Bonita

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Bruno:

Sentía que la cabeza me iba a explotar, un dolor en la sien no paraba de molestarme, necesitaba salir.

— Ey, ¿te encuentras bien?

Mi compañera de sitio me zarandeaba la mano delante de mi cara para que reaccionase.

— No, ¿me acompañas afuera?

Las palabras dejaron mi boca mientras la pared blanca de la clase se volvía ligeramente borrosa, y los párpados se me cerraban por el sueño.

— Claro que sí. —Me sujetó cuando intenté levantarme y avisó al profesor de que íbamos a por una bolsa de hielo.

No tardamos mucho en llegar a la cafetería, el reloj marcaba las 12 en punto am.

— Oye, me he enterado de que ahora vas con la pobre esa.-Comentó cuando caminábamos hacia la cocina.

—¿Eh?

Solo podía percibir los movimientos de su boca, no escuchaba nada.

— No te hagas el tonto, Petter nos ha dicho que hoy te ha visto con ella. — hizo una mueca, con asco.

Ahora sabía a quien se refería.

— ¿En serio?— Abrí la puerta y me acerqué al congelador, el aire acondicionado nos regalaba ráfagas de viento helado.

— Sí, todos sabemos que le gustas.

Saqué por fin la bolsa de hielo, me la coloqué justo donde me dolía y una sensación de alivio recorrió todo mi cuerpo.

— Bueno, eso es normal, yo le gusto a todo el mundo. — Venga ya, la gente me quería, me consideraban atractivo, muy atractivo, y yo siempre lo aprovechaba a mi favor.

— No empieces con tus aires de grandeza Bruno. — Pidió, rodando los ojos de forma un tanto teatral.

— Pues no digas tonterías Jessica.—Respondí y me largué. 

Odiaba que me relacionaran con alguien de forma romántica y más aún con mi vecina. ¿Por qué no podían meterse en sus vidas?



📷📷📷


Marina:

No confiaba mucho en Valeria, por eso me extrañó que nos hubiera citado esta tarde, de modo que en cuanto cogí mi móvil llamé a Sara y Scarlett.

— ¿Creéis que...?— vacilé.

— ¿Que solo quiere reírse de nosotras?—Terminó mi pensamiento la chica de cabello dorado.

— Quizás, aunque en mi humilde opinión está buscando amigas.— expuso la castaña, siempre viendo el lado bueno de las personas.

Scarlett tenía la mala costumbre de ser demasiado compasiva, un día se iba a meter en algún problema por eso.

— Últimamente no paran de criticarla, pobre. — afirmé, sintiendo pena por su situación.

— Caso cerrado entonces, hasta luego chicas. — Se despidió la rubia de nosotras.

— Mari.— murmuró en un susurro.

— ¿Sí?

Qué extraño, nunca Scar había actuado de esta manera conmigo antes.

— Debes de tener mucho cuidado mañana. Creo que está sucediendo algo extraño en la ciudad.— Su voz transmitía miedo, incertidumbre, ansiedad.

— ¿A qué te refieres?— Fruncí el ceño.— ¿Tu madre ya ha empezado con sus paranoias?

— Rina, esto es diferente. Tu padre es policía, debes ya de saberlo mejor que nadie.

Corté la llamada y me senté a almorzar con mi familia. Esta muchacha tenía que estar bromeando.

Mi madre encendió la televisión como siempre, y unos minutos después se interesó por cómo nos había ido el día a mi hermano y a mí. Luego lavamos los platos entre los tres y finalmente me tumbé en el sofá. Caí rendida en un sueño lejano, menos mal que me desperté diez minutos antes de las siete para ir andando a la biblioteca.

Me envolví en mis pensamientos nada más salir de casa. Me resultaba muy sospechoso lo de anoche. 

Yo nunca me he metido en un pelea, ni siquiera sé defenderme bien, cuando me muevo parezco un fideo removiéndose, da igual si engullo diez bollos de chocolate, no engordo, y mi físico debilucho no ayuda mucho tampoco.

Tropecé con algo duro en el camino, demasiado firme para mi gusto.

— Mira por donde andas. — Esa advertencia resonó en mis oídos devolviéndome a la realidad.

— Perdón.—Me disculpé y levanté mi mirada, había chocado con el pecho de un chico.

— ¿No me conoces?—él pronunció con burla, su cara me generaba cierta familiaridad, seguro que vivía por la zona.

— Mmm... no. ¿Debería?—Me aparté ligeramente.

— Ten cuidado bonita.— Me agarró del brazo y me miró con cierta benevolencia, su perfume me mareaba, pero había algo en su rostro que me parecía familiar.

— ¿De qué?— observé sus ojos azules, así me daría cuenta de si mentía.

— De ti.

En cuanto soltó esas dos palabras, me soltó y se marchó corriendo en dirección al bosque.

¿Qué demonios?








Huir no es la soluciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora