A mí padre le encantaban los días soleados, sin embargo, yo los encuentros tediosos y sofocantes. El día de mi 17 cumpleaños comenzó un día luminoso, caluroso y con algo de humedad en el ambiente pero para mí era otro día cualquiera de un invierno atípico, miraba por la ventana mientras ponía los libros de las clases del día en mi maleta y pensaba "bendita lluvia". La puerta sonó y antes de que diera el paso una cabeza de cabello rojo cobrizo asomó con una brillante sonrisa.
- Feliz cumpleaños, April -mi tía Caroline cada día estaba más guapa, su sonrisa iluminaba cualquier habitación por mucha penumbra que tuviera, sus grandes ojos color miel parecían que miraban el interior de tu alma y su cara infantil daban a pocos a entender que andaba cerca de los 40 años- parece mentira que hoy cumplas 17 años, me da la sensación de que fue ayer cuando podía cogerte en mis brazos.
- Han pasado 17 años de eso tía deberías actualizar tus recuerdos.
- La lengua tan afilada como siempre igual que tu padre.
La habitación se quedó en silencio, con solo nombrar a mi padre el ambiente se volvía gélido, no sabía nada de él desde hace 12 años, cuando me dejó en casa de mi tía Caroline y se fue sin dejar rastro, no sabía ni siquiera si estaba vivo o no. Cerré la maleta y me la colgué del hombro, me disponía a salir por la puerta de mi habitación y decirle adiós a mi tía cuando ella se acercó a mí, me acarició el pelo y me dijo con una sonrisa triste <<Eres lo más preciado para mí, nunca lo olvides, haría cualquier cosa para que estuvieras a salvo>> No entendía el motivo de esas palabras, pensé que solo era una forma enredada de decirme que me quería así que le di un beso en la mejilla seguido de un <<yo también te quiero>> y salí por la puerta.
Baje las escaleras algo confusa había algo que no iba bien pero en ese momento no caía, continúe por el pasillo hasta la puerta de la entrada, me detuve en un pequeño espejo que había colgado de la pared, me mire mientras pensaba el pelo ya me había crecido demasiado. Me llegaba casi hasta la mitad de la espalda estaba algo alborotado, nunca habia sido demasiado femenina y eso no iba a cambiar. Mire a mi reflejo a los ojos, era casi lo único que me quedaba de mi padre, unos grandes ojos azules, aunque aveces mi pelo negro los tapaba haciendo que parezca un fantasma de una película de terror. Me aparte el pelo de la cara mire una última vez mi reflejo y me dirigí a la puerta con decisión.
Al abrir la puerta una ráfaga de luz me golpeó dejándome casi sin ver, una voz muy sonora y alegre me llamaba por mi nombre, sabía quién me llamaba pero hasta que no conseguí enfocar mis ojos de nuevo no pude verla bien. Era Adaline, mi mejor amiga de toda la vida, ella representaba todo lo que yo no era, una figura femenina, bien arreglada, muy guapa, era la envidia de muchas que querían ser como ella. Su piel era blanca como la leche y su pelo era tan rizado como la cola de un cochinillo de un color caramelo que daba la sensación de que era caramelo de verdad, sus ojos eran grandes del color de la madera y su sonrisa era realmente brillante.
Adaline agitaba su mano derecha para saludar mientras que en la otra sostenía una pequeña caja con un lacito azul que hacía juego con su vestido. Me acerque a ella con tranquilidad mientras que ella corría hacia mi hasta que saltó para darme un gran abrazo seguido de un <<feliz cumpleaños>> no me solían gustar los abrazos pero Adeline era distinta, era casi mi única amiga y la única persona, aparte de mi tía, en la que podía confiar. Adeline se separó de mi y me dio el pequeño paquete que tenía en la mano junto con una gran sonrisa, lo tomé y lo abrí ahí mismo, al abrir la caja un olor dulce emanaba el ambiente, unas galletas de todas las formas decoraban el interior de la caja.- Espero que te gusten, estuve toda la tarde haciéndolas para ti.
Odiaba lo dulce, cogí una de las galletas y me la comí seguida de otra de una forma diferente <<están deliciosas, muchas gracias>> dije seguido de una sonrisa. Mi odio por las cosas dulces era algo que sólo yo sabía y a Adaline no le podía rechazar nada. De camino a clases ella estaba contenta, me contaba que su hermana pequeña le ayudo con las galletas y termino duchándose en harina, también me contó que había hecho galletas de más para su prometido. Tras nombrarlo hubo un silencio de unos segundo seguido de una pregunta incómoda para mí.
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La Palabra Libertad
FantasyEl corazón de los humanos es el más débil que se conoce hasta ahora, es capaz de manipularse al antojo de las personas más astutas, también se considera el más frágil, con dos palabras puedes hacer que se rompa en mil pedazos, pero sobre todo es el...