Hiraeth

33 7 17
                                    

A pesar de no ser de aquí ni de allá siempre permanecía en la misma amueblada sala.

De día. De tarde. De noche.

Con el paso del tiempo cada hecho, recuerdo y ambición se esfumó pero los sentimientos que en su hora fueron de los más intensos se quedaron. Recordaba que antes deseaba tener un tamaño tan minúsculo que podría entrar en el bolsillo favorito de alguna persona amable, acomodarse en las motas y descansar hasta desaparecer en aquel nido de calidez y quietud.

Los humanos pueden crear nuevos recuerdos, en cambio, la mayoría de estos otros seres sólo olvidan hasta que se encaminan a la nada.

Por el momento permanecía en la misma amueblada y concurrida sala, su añoro tenía serenidad allí.

Cuando las personas guardaban algún sentimiento similar al del casi eterno huésped podían percibirlo, a veces verlo de reojo en una esquina e imaginaban que les observaba pero en realidad sólo les hacía compañía.

Este ser y todos aquellos que pasaron por ese sitio fueron afortunados de la pasividad de aquella coexistencia poco consciente. He escuchado de quienes son aferrados a la ira, la negación, la tristeza y la confusión, estos en lugar de dar compañía y calma producen estragos.

Y después de tantísimos años en estado de permanencia entre muebles, cortinas y lámparas aquel ser se encaminó al eterno sendero de vacío y estrellas hasta que su alma fue finalmente disipada.











Aquí les traigo este pequeño relato que más que relato es una idea o sentimiento que quería plasmar y espero transmitir.

Espero les haya gustado y les deseo un lindo día ^-^

Los que perdieron el tren al olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora