- ¿Quién era? -Me pregunta el pequeño Piero que corre arrastrando su peluche, un cocodrilo verde y blanco todo mojado y desgastado, al cual le mordisquea la pata delantera sin cesar.
- Tu hermano -le respondo
Corrección: el imbécil de tu hermano. El insoportable de tu hermano que se cree el rey del mundo y el más apuesto de toda la cuidad, al cual admiras solo porque tienes 3 años y quisieras parecerte a él cuando seas grande aunque esto sea lo peor que te pueda pasar en la vida.
- Lului! -grita el pequeño abriendo como platos sus ojos marrones y poniéndose a correr con los brazos abiertos como alas de un avión.
Se supone que debería estar cuidándolo, pero Piero lleva diez minutos sin dejar de hacer el avión, haciendo volar a Alfred el cocodrilo por los aires. Al primer ruido que venga de afuera, llega a pegar su frente contra la ventana de la sala para esperar a su hermano mayor.
- ¡Mamá, Lului está aquí! -se pone a gritar finalmente retomando su vuelo.
Me sobresalto de nuevo. Se escuchan unos «toc toc» contra la puerta de entrada. Todavía no llega pero ya está causando molestias: típico de Louis Partridge.
Muero de calor con estos pantalones de jeans que me puse en lugar de shorts, para no darle oportunidad de mirar mis piernas con su actitud mitad divertida mitad indiferente. Y mientras tanto, pasé a menos diez en la escala de «no tengo ganas de ver su arrogante y blanca sonrisa que a todo el mundo le parece seductora y su cabello rebelde que cae con perfección sobre su mirada oscura y tampoco tengo ganas de escuchar su voz más grave que la de todos los chicos de su edad, o de leer en su mirada que adora provocarme sólo por el placer de verme nerviosa, sabe muy bien que siempre lo logra»
!Nada pero nada de ganas!
Solo tengo ganas de hacer un berrinche echándome al piso como lo hace Piero cada que no obtiene lo que quiere.
Sólo que yo agregaría un par de groserías.
¡Maldición, maldición, maldición!- ¡Estoy ocupada, querido! -responde la madre del pequeño mil horas más tarde, desde su oficina bien cerrada -¡Y no grites así, necesito concentrarme! ¡E intenta pronunciar Louis correctamente, Piero; tu logopeda te lo ha repetido mil veces. ¡Quítate ese peluche sucio de la boca! Y pídele a T/N_ que abra la puerta, ya te dije que no abras si no sabes quién es.
¡Pero si acaba de ver a su hermano por la ventana!
Creo que Lauren Partrigde es la persona más estúpida que conozco (sólo después de su hijo mayor) Lo bueno es que decidió quedarse con el apellido de su primer matrimonio en vez de tomar el de mi padre, al menos así no lleva el mismo apellido que yo.
¡Por favor, Dios mío, dame paciencia!
Bueno, en realidad no debe ser tan estúpida ya que administra el hotel más lujoso de California y este jamás está vacío. Pero en todo caso, es la mujer más egoísta del mundo. Se la pasa todo el tiempo en su hotel, dónde le puede gritar a sus empleados para desahogarse y en su oficina en la casa, dónde exige un silencio total, gritando para que la dejemos tranquila. Y no sólo no se ocupa de ninguno de sus dos hijos -mandó a uno a un internado y al otro lo deja con decenas de niñeras, entre las cuales estoy yo -sino que además, las raras veces que está aquí ni siquiera hace como si escuchara lo que dicen. O como si le diera gusto recibirlos cuando regresan a la casa después de dos años en el internado.
¿Es humanamente posible tener tan poco corazón?
-¡Albarn, se que estás allí; ábreme! -grita Louis empaciente detrás de la puerta.
Mierda.
Su voz, sigue teniendo el mismo efecto en mi desde que lo conocí. La voz del chico que parece un poco más grande. La voz del chico seguro de si mismo, que no tiene miedo a nada, que da órdenes sin pensar un segundo que alguien pueda desobedecerlo. La voz del chico que te susurraría las palabras más crueles en tus sueños más ardientes, ésos que nunca tienes, ni siquiera te duermes pensando mucho en ello.
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JUEGOS PROHIBIDOS - Louis Partridge
Teen FictionA los 15 años conocí a mi peor enemigo. Solo que Louis era el hijo de la nueva esposa de mi padre y eso nos obligaba a vivir en la misma familia, aunque no tuviésemos ningún vínculo de sangre. Entre nosotros la guerra estaba declarada y no aguantarí...