La Sombra del Lobo #2

23 2 0
                                    


Varias horas han pasado desde lo sucedido. Aunque no puedas verlos desde el interior de tu escondite, sabes bien que tus perseguidores siguen allí afuera; ocultos, esperando a que bajes la guardia, a qué cometas un error y decidas salir de donde estás, para así poder devorarte como a tus compañeros.

Aprovechando el silencio que ahora había en el ambiente, optaste por evaluar las limitadas opciones que tenías, terminado por entender que en realidad ninguna de estas era factible, ni siquiera la que dictaba que debías resguardarte ahí, esperando hasta a alguien viniese en tu rescate.

Principalmente porque aquel lugar no tenía nada de lo que sabías que necesitabas. No se veían indicios de que hubiera comida, o restos de ella, ni tampoco algo que te serviera para conservar tu temperatura por mucho tiempo. Tu pequeño escondrijo en realidad era una caseta de madera utilizada por los cazadores para descansar por algunas horas.

Parecía que no había nada que pudieras hacer para salvarte, no obstante, tras buscar un poco entre los gabinetes, y algunos baúles que habían ahí, encontraste algo inesperado. Una escopeta, junto con suficientes cartuchos como para matar a todo un rebaño de ciervos sin mucho problema. No tenías ni idea de quién pudo haberla dejado allí, pero aún así, diste gracias por el haberla encontrado.

Con esto, comprendiste que ahora había otra nueva opción, una que tal vez era más peligrosa, pero que se veía mejor mucho mejor que las anteriores. Dicha opción, era pelear...

Armandote de todo el valor que tenías, recargaste el arma, guardaste en tus bolsillos tantas balas como te fueron posibles, te dirigiste a la puerta, y acto seguido de abrir lentamente el cerrojo de esta, empezaste a correr en línea recta casi tan rápido como antes, esperando poder ganar ventaja.

Al instante, innumerables siluetas empezaron a aparecer de entre los árboles, cosa que confirmo tus sospechas. Aquellas criaturas habían estado esperándote todo este tiempo, lo que no sabían, era que ahora contabas con algo ayuda.

Deteniendote unos segundos, comenzaste a disparar con la escopeta en todas las direcciones posibles, logrando herir de gravedad a varios de los que estaban más cerca de alcanzarte, mas no era el momento de detenerse, debías seguir corriendo, así que comenzaste a intervalar en tu ataque y huída, alejandote de ellos tanto como podías primero, y dispararles cuando estuviese demasiado cerca.

Hasta ese momento, todo parecía estar llendo bastante bien concorde al plan. Si seguías así por un rato más, cabía la posibilidad de que pudieras deshacerte de los que quedaban, o incluso llegar al pueblo más cercano, pero, lo que la buena suerte te dió, la mala suerte te lo arrebató.

Sin que pudieras darte cuenta de él antes de que fuera tarde, un pequeño montículo de arena y nieve se interpuso en tu camino y, como se había dicho antes, tropezaste fuertemente mucho antes de que lo vieras, lo que hizo que cayeras con fuerza, lastimando los costados de tu cuerpo.

Aprovechandose de lo débil que estabas, algunos miembros de la jauría se abalanzaron sobre ti, enfocándose en destrozas tus zonas más vulnerables, entre ellas, tu pierna izquierda, y tu brazo derecho. Si bien te habías cubierto con suficiente ropa para no perecer por culpa del frío, la dureza de esta no era rival para sus afiliados dientes, cosa que les permitió llegar hasta tu carne, y empezar a arrancartela.

El dolor que sentías era inimaginable, pero en un intento desesperado por hacer algo, lograste tomar el arma con el brazo que tenías libre, para luego dispararle a cada uno a quema ropa, matandolos al instante, y aturdiendo con el fuerte ruido a aquellos que se encontraban lo suficientemente cerca. Al hacerlo, te arrastraste como pudiste hasta ponerte de nuevo en pie, avanzando tanto como podías a pesar de que no solo te estuvieras desangrando con rapidez, sino que también una de tus piernas estaba parcialmente destruida.

Por si fuera poco, minutos después de que aquello sucediera, te encontraste con la famosa situación de estar "entre la espada y la pared".

Ante ti, se hallaba un angosto desfiladero, el cual tenía en el fondo una extensa capa de nieve, sin embargo, no había manera de decir si esta era suficientemente densa, o muy fina, y para empeorarlo todo, a tus espaldas, la manada de lobos estaba acercándose cada vez más ti.

Tus dos únicas opciones eran evidentes, pero solamente una de ellas sería fatal en un cien por ciento, así que, justo cuando estaban por alcanzarte, hiciste un salto de fe por el desfiladero, intentando moverte para que tu cabeza no fuera lo primero que llegase a tocar el suelo.

Esta vez, la suerte alcanzó a sonreírte de manera minima, ya que al chocar contra aquel cúmulo de nieve, se comprobó que este era bastante denso, pero no lo suficiente. La caída a parte de fracturar varios de tus huesos, había dejado a tu cuerpo brutalmente malherido, mas aún así, inexplicablemente seguías con vida.

Tras unos momentos después de haber caído de un lugar tan alto, sin tener idea de cómo, milagrosamente conseguiste levantarte, ayudándote con la escopeta como si de un bastón se tratara. Una vez que lo habías conseguido por completo, seguiste caminando en línea recta, suplicando poder hallar la salvación ahora que conseguiste evadir a tus agresores.

Al cabo de haber estado andando poco más de media hora, te encontrabas a la mitad de un valle gélido ydesolado, uno en el que casi no habia presencia de árboles, no solo porque muchos en aquella zona no pudieron crecer, sino porque una fuerte nevada que se presentó hace unos minutos antes, dificultaba tu visión.

Fatigada por tener que cargar con todo tu peso, tu adolorida pierna derecha estaba a punto de ceder ante el abundante cansancio, mientras que tus otras extremidades, ya entumecidas, se congelaban a un ritmo lento y doloroso. A pesar de que intentaras concentrarte en seguir caminando y solo tener pensamientos positivos, en tu mente solo se manifestaba unas cortas y lúgubres palabras: "aquí voy a morir, aquí voy a morir", sin embargo, por segunda vez consecutiva, como si se tratara de un pequeño umbral de luz al final de un muy largo túnel, pudiste divisar a lo lejos algunas tenues luces que parecían pertenecerles a varios faroles, junto docenas de pequeñas casas...

Una villa, una que aparentemente se encontraba a solo un kilómetro de distancia de tu ubicación. Al verla desde la distancia, la felicidad comenzó a invadirte, por lo que te apuraste en llegar hasta allá. Sin importar que la nevada se volviera más fuerte, y perdieras de vista tu objetivo, sabías que solo debías seguir hacía adelante para ponerle fin a esto.

Pensabas que tu calvario finalmente terminaría, que a pesar de todo lo que sufriste, lograrías salvarte. Pudo haber sido así, pero esta no es esa clase de historia. Cuando ya habías recorrido casi la mitad, tus oídos captaron el peor sonido que pudiste llegar a escuchar, el feroz gruñido de un lobo.

De repente, incontables siluetas empezaron a aparecer de derecha a izquierda, acercándose a ti con lentitud. Sintiendo terror y desesperación, intentaste apresurar el paso una vez más, al mismo tiempo llorabas por clemencia, pero fue inútil, puesto que las fuerzas de tu pierna habían llegado a su límite.

Tumbandote boca arriba sobre la nieve, ahora solo te quedaba ver como cada vez llegaban muchos más de ellos, y como de entre un espacio que dejaron en frente de ti, aparecían unos aterradores ojos amarillentos; no era necesario una presentación, sabías bien quién era.

Cuando acabó por manifestarse por completo, la aterradora bestia volvió a mirarte directamente a los ojos con seriedad por largos segundos. No alcanzaste a comprender si se trataba de una ilusión, algo producido por la perdida de sangre, o la contusión, pero por unos instantes, te pareció ver como si en su rostro se formase una especie de mueca, o más específicamente, una melevola sonrisa.

Justo antes de que pudieras si quiera gritar por el horror, cada miembro presente de la manada se lanzó sobre ti, arrancando grandes trozos de carne de tu cuerpo, despedazandolo en un abrir y cerrar de ojos. Aunque gritaras por ayuda, nadie lograría escucharte, y si en un extraño caso, lo hacían, lo único que encontrarían de ti, serían tus ensangrentados restos...

- No importa que tan rápido corras, cuánto te esfuerces en escapar, o que tan bien te escondas, nadie logra escapar de la muerte -

(Gracias por leer 🌿)

- La Sombra del Lobo -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora