El Papel también Corta |ZoRobin|

|Su perdición|

–¡Pero que sexy!

Una apretón en uno de sus glúteos lo hizo saltar.

Frunció su ceño sabiendo bien quien era la propietaria de esa mano descarada y esa carcajada exorbitante.

–Bruja–murmuró girándose.

El estúpido rubio y su sofocante novia estaban frente a él. Vestidos de rojo en conjunto de pareja.

Estos y su amor de gominola.

–Pensamos que no vendrías–terció la pelirroja. Se puso una mano en la barbilla y lo recorrió con la mirada–Y menos con esas pintas.

Sanji hizo una mueca de desinterés y Zoro se miró con una ceja en alto.

–¿Qué tienen mis pintas?.

Vestía unos jeans rotos y una camisa que se pegaba al cuerpo , dejando a la imaginación el abdomen marcado que había bajo esta. Botas militares y una chaqueta de cuero. De accesorio unas muñequeras negras con el signo de los Rolling Stones y los usuales pendientes de oro. Todo de negro como siempre. Todo un badboy.

–Nada , sólo que esta noche estás muy guapo.

–Naranja mía , no le digas eso que se lo creerá–el rubio aprisionó a su novia por la cadera.

–¿Temes que te robe la novia , cejitas?.

–Aléjate , perro con rabia.

Nami suspiró fastidiada mientras los dos trogloditas frente a ella se lanzaban miradas mortales.
Caminó con fuerza por las aceras de la calle , sus botas de tacón de diez centímetros golpeaba el cemento en un sordo "tack tack". Si el par de hombres que la acompañaban no decidían madurar al menos esta noche , entonces ella pasaría por completo de ellos por muy guapos que fueran.

–¡Nami-swaan!

–¡Oe! , ¡Bruja!

Sirvió , como siempre.

Ambos llegaron a su lado y calladitos se acomodaron cada uno. Su rubio–pero medio imbécil–novio , la tomó por la cintura estrecha. Colocando su gran mano varonil en la zona baja de sus costillas. Por otro lado el peliverde–inútil y malhumorado–de su mejor amigo la rodeó por los hombros.

Tenían sus defectos , pero al fin y al cabo los quería.

–¿Vas por alguien esta noche, marimo?.

Zoro torció los ojos hacia arriba a la pregunta de Sanji. Nami estaba acostumbrada a conversaciones como aquellas, así que ni chistó.

–Se puede decir.

–¿Qué significa eso?

–Mucho.

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Las luces brillantes y coloridas llenaban el espacio. Los cuerpos sudorosos chocaban unos contra otros mientras la música salía de los altavoces. Sus amigos se encontraban en la barra bebiendo, la bruja era adicta al alcohol y el trabajo de su novio consistía en cuidarla de los malintencionados–e incluso hasta de ella misma–. Él estaba en la pista observando como dos chicas contoneaban sus caderas la una contra la otra, era una imagen caliente, y, por las miradas que le estaban dirigiendo hacía ya un tiempo, se hubiera enrollado con ellas. Dos mujeres hermosas dispuestas a todo disfrute con él. Pero en esta ocasión no lo haría–no podía hacerlo–.