III.

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Tengo que vivir con Louis Partridge desde hace dos años, cuando mi padre y su madre tuvieron la genial idea de salir, de vivir juntos y después casarse, siempre he logrado evitar su presencia al máximo ya sea que él se quedara en el internado, hasta los fines de semanas (sin duda para evitar a su madre a la que detesta casi tanto como yo) o que yo huyera de la casa para quedarme con mi abuela, durante las vacaciones; cuando él no tenía más opción que quedarse allí. Pero esta vez, ambos nos habíamos graduado. No tengo idea de lo que piensa hacer el año siguiente y yo tampoco estoy tan segura de mi propio futuro. Con un poco de suerte, iré a la universidad (si me aceptan en alguna de las que apliqué, a pesar de mi historial académico tan soso) y jamás volveré a ver su cara de ángel diabólico. Si no, ya encontraré otra solución. Mientras tanto, nos queda todo un verano soportándonos.

Vuelvo a pensar en mi emoción, hace seis años; cuando mi padre me propuso dejar Londres para mudarnos a California, Los Angeles; su ciudad natal. Pensaba en encontrar ahí un paraíso terrenal y así poder escapar de mi existencia banal.

Mis padres se divorciaron cuando yo tenía dos años. Mi padre, americano; se había quedado en Londres sólo para no alejarse de mi madre británica con un instinto maternal muy por debajo del nivel del mar. Pero cuando cumplí 12 años, tanto ella como yo dejamos de fingir y mi padre consideró que ya era lo suficientemente grande como para escoger dónde quería vivir. En la nublada y un poco aburrida vida de Londres o en un ambiente muy cool cerca de Hollywood. Tomar esa decisión me tomó menos de un segundo.

Pero ese paraíso de celebridades solo duró tres años, aunque conocí a mi abuela materna, me hice de algunos pocos pero muy buenos amigos, descubrí cada rincón de Los Angeles y me enamoré de sus inmensas calles  y playas donde está colmada de artistas, escritores, músicos, etc. Luego mi padre, agente inmobiliario de gran éxito; le vendió una casa de lujo a una tal Lauren Partrigde, madre de un chico de mi edad, que acababa de enviudar y de dar a luz a otro bebé ¡Todo un caso! Cualquier otro hombre habría salido corriendo excepto mi padre, quién tiene una bondad fuera de lo común, una voluntad sin fallas y que no retrocede frente a ningún obstáculo que la vida ponga en su camino.

No sé si el encanto de esta mujer con fuerte personalidad tuvo su efecto o si mi padre sintió el deber de ayudar a esa madre en pleno drama con sólo 35 años, pero todo sucedió muy rápido entre ellos; para mi gran desesperación. Mi padre y yo, que habíamos vivido solos desde siempre tuvimos que dejar nuestro apartamento para instalarnos en una inmensa casa blanca de techo azul con demasiadas habitaciones y baños para nosotros. Y una piscina, inmensa. Pero en lugar de formar una linda familia recompuesta que uno ve en las películas de Netflix, nosotros permanecimos siendo dos clanes viviendo bajo el mismo techo, los Albarn de un lado y los Partridge del otro, aún cuando mi habitación está al lado de la de Louis, jamás hemos compartido nada que no sea una pared

Creo que Lauren es incapaz de vivir sola, sin un hombre en su vida, pero sin llegar a depender de él. Ella y mi padre son más bien independientes y muy trabajadores, lo cual hace que finalmente no se vean muy seguido. En todo caso, ella jamás le ha pedido que juegue a ser el padre de Piero, quién nunca pudo conocer al suyo. Así todo quedó en su lugar: marido y mujer, madrastra e hijastra, padrastro e hijastros.

Toda esta historia casi podría haber resultado bien si Louis y yo no tuviéramos una relación tan complicada desde el día que nos conocimos. Llevamos tres años conviviendo a fuerzas, nuestras escasas pláticas comienzan siempre con una provocación y terminan forzosamente con una pelea. El simple hecho de encontrarnos en el mismo lugar produce chispas. Si Dios quisiera jugar con nosotros, no habría podido crearnos tan diferentes. Él es ruidoso, social, seductor, extrovertido, apuesto, deportivo, creativo, nada lo detiene. En una palabra, insoportable.
Resulta ser que a mi me encanta el silencio, la soledad, la calma y el órden. Ni siquiera me importan las fiestas ni nada que le apasione a otras chicas de mi edad. Y no es que este de mal humor todo el tiempo, al contrario de lo que a él le encanta reprocharme, es sólo que no lo soporto.

Por ejemplo, odio lo que está haciendo ahora: tocar la guitarra en medio de la sala y cantar idioteces para hacer reír a su hermano, quién sólo pide más y aplaude. No, Alfred el cocodrilo no es un buen título para una canción. No, Louis el superhéroe no hace reír a nadie. Y sobre todo no, TN_ no es un buen nombre para un unicornio. Si escucho esa voz ronca y esa actitud arrogante una segundo más, voy a tener una crisis de nervios. Me pongo una playera de algodón y unos biker shorts, meto mis llaves y mi teléfono en mi cartera, me quedo con mis zapatillas en la mano para no hacer ruido en la escalera e intento salir de la casa sin hacerme notar.

Bajando el primer escalón, Louis ya me nota y levanta su mirada hacía mi e interrumpe su canción para cambiar la letra:

- TN_ se decidió, TN_  ya se depiló -sigue cantando con la misma actitud y la misma sonrisa en su voz

- ¡Cállate Partridge! -digo lanzándole por reflejo una de mis zapatillas y bajando las escaleras corriendo

Con un gesto sutil, a la vez preciso e indolente, Louis se lleva la guitarra al rostro para detener el proyectil y Piero no deja de reír.

Lástima, le había atinado..

Al menos la música se detuvo

¡Mierda, ahora solo tengo una zapatilla!

Le lanzo la segunda, por orgullo y voy a refugiarme en la entrada mientras que Lauren grita desde su oficina:

- ¿Pueden dejar de hacer tanto ruido? TN_ espero que por tu bien que Piero no haya roto nada.

Abro la puerta de la casa para huir antes de tener una crisis de nervios, sin pensarlo tomo las Air Force 1 de Louis, que dejó tirados y me los pongo, me doy cuenta que calza 40,5 y yo 38 así que amarro rápidamente las agujetas y retomo mi carrera por la casa para atrevesar el portón. Detrás de mi, escucho la ventada de la sala abrirse y la insoportable voz de Louis gritándome:

- ¡Lindas piernas, Albarn! ¡Te ves mejor sin jeans! ¡Y lindas zapatillas también!

No sé que me enoja más cuando volteo para mirarlo y lanzarle una seña obscena: si en la posición que se encuentra, de brazos cruzados y su guiño insolente o si su sonrisa llena de orgullo que no pude evitar notar.

Camino lo más rápido posible, sin rumbo fijo y le envío un mensaje a mi mejor amiga para citarla donde sea, dónde ella quiera mientras sea de inmediato y en un lugar con poca gente para que nadie pueda mirar mis pies. Tendré que sacrificar mi dignidad.

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⏰ Última actualización: Oct 08, 2020 ⏰

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JUEGOS PROHIBIDOS - Louis PartridgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora