PARTE 3

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"No es que haya que vivir, puesto que la vida nos es fatalmente dada... la vida se vive a sí misma, nos guste o no." -Júlio Cortázar

La chica se levantó de su silla empezando a caminar, buscándolo, debía encontrarlo ¡Al menos quería verlo por última vez! -¡Gabriel! -corrió detrás de la figura que escapaba lejos de ella, trató de perseguirlo, lo intento. Cuando pensó tener las fuerzas en sus pies, algo la detuvo, y nuevamente sintió como todo su cuerpo dejaba de responder a sus deseos.

"¿Crees que mereces el cariño de él?" su voz interna hizo que dejara de intentar luchar. Trató de volver a caminar, pero nuevamente esa voz respondió a sus actos "El merece ser feliz, y tú nunca podrás hacerlo feliz...¿Crees que eres suficiente?"

Y Solier bien sabia la negativa de la respuesta mientras empezaba a llorar yendo en dirección contraria, temerosa, incendiando todo a su paso. Se sentía muerta, pero lo peor de sentirse así era no morir...y estar demasiado débil para caminar hacia su fin.

-Nunca le dije que lo quería...nunca le agradecí -se reprochaba cuando caminaba moribunda por el hospital, desangrándose cada vez más.

No pudo evitar su sollozo cuando vio el gran muro de cristal al frente de ella, dividiendo la gran sala. En la otra parte estaban todas las personas, riéndose ¿Riéndose de ella? Se sintió pequeña, y trato de acercarse, pero el muro se lo impidió. Y la felicidad de los demás solo fue un golpe en la cara al darse cuenta que no podía ser como ellos.

Trató de sonreír para demostrarles a los demás que no estaba destruida, esa extraña mueca que todos llamamos sonrisa es la más vil mentira que la sociedad derivó a la felicidad. Porque Solier nunca pudo sentirse así, viendo como era ignorada por las personas que una vez quiso, nadie veía que estaba sangrando, que estaba llorando a través de ese cristal, llorando por no poder hacer amigos, llorando por no ser feliz.

Las únicas dos figuras que se voltearon al verla llorar fueron sus padres, quienes se acercaron al cristal para mirarla con lastima. Eso solo hizo que sus ganas de llorar aumentaran y empezara a golpear el vidrio, quería ir con ellos, quería ser como ellos.

Mas golpes en el cristal solo hicieron que sus nudillos sangraran, que su corazón se desangrara, que su vida se desmoronara.

Tenía que esconderse, empezar a huir de todas esas personas felices y miradas de lastima, pero al empezar a correr la perseguía la masa venenosa y viscosa que se llamaba soledad. No quería rendirse, pero la voz en su cabeza le gritaba que lo hiciera...hasta que la voz de Urielle le grito su nombre.

-¡Solier! -y de un momento a otro la masa desapareció, y la chica solo se derrumbó a llorar mientras abrazaba a su amigo -¿Qué paso? ¿Por qué lloras? ¿Por qué estas sangrando?

-Estoy tan cansada -fue lo único que dijo en un susurro, mientras el muchacho la ayudaba a sentarse en una silla -Estoy sola Urielle, quiere matarme

-¿Quién te hizo esto?

-Yo misma -se limitó a decir mientras sollozaba, ¿Puede un corazón muerto causar tanto dolor? ¿O es un efecto colateral a estar muriendo?

Urielle la consoló, mientras que sus palabras evitaban que la voz en el interior de Solier volviera a hacerse presente. Sus ojos evitaron llorar mientras descargaba sus penas en su amigo.

-Debes ir a la habitación 1111

La chica se secó las lágrimas, sintiéndose segura por un momento, pero al final del pasillo volvió a ver esa masa negra y su cobardía renació en si misma -Tengo miedo Urielle, ¿Y si no puedo? ¿Y si muero sola?

-Solier, tienes que entender algo, no eres una princesa en espera del príncipe azul que la rescatará. No eres una princesa, eres el Dios de todo tu mundo, y no puedes esperar a que alguien solucione y complete algo que tú debes hacer.

-Soy débil, no puedo hacerlo

-No quieres hacerlo, pero lo tienes que hacer. Las personas no hacen las cosas porque quieren, las hacen porque deben hacerlo. Eres bastante fuerte para afrontar esto tu sola, y lo sabes, pero has alimentado tanto esa voz en ti que no puedes ver todo con claridad. Debes ir a la habitación 1111

La chica meditó unos minutos, rogando para que esos minutos se convirtieran en siglos y su tiempo para atravesar ese último pasillo se terminara. -Lo haré, ¿Pero te puedo pedir un favor? -dijo, y él asintió sin dudarlo -Me puedes dejar ir primero, y quedarte un poco más

-Me quedaré, podrás voltear tres veces para verme aquí, pero ten por seguro que a la cuarta vez yo ya estaré caminando afuera. No me puedo quedar para siempre.

Y eso le dio suficiente valor a la chica para empezar a caminar, la valentía dentro de sí misma la impulso a mirar hacia atrás la primera vez, viendo la mirada segura de Urielle. Siguió caminando, y la soledad dentro de sí misma iba desapareciendo, haciéndola sonreír, volteando la segunda vez para ver a Urielle sonreírle y alentarla.

Para la tercera vez que volteó un golpe la hizo estrellarse contra la pared, haciendo que esa masa negra la asfixiara, y cuando trato de pedir ayuda a Urielle girándose la cuarta vez, lo vio alejarse por el pasillo...haciéndola entrar en pánico.

La soledad regresó y todo empeoró, mientras ella trataba de caminar, debía ser fuerte, debía luchar contra sus pensamientos, nadie más lucharía por ella. Sentía como le incrustaban la piel, cortaban sus brazos, su corazón empezaba a sangrar aún más y la bala en su pecho empezaba a removerse lastimándola. Pero ella seguía corriendo, debía seguir corriendo.

Intentaba ser fuerte, pero terminaba siendo como una gran caja de acero que guardaba el más insignificante de los tesoros.

La soledad la llamaba, y cuando quiso dejarse rendir por las palabras en su cabeza, tomó la puerta de la habitación y la abrió, cerrándola al instante. Encontrándose con una camilla, donde reposaba su frio cuerpo después del accidente de bala que sufrió ese día cuando estaba llorando, y al lado estaba el hombre que le dio la instrucción inicial de llegar hasta ese lugar.

-Parece que sobreviviste, felicidades Solier -pero la chica no pudo emitir ningún sonido o gesto -No quiero hacer las cosas largas, por eso supongo que ya sabes cuál será la pregunta que te haré.

-No quiero estar aquí

-Todas las personas que pasan por el hospital solo desean llegar al final ¿Y tú quieres huir? -dijo paseándose como un depredador al lado de su futura víctima -Debes decidir Solier, ¿Quieres seguir viviendo después de esa herida de bala? ¿O quieres irte conmigo?

Solier miro su cuerpo, caminó hasta sentarse al lado de la camilla, y ver su decrepito rostro, su piel casi imperceptible a las caricias, su cabello amarrado y áspero, sus labios pálidos y sus ojos cerrados a espera de una decisión.

-¿Quiénes me han venido a visitar? -preguntó la chica, haciendo sonreír al hombre.

-Tus padres, un amigo tuyo ¿Cómo se llamaba? ¡Ah, sí! Urielle...y familia apoyando a tu madre -dijo, pensando en que la chica repasaba las razones para seguir viviendo, pero en realidad solo repasaba que tan afectados saldrían sus padres si ella escogía irse y huir de sus sentimientos y emociones...de su soledad.

-Me iré contigo -dicto, levantándose de su lugar, mientras la sonrisa del hombre se apagaba, y asentía tomando su mano.

-Aveces en la vida no puedes tomar esas desiciones Solier -la duda se sembró el la chica, pero cuando quiso preguntar ya era muy tarde.

En el limbo no se aceptan a los cobardesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora