Hoy me encontré con un girasol.
Lo ví ahí, alto y fuerte, radiante. Floreciendo entre la maleza sin adversidades que lo detengan.
Que flores maravillosas, pensé. Siempre tan alegres y llenas de vida.
Deberíamos ser más girasoles. Sí, así. Cómo adjetivo.
El girasol se distingue del resto de las flores. Son muy altos y grandes, crecen mucho y no son delicados, todo lo contrario, son muy fuertes. Son flores fieles a sus raíces que siguen solo a aquello que realmente les importa. No son estéticamente perfectos, por eso nadie los regala, además, ¿Quién merecería una flor tan inmensa? Tiene múltiples funciones en diversas áreas de la vida cotidiana.
En resumen, ¿Por qué deberíamos ser más girasoles? Son diferentes y siguen irradiando alegría.
Crecen constantemente y son muy fuertes.
Fiel a sus raíces.
Le dan importancia solo a lo importante.
Son muy útiles y sus beneficios hacen un cambio.
Pero, por sobre todo, no importa el clima o donde viven, ellos siguen siendo muy girasoles.