No tenía nada de peculiar el día que Evelyn comenzó a sentirse atraída por un infierno llamado Moleko y por un diablo que se hacía llamar el maestro Pimentel.Todo comenzó por simple curiosidad pero una sabe que no se entra a un club de BDSM para no hacer nada allí.
Él siempre había estado al pendiente de ella, tal vez lo hacía por simple cortesía ya que era dueño del club y también uno de los que enseñaba, o tal vez también tenía curiosidad en la pelirroja de mirada encantadora.
—¿Cuándo me dejarás llevarte a mi sector? — susurró la ronca voz del maestro en cuanto llegó a su lado, ella se encontraba en la barra y con un vaso en la mano.
—Cuando confíe en ti.
—Soy un hombre que inspira confianza. —una sonrisa ladeada apareció en sus labios, su mano se posó en la mejilla de la joven y la acarició con suavidad.
—Eso dicen... —susurró, dejó su vaso en la barra y miró en dirección a la mesa de los dueños, donde únicamente se encontraba uno de ellos con la presencia de una joven—. Él es el más intenso, ¿no?
—Lo es. — afirmó Joel mientras lo miraba con orgullo—. Supongo que ella es su punto débil.
—¿Ella o lo que tiene en la barriga le pertenece a él?
—Evelyn, no seas tan dura. —rodeó los ojos en fingida molestia, no iba a enojarse con ella por no saber la historia completa de ambos—. Ellos se aman, no hay nada de malo.
La chica soltó una risa sarcástica, su mirada se cruzó con la de Cyara por escasos segundos antes de que ella misma desviara la mirada.
—¿Quién en su sano juicio se puede enamorar de alguien como vosotros?
—Te haré esa misma pregunta dentro de unos meses. —besó con suavidad sus labios y la miró divertido—. Tienes suerte de estar conmigo, ninguno de los demás maestros te va a permitir que rompas tantas reglas.
—¿Soy tu consentida, Pimentel? —preguntó burlona.
—Lo eres. —respondió, sus manos se fijaron en sus caderas y la pegó a su cuerpo para volver a juntar sus bocas, esta vez de una forma mucho más candente y apasionante.
Sonrió sobre los suaves labios de la muchacha cuando esta gimoteó contra su boca.
Era dominante y por lo tanto, le encantaba jugar. Se divertiría esa noche y haría que Evelyn no olvidara ese día en toda su vida.
—Apoya tu pecho en la barra. —ordenó, ella frunció el ceño pero se acomodó en esa posición—. Separa las piernas.
—Espera, ¿qué vas a hacer, Jo...?
—Shhh, no debes de usar mi nombre. — susurró cerca de su oído, y más sabiendo que estaba llamando la atención de los presentes en el club.
Se agachó y adentró sus manos bajo el vestido de ella, tomó sus bragas y las deslizó por sus piernas con lentitud. En cuanto tocaron el suelo le indicó que diera un paso al frente para poder tomarlas, las guardó en su bolsillo y se enderezó.
—Voy a azotarte tantas veces como normas has incumplido. —dijo, alzó su vestido hasta su cintura para dejar su culo totalmente expuesto—. ¿Entendido?
—Si, señor...
Muy dentro de ella solo quería mandarlo a la mierda por el momento tan incómodo que estaba viviendo. Nadie allí cuestionaría eso, estaba casi segura de que era algo habitual. Pero aún así, no tan en el fondo, sabía que estaba disfrutando de aquel pequeño espectáculo, de las palabras que salían por la boca de ese hombre, por todo lo que le hacía sentir con tan solo el roce de sus pieles.
—Por no confiar en mí —la palma de su mano impactó contra su piel, la joven se sobresaltó más por el sonido que por el dolor, un delicioso cosquilleo recorrió la zona—, por usar un tono sarcástico conmigo.—esta vez golpeó su otra nalga, haciendo que soltara un jadeo por la sorpresa—, por no hacerme caso—. Su mano hizo contacto con su ya adolorida piel y esta vez si se quejó—, por llamarme por mi nombre...
Y continuó, una y otra vez hasta que terminó de enumerar todo lo que había hecho mal en una sola noche. Sus nalgas habían quedado rojas del todo, sabía que le dolería el simple roce de su ropa.
—No eres la primera con este tipo de problemas, hubo otra joven antes que era incluso peor que tú... Ella rompía norma tras norma. — le comentó Joel con nostalgia—. Sus castigos eran tres veces peores de los que tú tendrás jamás, mi castigo más fuerte no llega ni a la intensidad de sus castigos más débiles.
—Pobre muchacha, no suelo sentir pena por nadie, pero con esas palabras ya me has convencido de que es una verdadera tortura— murmuró Evelyn en voz baja, no sabía ni como era capaz de hablar después de lo sucedido.
El maestro de la tercera sección la había azotado.
Y si, sus ojos se encontraban llorosos pero su corazón latía de forma desenfrenada en su pecho, su respiración se había vuelto agitada y estaba jodidamente caliente. El permanente cosquilleo en su entrepierna le hizo juntar estas, la piel de su trasero ardía con la fina tela del vestido por encima.
—No solo eres si no que también estás ardiente. —Le hizo saber mientras pasaba su dedo pulgar por el labio inferior de la chica—. Te deseo, Evelyn, eres mi más ardiente deseo.
Un gemido se escapó de sus labios ante la confesión del dominante, los látigos y las esposas nunca habían sido lo suyo pero si era este hombre quien los usaría no tendría problema.
Él sabía lo que hacía, no por nada era Maestro... Tal vez la clave era dejarse llevar por todas las sensaciones que su cuerpo estaba sintiendo y también por las que le exigía sentir.
Él, con nombre y apellido, también era su ardiente deseo pero no sé lo diría, al menos no por ahora. Eso implicaría subirle más el ego y Evelyn no quería cargar con un hombre más presumido cada día.
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Ardiente Deseo
أدب نسائيSus ojos la condenaron a un infierno, él como protagonista sería el demonio y ella una simple alma en pena. Su pasión nunca había sido el fuego pero teniendo a semejante diablo enfrente no se negaría a morir por el deseo. Y cuanto más se tocaban...