II

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Corría, corría y corría.

No había manera de cansarme, estaba demasiado feliz.

Siempre había sido el destacado de educación física, pero hoy estaba siendo aún mejor.

La señorita Ivanov dio un descanso, yo seguía corriendo, dando la vuelta sin parar.

Como siempre, nadie se atrevía a obligarme a detenerme.

-¿Qué comes, chico? -escucho que dice y bajo un poco la velocidad.

-Nada fuera de lo normal -fluidamente respondí.

-En Estados Unidos no era común ver gente que daba más de treinta vueltas a la cancha sin cansarse -se escucha su ligera voz-. Al parecer tenía razón en que los rusos eran un poco intensos.

Para mí era algo totalmente nuevo entablar una conversación, en medio de una clase.

-¿Estadounidense? Según yo eran realmente buenos en resistencia física -reí mientras seguía corriendo.

-Supongo que eso no aplica en mí -su risa se hace presente-. Ven acompáñame.

Paro en seco por lo dicho, lo miré y me estaba esperando.

Me acerqué lentamente, dudando en realidad.

-Sorprendente, no luces ni siquiera cansado -pone su mano en mi hombro. 

Eso logra estremecerme.

Simplemente seguí su paso, hasta las duchas, pocas veces estoy aquí, no es mi lugar favorito, me hace sentirme aún más solo.

Me acerqué a los fregaderos para poder verme en el espejo.

Pálido, ojeras demasiado pronunciadas, ojos verdosos sin nada de especial.

A veces entendía el desprecio de las personas hacia mí.

La imagen de Alec aparece.

Se había desnudado de la parte de arrida.

Me estaba sonriendo, como cada vez que lo miraba, la verdad no entendía, pero me gustaba, es de las pocas personas que me han sonreído en la vida.

Solo mamá, algunas veces Catarina y él.

Mientras le devuelvo la sonrisa, otra persona aparece en el reflejo, un chico al que solo recuerdo el apellido, Nóvikov.

-Alec ¿verdad? -se acerca a él y Alec asiente-. ¿Puedes venir con nosotros? Será solo un memento -apunta hacia atrás de él.

Me dirige su mirada antes de irse con ellos.

Giro por un momento y puedo ver cómo le están hablando mientras me señalan, sé perfectamente lo que pasa.

Le están contando sobre mí.

Doy un gran suspiro, cierro los ojos y cuento hasta diez.

Cuando terminé mi cuenta, abrí el grifo y tiré agua en mi cara.

Salí de las duchas y caminé para ir a buscar mis cosas que se encontraban en las gradas.

La señorita Ivanov deja su botella de agua a un lado y se levanta de la silla en la que estaba sentada.

-Bien, niños, los que quieran jugar fútbol se acercan a la cancha -ella habla fuerte-. Los demás se pueden retirar.

Ignoro lo que dice y me dirijo hacia la salida.

Un escalofrío me invade cuando siento unos dedos en la piel desnuda de mi cuello.

-¿No te gusta el fútbol? -giro un poco el rostro encontrándome con Alec.

-Me gusta, es mi deporte favorito -respondí con mucha sinceridad.

-¿Por qué no juegas?

-Sin embargo, no me gusta jugarlo -levanto mis cejas.

-Interesante.

Cuando miro completamente al camino noté que ya estamos afuera del establecimiento.

-Ya te contaron ¿no? -acelero mi paso, tratando de soltarme de él.

-¿De qué?

Logro quitar su mano sobre mí y camino alejándome de él.

-Sobre mí, mi historia, el niño raro, brujo, diabólico o lo que sea que hayan dicho -no controlo mi propia boca y lo digo fuerte.

-Lo hicieron, sí, pero me importa una mierda, me da totalmente igual lo que piensen los demás -me detengo-. Quiero ser tu amigo.

Lo miro directamente.

-Sonará patético, pero eres la primera persona que quiere ser mi amigo -baje la mirada porque la vergüenza mi invadía.

-Créeme quiero serlo.

-Eso significa que la gente no será muy cercana a ti -alzo mi voz lo lejos que estoy.

-Ellos se lo pierden -da la vuelta y se va.

Con una sonrisa en mi rostro me voy a casa, el camino fue más rápido aún, más alegre, más lindo, algo diferente.

Cuando abrí la puerta el fuerte olor a comido llegó a mis fosas nasales, entré y cerré la puerta.

Cuando fui hacía la cocina me encontré con Catarina y mamá, sentadas comiendo.

Tomé un plato y me serví la comida, me senté en medio de ellas.

-¿Esa sonrisa? -la voz de Catarina se hace presente.

-No lo sé, simplemente estoy feliz -sutilmente respondo mientras llevo la comida a mi boca.

-No puede ser simplemente eso, no eres precisamente alguien... feliz -el sonido del cubierto suena contra la mesa-. Déjame ver...

Siento sus dedos rozar mi brazo.

-¡No me toques! -alejo mi brazo haciéndolo golpear con el plato.

-¡Shh! Sólo déjame -agarra mi brazo y veo como cierra sus ojos.

No es primera vez que intenta adivinar mis pensamientos, según ella tiene algún tipo de poderes telepáticos, pero nunca logra exactamente saber lo que me pasa o lo que siento.

-¿Por qué no aceptas que no tienes ese tipo de poder?

-Lo tengo y lo estoy aprendiendo a controlar, no como tú y el fuego -gruní ante el recuerdo.

La observo y todavía tiene los ojos cerrados.

-Oh, ya veo... ¡un chico! -grita ansiosa-. Interesante... ¿amor? Realmente interesante.

-¿Amor? ¿De qué hablas? -me sorprende mi propio tono de voz.

-Al... Alec ¿no es así? -me mira esperando una respuesta, pero no la complazco-. Chico nuevo, amable contigo, no te ignora como los demás, te esta empezando a gustar y puedo sentir miedo...

-¿Gustar? Lo conozco hace dos días -reí nervioso.

-¿Escuchaste sobre el amor a primera vista? -aprieta mi piel.

-¿Crees en eso? No lo puedo creer, Catarina -respondí evitando el dolor.

Miré a mamá y parecía no interesarle.

-Suena estúpido, pero somos una familia con poderes, cualquier mierda puede ser real.

Ella tiene razón, con nosotros existiendo, cualquier cosa podría ser real.

-Como dije, detecto miedo, demasiado -me encara mirándome directamente a los ojos-. ¿De qué tienes miedo, hermanito?

-¿Miedo? Yo no tengo miedo, las personas me tienen miedo a mí -saqué su mano de encima y empecé a comer, quedándome callado.

Quizás tenía un poco de miedo, un poco demasiado, bastante pensándolo bien. 


Holaaa!

¿Les gusta, qué piensan de Alec, hace bien al acercarse a pesar de lo que dicen todos? 

Brujo | MalecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora