaba por su cabeza como una molesta mosca de pesar.

—¿Tú crees...? —Tomó una profunda respiración. —¿Tú crees que ellos le harán lo mismo a Jungkook?

Su madre le iró de reojo por un instante.

—Él estará bien, es un chico fuerte, y te quiere mucho. Además, es el alfa de la manada, tiene mucho poder sobre el resto de lobos.

Jimin no volvió a abrir la boca en todo el viaje, no sabía porqué, pero algo en el tono de voz de su madre le indicaba que solo le estaba diciendo lo que quería oír.

Para cuando llegaron al primer motel de carretera, habían conducido cuatrocientos kilómetros y se había hecho de noche.

Su madre fue a pedir una habitación doble mientras él echaba un vistazo a la recepción. Era un lugar bastante triste. La decoración brillaba por su ausencia, y un feo tono de verde oscuro parecía estar presente en cada rincón del viejo lugar. Jimin pensó que aquel sitio era tan deprimente como su estado de ánimo.

Su madre fue la primera en caer dormida, aunque era normal después de cuatro horas y medias de conducir sin descanso. Jimin no sabía qué le molestaba más, si la áspera colcha de un horrible motivo floral, o los ronquidos de su madre. Suspiró y salió de aquella cama hecha con papel de lija. No iba a poder dormir por mucho que lo intentara. Caminó descalzo sobre la moqueta, intentando no hacer ruido, y salió al balcón. El frío aire nocturno le golpeó, haciéndole abrazarse a sí mismo para intentar mantener el calor. Contempló el cielo nocturno, era de un negro casi tan profundo como la penetrante mirada de Jungkook. Las ganas de llorar parecían renuentes a marcharse, aunque parecía imposible que fuera capaz de derramar más lágrimas. Jimin tenía miedo, y no por sí mismo y la probabilidad de una manada de lobos buscándole, si no por Jungkook. Realmente pensaba que, si algo le pasaba a su compañero, no merecería la pena vivir. Sabía que estaba vivo, algo en su interior se lo decía. El lazo que se formó el momento en el que Jungkook hundió los dientes en su piel parecía intacto, y eso era buena señal. Aunque estaba tan tenso que Jimin sentía la necesidad de deshacer toda la distancia recorrida para llegar de nuevo junto a Jungkook, como una goma elástica estirada al máximo que vuelve automáticamente a su posición inicial.

Pequeño...

Jimin contuvo la respiración y se giró en todas las direcciones, buscando al dueño de aquella voz. Le había llamado, era la inconfundible voz de su alfa llamándole, susurrándole su nombre al viento. Había sonado en lo más profundo de su ser, resonando en su cabeza.

Jungkook.

Intentó llamarlo de vuelta, pero no obtuvo respuesta. El silencio le heló la sangre.

No podía seguir así, no podía huir más, no podía esperar de brazos cruzados mientras Jungkook se enfrentaba a su destino, no mientras hubiera algo que pudiera hacer.

Llamaría a Hoseok.

ᴀʟᴘʜᴀ's ᴏᴡɴᴇʀ  ᴋᴏᴏᴋᴍɪɴ •ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏɴ•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora