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Era por la mañana y los primeros rayos de sol amenazaban por salir. Pestañeó varias veces intentando acostumbrarse a la luz que entraba por la ventana. La resaca estaba presente. Beber tanto la noche pasada y sin acostumbrar a hacerlo había pasado factura. El rubio se levantó de la cama como pudo y se dirigió al baño para asearse y poder despejarse un poco. Poco tardó en escucharse los diarios toquecitos a la ventana. Horacio había llegado. Se acercó al ventanal y lo abrió vagamente. El de cresta, la cual estaba despeinada extrañamente, entraba con un humor de perros, con grandes pisadas y golpes por los muebles.

-Para que ésta no es tu casa- dijo sin ánimo alguno. El de ojos verdes calló, con su ceño fruncido, se cruzó de brazos esperando a que el mayor cuestionase por su estado-. A ver, ¿qué te pasa?- preguntó indiferente, esperando el discurso que se venía-.

-Bueno, si insistes te cuento. Estoy de los nervios. Es que no doy crédito. Estaba yo tan a gusto en mi habitación y de repente entra mi padre, sin permiso, y me pilla peinándome la cresta y con un top. Ya sabes, una camiseta de estas cortas. Pues viene el tío y se pone en frente mío, con una cara de puto asco. Que asco es el que da él. Y me...- miró hacia abajo intentando aguantar el nudo que sentía en su garganta-. Me ha pegado una hostia que mira- se señaló la cara-, sigo teniendo la mejilla roja. Odio que no me respete tal y como soy. Como si yo hubiese aceptado ser su hijo. Ojalá estar solo. Para tenerlo a él prefiero no tener a nadie. Que me abandonasen como a ti, joder- al escuchar esto, los ojos de Gustabo se abrieron como platos-.

-¿Qué has dicho? ¿Que hubieses preferido que te abandonasen? ¿Estás bien de la cabeza? ¿Te faltan neuronas o qué te pasa, gilipollas? 

-Pues si, para tenerlo a él no quiero a nadie.

-Tú, al menos, tienes a alguien. ¿Recuerdas tu infancia? ¿A ti te han llevado al parque? ¿Has tenido amigos con los que jugabas con la tierra y te manchabas hasta el alma? Reír inocentemente con una simple mosca- el más alto asintió algo cohibido. El ojiazul estaba usando un tono que mostraba bastante ira-. ¡Pues yo no! ¡Yo no! Y jode, ¿sabes? Jode mucho. Tú al menos tienes alguien quién te quiere. Y sé que está mal lo que hace tu padre, es un puto australopiteco pero al menos te quiere y si te esfuerzas puedes llegar a darle a entender que lo que te pasa no es una enfermedad, que es normal y si no lo acepta y tú no quieres estar con él pues ¡te largas! Te largas por tu cuenta. Pero no te abandonan siendo un puto crío que no sabe ¡nada! de la vida y se las tiene que apañar. Que no sabe ni lo que es un parque hasta que cumple los 10 años. Y no lo descubre porque fuese a jugar en él, no, sino porque en el tobogán se podía esconder del director del puto orfanato. Y sé que tú también has tenido problemas, Horacio, pero déjame ser egoísta aunque sea por un momento y no estar siempre pendiente de tus problemas o tus cuestiones existenciales, joder- su cabeza dolía, estaba exhausto y desesperado de siempre lo mismo-.

-Yo... Yo lo-

-No digas que lo sientes, también estoy algo harto de tu victimismo después de explotar. Me gustaría estar solo, por favor. 

El de la cresta asintió y se marchó de allí sin decir una palabra más. En cambio, el rubio se dirigió a su habitación de nuevo y enterró su cabeza en la almohada, pudiendo soltarse y en su intimidad poder llorar, como humano que era.

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El pelinegro estaba sentado en la silla en frente de su escritorio. Se disponía a realizar algunas tareas de presentarse a él mismo y bla bla bla, pues era nuevo en el instituto y aquello era como tradición al inicio de todos los cursos  y nuevas incorporaciones. Pero en ese preciso momento no estaba concentrado que digamos. Estaba garabateando cosas en la libreta mientras pensaba en millones de cosas, más concretamente en el sentido... sentimental.

Capullo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora