Prólogo

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15 de diciembre del año 2019

La casa de campo de mis abuelos era mi lugar favorito para pasar el verano.

Había un columpio que construí con mis primos y en el que me pasaba horas solo dejándome llevar por el viento, nunca me cansaba.

Todo alrededor eran árboles, como estar rodeada por un inmeso bosque sin punto muerto.

El sonido de los pájaros me traía una paz inexplicable, no quería estar en otro lugar que no fuera este. Pronto cumpliría 14 años y quería que fuera especial, así que estaba planeando celebrarlo aquí con toda mi familia.

Escuché la voz de mi madre llamándome para almorzar así que tuve que bajarme del columpio a la fuerza.

Sentí una pequeña punzada en mi cabeza por la brusquedad del movimiento.

No le di importancia, eran esos típicos dolores de cabeza.

No sé como me percaté de mi bicicleta de color lila, mi color favorito, estacionada al lado del árbol que rodeaba la casa.

Amaba esa bicicleta.

Era el regalo de cumpleaños que me dieron mis padres hace un año. Se me vino a la mente llegar manejando hasta la cocina ya que estaba conectada con el jardín donde podía estacionarla también, no se nisiquiera porqué, pero lo hice con una gran sonrisa en mi rostro.

Mi madre salió otra vez afuera para llamarme a almorzar, hasta que me vió manejando mi bicicleta y la sonrisa que se le escapó me hizo reír. Le encantaba verme hacer ese tipo de cosas, siempre la sorprendía con algo.

Su sonrisa fue lo último que recuerdo con claridad.

Un 15 de diciembre comenzó todo, esa bicicleta que tanto amaba no pude volver a montarla más, esa sonrisa que mi madre siempre me mostraba no volvió a ser la misma y esa casa de campo quedaría entre mis recuerdos más lejanos.




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