Única parte

156 12 266
                                    

Todavía te costaba asimilar la rapidez con la que el tiempo pasaba frente a tus ojos. Era muy extraño que pudieses recordar vívidamente los días de verano con Seokjin, o aquel accidente que te dejó indispuesto un par de semanas. Es decir, habían pasado un par de años desde eso, pero tu memoria reproducía los momentos más felices de tu infancia como si hubieran sucedido el día anterior.

Te cuestionaste cómo es que lo único de esos dulces recuerdos que se sentía lejano era la felicidad que sentiste en aquel entonces, tal vez porque ser tú mismo no era nada difícil y no había punto de comparación con los otros pequeños habitantes de las aldeas estacionales.

Porque ninguno de ellos tenía alas. No hasta después de un tiempo.

Y ahí todo comenzó a ir cuesta abajo, porque de pronto las tuyas no eran tan impresionantes; no tenían la majestuosidad que poseían las alas de Seokjin o un color purpúreo único como el de Namjoon, tampoco tenían la forma inusual y preciosa de las de Jungkook.

Nada de eso, las tuyas eran de un color azul opaco y entristecido, más pequeñas que las del promedio, de aspecto poco agradable que las hacían parecer rotas y hasta aterradoras.

Pero lo peor de tener alas extrañas era que daban mucho de que hablar entre los pocos habitantes de la Aldea de Otoño, sobre todo siendo el único hijo del Capitán Diurno. Estaba claro que el pueblo no permitiría dejarse liderar por alguien que lucía todavía como un niño con alas de monstruo.

Pronto los tortuosos pensamientos se disiparon cuando las características alas negras de Jungkook aparecieron en tu campo de visión, un par de metros cerca de la frontera de la Aldea de Primavera y la de Verano. El chico sonrió inmediatamente al distinguirte, su cara manchada de ollín y melocotón en la comisura de sus labios. La tierna imagen aceleró tu corazón, el pequeño de melena azabache te pareció lindo desde la primera vez que lo encontraste y aquella taquicardia que hacía temblar tus manos no parecía querer abandonarte pronto.

Sostuviste con fuerza la canasta hasta que tus nudillos se pusieron blancos. De repente ir hasta allí para un pequeño picnic te resultó la peor idea del mundo, ¿Por qué tenías que ser tan cursi?

-¡Jiminie! Lamento llegar tarde. Tuve que organizar algunas cosas antes de mi siguiente turno-se disculpó el chico, sus preciosas alas agitándose con parsimonia. Negaste con la cabeza, comprendiendo la situación de Jungkook -¿Listo para nuestro picnic a media noche? -animó al mismo tiempo que apartó la canasta de tus manos temblorosas.

-No hagas eso, puedo llevarla por mi cuenta -rechistaste. Sin embargo, Jungkook no se dignó en soltar el objeto y, en cambio, entrelazó sus dedos con los tuyos, provocando que la sangre subiera inmediatamente a tus mejillas.

Toda esta ola de confort era nueva para ti, creías que podían pasar semanas o meses y jamás te acostumbrarías a las dulces atenciones que Jungkook te daba sin esperar algo más a cambio. Por otra parte, el azabache siempre lucía bastante acostumbrado a repartir su amor de esa forma; solía darte tiernos besos en público tanto como le gustaba profundizar, por largos minutos, la unión de sus labios cuando estaban solos.

Eran algo precioso, algo que no necesitaba etiquetas, algo longevo y armonioso, imperturbable y sempiterno.

Todo eso que no aceptabas de ti mismo, tus horribles alas y el resto de tus defectos Jungkook lo aceptaba y hacía sentir que tu corazón pertenecería a un lugar cálido bajo la protección de enormes alas negras, jalea de zarzamora y postres de frutos rojos.

El dulce chico de verano solía trascender las primeras barreras de tu alma, pero cuando se hallaba de nuevo contra una nueva y dura pared, daba la vuelta y buscaba un nuevo rumbo para llegar al fondo de tu triste oscuridad. Apreciabas infinitamente aquello, porque también deseabas que alguien como él lograra destruir eso que poco a poco te carcomía y devastaba.

Ailes monstrueuses |v•min - kook•min|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora