Capítulo Ø

28 2 0
                                    


Luego de unos minutos sin explosiones a su alrededor Ciro se permitió un suspiro de alivio pero mantuvo los ojos abiertos. A pesar de su enorme cansancio y estrés no podía permanecer ajeno a los hombres y mujeres que había a su lado ni a aquellos que habían dejado atrás. Miró a cada uno con una expresión grave y agradecida.

Todos estaban destruidos, ese había sido su primer contacto directo con esta guerra, las escaramuzas anteriores no dejaron patente el flagelo del campo de batalla, los gritos, la sangre y la muerte. Ciro entendió que todos habían muerto aquél día de una forma u otra; Elte ya no tenía el brillo de la esperanza en sus ojos, Ékaro no se mostraba enérgico y solo Mazziken y él permanecían serenos a pesar de los hechos.

La nave se sacudió una vez, nadie hizo caso, estaban sumidos en sus propios limbos mentales, atormentados por sus infiernos personales. La nave volvió a crujir bajo una extraña turbulencia y lo hizo otra vez y otra más cada una más fuerte que la anterior.

- Atención tripulación, les habla su capitana Eva Goisbeme, estamos experimentando ligeras turbulencias.

Su voz se oía como un trueno a pesar del enorme ruido que producía cada tuerca y tornillo de la nave. Ciro pensó que iba a romperse y todos caerían a una tumba reseca para ser comida de alimañas.

- Nuestro capitán...

La nave hizo un giro brusco que levantó a todos de sus asientos y dos jusaves que se hallaban junto a una de las fosas laterales salieron despedidos con un grito agónico en sus labios. Uno de ellos chocó contra el alerón izquierdo y el sonido sería luego un efectivo combustible para las pesadillas de Mazziken.

- Mejor agárrense, detesto que se vayan durante los comunicados.

Todos se aferraron a sus asientos y asideros y rezaron a sus respectivos dioses mientras la nave inclinaba la nariz hacia arriba empezando a elevarse más y más.

Ciro cerró los ojos al fin. En su mente formó imágenes calmantes, sonidos, aromas que lo transportaran lejos de ese lugar seco. Oyó el canto de ballenas llenando sus oídos y se dejó llevar por él, en su mente, seres enormes de piel negra azulina nadaban a su lado mientras en la nave todos veían con aterrorizado asombro a los cetáceos colosales que bebían de la atmósfera del planeta ingentes cantidades de gases en un frenesí rítmico y pesado.

Elte buscó con la mirada a Eva Goisbeme y leyó en sus labios las palabras "Ballena" "Atmósfera" "Devorar" "Moriremos" pero creyó adivinar también la palabra "Refugio" y cerró sus ojos como Ciro, como Euterpe y como todos sus compañeros depositando en esa sola y minúscula posibilidad cada miga de sus fuerzas.

Los laberintos subterráneos que conformaban la ciudad capital M U J H O S U estaban en calma esta noche, sus estirados arcontes y adorables lamebotas seguro dormían a pierna suelta bajo sus tules más frescos o celebraban mascaradas en las que invitarían a niños y niñas para sus pecaminosos apetitos.

Eva escupió al pensar en ellos. Habían sorteado la muerte por muy poco y la nave estaba peor que nunca, cubierta de polvo, a medio estallar y con las tripas quemadas de un Jusave colgadas en una turbina. Ciro le habló con un cierto temblor en la voz.

- ¿Te llamas Eva? Quiero agradecerte por salvarnos de los oboismos, lamentamos haberte puesto en estos apuros y estamos dispuestos a pagar los daños.

- No te preocupes, muchacho, el futuro me recompensará por haberos ayudado, pero si quieres ofrecer algo no puedo negarme a recibirlo...

Eva sonrió amablemente y cogió en sus manos el tributo que le extendía el comandante de Poimu. Era un anillo simple, metal noble con una inscripción en la cara interna "Seremos el cosmos".

Avanzaron por las calles más precarias luego de dejar la nave maltrecha en un piso franco de la pareja. Eva guiaba al grupo y su compañero Lojobi cerraba filas con una mano presta en el revólver. Eva Goisbeme era una comerciante de artículos de colección y pirata ocasional, habían sobrevivido a varios encuentros con parasitados y al escarnio de robar al supremo arconte y dirigían una humilde organización en la zona más profunda de la ciudad conocida como M U Z O N E. A este pozo más allá del pozo que era M U J H O S U se accedía mediante ascensores arcaicos de polea y cuerda traccionados a mano.

Sin embargo M U Z O N E no era para nada un lugar lóbrego y sucio como Ciro esperaba, sus soldados suspiraron asombrados por la música y los aromas apetecibles de incontables comidas entremezcladas, Eva, solícitamente los guió hasta un bar llamado "La pata rota" en cuya marquesina había un pirata de neón bailando abrazado a su pierna mecánica visiblemente quebrada.

Al entrar el grupo en la cantina el jolgorio que había dentro se detuvo de inmediato, todos miraron con severidad a los visitantes y solo cuando la pareja se dejó ver entre los recién llegados hubo júbilo y festejos por su regreso. Los miembros de Poimu y los cinco jusaves sobrevivientes fueron convidados con comidas suculentas y bebidas fermentadas de todo tipo, cantaron, rieron, bailaron y hasta disfrutaron de ligeros romances con los que frecuentaban el bar esa noche.

La noche era joven aún cuando Eva se paró sobre una mesa con una jarra de cristal rellena de negro licor y comenzó a contar la travesía. Ciro y Mazziken compartieron una mirada y tras sonreirse mutuamente oyeron el relato.

- Y ALLÍ ESTABAN, ATRAPADOS ENTRE ESOS MALDITOS ANIMALES, DISPARANDO SUS ÚLTIMOS CARTUCHOS CUANDO NOSOTROS LLEGAMOS.

Los vítores enardecían la prosodia de Eva.

-LOBI INTERPUSO LA NAVE QUEMANDO A ESAS CRIATURAS CON LAS TURBINAS Y DISPARANDO ESE GRAN CAÑON

Eva guiñó un ojo y Lojobi mostró a todos su revolver. Ella siguió contando las andanzas de la jornada y se hizo un largo y conmovedor silencio en homenaje a los jusaves que murieron en la nave.

- Pero ni ellos ni los que cayeron en el campo de batalla murieron en vano...

Dijo Eva con una gran sonrisa y bajando de la mesa caminó hacia Ciro, todos los miembros de Poimu se hallaban conmovidos, aliviados, felices, a salvo.

- Porque gracias a su sacrificio nuestros nuevos amigos están vivos.

Ciro no vio en qué momento la pirata sacó el arma, solo sintió el golpe y cómo sus piernas se aflojaban bajo su peso. Los gritos de sus amigos heridos a traición flotaron en sus oídos y a pesar de sus esfuerzos por mantenerse consciente la noche nubló sus ojos. Lo último que Ciro oyó fue la voz de Eva diciendo.

- Y AHORA NOS HARÁN MUY RICOS!

Night Watchers. The voidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora