Recuerda esa noche. Puede que se arrepienta de esa noche por el resto de sus días. Recuerda a los invitados en la casa Huyga, no eran muchos, en realidad era solo el clan, ramas secundarias, por el motivo de festejo por el cumpleaños número diez de las hermanas mellizas.
A pesar de todo el alboroto, Milk sabía que el verdadero motivo de festejo era todo menos su cumpleaños. No, eso era solo una excusa barata para todo el banquete y la ropa nueva que le presentaba. En el clan el decimo cumpleaños era el principio del final de su infancia, y al ser ella la heredera gracias a esa media hora de diferencia entre los nacimientos, la responsabilidad caía en ella.
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No quería esto, pero no había opción. Y su hermana no lo entendía, la dulce Hinata comía dulces disfrutando lo que no le iba a ser arrebatado, a diferencia suya. A la primera oportunidad, se levantó con la excusa de ir al baño y corrió, ni siquiera se fijaba a dónde, mientras fuera lejos de eso, estaba bien. No quería ser berrinchuda, malagradecida, pero no podía pasar ahí un segundo más sin soltarse a llorar.
Sus pies descalzos dolían contra el suelo rocoso, y cuando no pudo más se tiró a llorar sin siquiera ver dónde estaba. Sin embargo, su llanto se vio interrumpido por el sonido de unos zapatos que se plantaban frente a ella, ocasionando que levantara la cabeza.
Para su sorpresa, solo era un muchacho que ella identificaba bien gracias a los rumores, el niño con el zorro de las nueve colas, nadie quiere estar cerca de él porque era peligroso, y sin embargo ahí, frete a ella, dedicándole una sonrisa tierna debajo de la luz lunar, no parecía ser peligro alguno. Casi parecía humano...
"Hola... dime, ¿estás bien?" a pesar de haberle hecho una pregunta tan simple, Milk se quedó helada en su lugar, no solo se sorpresa, si no porque literalmente había olvidado por un segundo su maldito nombre. ¿Qué tenía este chico que tan solo verla a los ojos había ocasionado eso? La azabache trató de limpiar sus lagrimas, avergonzada repentinamente. "Está bien llorar, yo lo hago todo el tiempo."
Como una invitación a las lagrimas, estás volvieron a surgir, empapándole las mejillas y escurriéndosele en el regazo. "Pero quiero dejar de llorar."
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El muchacho abrió sus ojos un poco más antes de eructar en una risa que sonaba como el mismo sol, si eso tuviera algún tipo de sentido. "Te conozco, eres del clan Huyga... ¡Milk! Hinata y tu son mellizas." Por alguna razón, le revolvía el estomago saber que la conocía. "Me da gusto verte llorar así, la mayoría piensa que eres muy malcriada."
"Tu eres Naruto, la mayoría piensa que eres una amenaza." Sus ojos, se vieron rotos por una fracción de segundo, como cristal craquelado. "Pero tengo dudas al respecto."
"¿Por qué llorabas?"
"Nadie celebra mi cumpleaños... celebran que al fin heredaré todo, que pronto podrán comprometerme."
El muchacho se arrodilló frente a ella. "Feliz cumpleaños."
En un gesto tan simple, Milk encontraba sinceridad como nadie le había demostrado en la noche. Ni con un enorme banquete, con risas, con halagos, regalos, y la única persona que sus palabras habían tenido más significado y peso habían salido de la boca de un niño desconocido que nadie quería.
La ironía, esto no era un juego.
"No estás satisfecha con tu vida."
¿La llamaba inconformista, golosa, ingrata? "No es cierto, eso no es educado." espetó, pero para su sorpresa, Naruto solo sonrió.
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"Eres como yo, de verás, nunca estoy satisfecho." Naruto se encogió de hombros. "Nunca me han festejado mi cumpleaños... no importa lo que tu sientas, ¿cierto? Suena horrible, hasta yo me habría escapado, entiendo por qué querrías llorar." Sin previo aviso, palmeó su cabeza, en un gesto para tranquilizarla a pesar de que había dejado de llorar, y se levantó dedicándole una sonrisa encantadora que hubiera derretido a todo el que lo hubiera visto. El mismo sol, y el cielo entero guardado en sus ojos. "¡Nos vemos!"
Había tomado casi un minuto para que reaccionara, levantándose del suelo y sin siquiera sacudirse la ropa, demasiado distraída por el camino en el que el muchacho había partido, y el recuerdo de sus ojos que encendía sus mejillas.
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