Café y Recuerdos.

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Ahí estaba yo, por la primera semana de octubre, sentado en la mesa de siempre en mi cafetería favorita, - ¿qué va a tomar hoy? – preguntó una chica, alcé los ojos sobre el libro que tenía entre mis manos y entonces la vi, era muy hermosa, no le había visto antes en la cafetería, »seguramente es nueva« pensé.

-¿ Puede traerme un café de la casa y un pie de manzana – le dije, mientras continué con la lectura de mi libro, el ambiente era perfecto para la lectura, la chica anotó mi orden en su cuadernillo de notas y se fue lentamente, volví a alzar los ojos cuando se iba marchando, ella volteo y me regaló una sonrisa, en serio que era una chica muy hermosa, sin duda alguna era nueva en la cafetería, después de algún tiempo de ser cliente frecuente, ya conocía a la mayoría del personal, retomé la lectura de mi libro, “a medida que el espíritu mengua aparece la forma”. Luego de unos minutos la chica volvió con su bandeja, mi café y el pie de manzana, lo colocó todo en la mesa frente a mí y nuevamente la sonrisa apareció como una invitada inevitable.

Todo dentro de mí fue una bomba de emociones cuando probé el café, por eso venía con frecuencia, por esa ración de sentimientos que me renacían al probar cada sorbo de mi taza, aun siendo octubre, los recuerdos de todo un año venían a mí, en alguna ocasión los recuerdos eran más que gratos, en alguna otra; solo me causaban un poco de nostalgia, a pesar de todo, siempre salía con una pequeña sonrisa y me dirigía hacia la casa conduciendo, sintiéndome satisfecho y de cierta manera feliz, porque aunque haya sido una memoria nostálgica, el hecho de que en ese recuerdo hubo algo de felicidad, era un hecho que no podría negarme.

La calidez del café me indujo una serenidad y tranquilidad, el frio de octubre me transmitía una paz que no puedo describir, los escasos rayos del sol que me tocaban el perfil izquierdo del rostro me hacían sentir vivo, me introduje nuevamente en mi libro y apareció, sí, esa estúpida frase que inició con todo el purgatorio que estaba a punto de desatarse, “¿para qué quieres una mujer mala? Necesitas que te torturen, ¿no? Para ti la vida es basura y si te tratan como basura todo encaja, ¿a que sí? Dime, ¿es eso? ¿quieres que te traten como un pedazo de mierda?”. De pronto ya no tenía más ganas de estar entre las personas, no podía notar nada más que el temblor y el frio que recorría mi espalda, saqué un billete y lo coloqué junto al pie de manzana intacto, la taza de café quedó a la mitad y la tarde había terminado con los escasos rayos del sol que ahora calentaban nada más que el techo de la cafetería, bajé al primer piso, me despedí de Alfonso, el muchacho que atendía la barra y salí buscando mi auto, los recuerdos seguían viniendo a mi mente como una tormenta, llegué a casa y me tiré sobre la cama y entonces recordé todo, todo con cada detalle, hasta el más mínimo.

Recordé cómo afuera de la casa, el aire estaba soplando imperioso e imponente, estaba soplando de una manera endemoniada, que de cierta manera lo escuchábamos golpeando contra las paredes que nos separaban de la calle, a lo lejos, en la distancia pudimos oír el rugir de un automotor, venía tan a prisa, »algún borracho que va a su casa« pensé,  segundos después pudimos escuchar como un chillido fuerte de fricción de los neumáticos contra la carretera, nos decía que el piloto había frenado bruscamente, eso también me daba la razón de la primer opinión, mirándonos fijamente por un momento, como diciendo: »pobre idiota«, pero no se me ocurre la razón por la que se me ocurrió esa opinión, el pobre idiota era yo, en ese momento. Nuestra conversación siguió su curso, nada nos importaba en ese momento, nada más que lo que el otro decía, a mí, claramente me importaba cada palabra que sus rozados labios pronunciasen, estaba atento a cualquier argumento, a la espera de presentar defensa a algún pensamiento en el que no coincidiéramos. La noche había avanzado siguiendo el curso del tiempo, no podíamos notar cuánto de la noche habíamos consumido en nuestras amenas conversaciones – la música de fondo me está provocando nostalgia – dije, pero solo fue una frase al azar, en realidad no quería que ella cambiase la música, era una canción que me gustaba mucho – la música solo tiene el efecto de traer a tu memoria recuerdos, ellos son quienes se encargan de llenarte de nostalgia – dijo ella, ¡cuánta razón tenía!, aunque yo siempre estuve consciente de que ella y sus argumentos tenían toda la razón que ella o yo buscáramos para los temas en cuestión, estábamos adentrados en la madrugada, tomé el móvil que hace varias horas no veía, en efecto, el reloj digital me dio un golpe para reaccionar a la realidad, eran las dos de la madrugada – como pasa de rápido el tiempo cuando estoy contigo – dije, sin pretender expresar más que mi agradecimiento a su grata compañía – a mí también me gustan nuestras conversaciones – dijo ella, comprendiendo mi vaga manera de expresar cuánto apreciaba el tiempo a su lado.

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⏰ Última actualización: Oct 09, 2020 ⏰

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