Tres no es multitud

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—Le dedicas más tiempo a él que a mí —se queja Jimin, haciendo un puchero.
—No es cierto. Os dedico el mismo tiempo a ambos.

Jungkook se abrocha los botones de la camisa frente al espejo y repasa de arriba abajo su apariencia.

—¿Vamos a verlo hoy?
—Sí.
—¿Y te irás con él? —Jimin se incorpora, arrastra los pies hasta su novio y lo abraza por la espalda dejando que sus manos jugueteen con el bajo de la camisa.
—Jimin... Ya hemos hablado de esto. No importa con cuál de los dos esté. Os quiero a ambos.
—No me has contestado —dice, lanzándole una provocadora mirada a través de su reflejo mientras deshace el trabajo del otro, desabrochando los botones. Jungkook no opone resistencia y, aunque ya está listo para salir, deja que la ropa resbale desde sus hombros rindiéndose al deseo de su amante que lo acaricia presionando cada centímetro de piel, reclamando lo que es suyo.
Cuando su lengua comienza a ascender por el cuello, Jungkook sabe que debe detenerlo si no quiere llegar tarde.

—Jimin, no es el mejor momento.
—¿Y eso desde cuándo te importa?

Se coloca frente a él y lo obliga a agacharse unos centímetros hasta que sus rostros quedan a la par.
Jimin se muerde los labios, pasea la lengua sobre ellos y juguetea con los cabellos que le caen sobre la nuca. Se acerca a su boca, sabe por la expresión del otro que no va a oponer mucha resistencia a su seducción, que sólo tiene que dar un paso más y lo tendrá justo donde él quiere. Pero Jimin no tiene intención de alimentarle tan fácilmente hoy; no va a mostrarse como una presa fácil. Así que se acerca un poco y otro poco, y un poco más, dejando ir un suspiro como si el deseo fuese más fuerte que la razón. Y Jungkook abre la boca, dispuesto a recibirlo, se humedece los labios inconscientemente y busca sus labios pero Jimin se aparta en el último segundo, llevándose con él un hálito de lujuria.
Finje no estar interesado en nada más y regresa a sentarse sobre la cama.

—Entonces, ¿qué papel juego hoy para ti en esa fiesta? —pregunta coqueto, mesándose el cabello.
—Eres mi novio.

Jungkook se abalanza sobre él con el pecho descubierto hasta que la espalda del mayor choca contra la pared. Está acorralado y lo sabe.

—Pero no soy tu único novio —se queja, empujándolo sin mucha convicción.
—¿Estás celoso? ¿Park Jimin está celoso?

Jungkook atrapa la mano del otro y con firmeza pero sin fuerza la coloca sobre su cabeza.

—Jungkook... —suplica, rendido, a sabiendas de que ha perdido el juego.

Pero Jungkook no lo escucha, solo pasea la lengua por su cuello, por el lóbulo de la oreja y luego desciende de nuevo hasta la mandíbula y la comisura del labio.
Sabe dulce, a chicle de fresa y nata, y huele especiado, fuerte y picante. Un contraste que lo vuelve loco.

—Jungkook, ya me he arreglado...
—Empezaste tú.

Le atrapa la otra muñeca y sujeta ambas manos sobre su cabeza con eficiencia mientras dedica la otra a desabrochar los botones del pantalón.

—Kook...

Su lengua de fuego se introduce en la boca de Jimin y este pierde la razón. Los labios le arden al contacto de la barba incipiente de su novio pero no le importa porque solo quiere que ese beso no termine nunca, que sea más largo, más profundo, que lo deje sin ningún motivo más para vivir que no sea el de besar su boca. Y se deja lamer. Oh, sí, porque sabe lo mucho que sus esponjosos labios provocan en su novio, que succiona y mordisquea y relame como un helado en pleno mes de julio.

Así que cuando Jungkook se separa de él, Jimin permanece con el anhelo de querer más aun cuando sabe que su novio no hace más que divertirse con él.

—No juegues conmigo si no sabes perder, Park Jimin —dice, con una sonrisa traviesa pintada en los labios—. Vamos, no quiero llegar tarde.

La fiesta privada a la que acuden no es nada más allá de lo habitual: música alta, alcohol y luces de neón. Jimin cruza la puerta con decisión, sus botas marcando con fuerza cada uno de sus pasos, y no se quita las gafas de sol aunque apenas hay luz en el interior. Su presencia provoca que varias cabezas se giren a mirarlo y él sonríe, satisfecho, hasta que Jungkook lo toma de la mano, tira de él y lo agarra por la cintura.

—¿Ni siquiera voy a poder divertirme sin ti? —se queja.
—Eres un pequeño demonio disfrazado de algodón de azúcar, lo sabes, ¿verdad?

Jimin se relame con la sonrisa en los labios por toda respuesta. Pero no tiene mucho tiempo para nada más porque antes de darse cuenta, son otros brazos los que cuelgan del cuello de su novio, y otros dedos los que se enredan en su pelo.

Kim Taehyung.

—Has tardado. ¿Dónde te habías metido? —se queja, acercándose a su oído para que su voz grave se oiga por encima del ruido de la música.
—Me entretuve un poco.
—Ya veo —dice, asomando la cabeza por encima del hombro de Jungkook para encontrarse con la mirada recelosa de Jimin.
—¿Te importa?
—Sabes que no —miente, y después coloca ambas manos sobre las nalgas de Jungkook y aprieta con seguridad su cuerpo contra el de él—. Llevo una semana sin verte; sólo me importa que estés aquí conmigo.
—Entonces deja que vaya a buscarte algo de beber y divirtámonos —sugiere el otro.

Jungkook se marcha hacia la barra dispuesto a conseguir bebidas para los tres y cuando da media vuelta, no puede creer lo que ven sus ojos: Jimin y Taehyung encarados, con gestos poco amigables. ¿Van a pelearse? ¿Por él? Jungkook no puede creerlo.

Camina decidido de vuelta empujando a cualquiera que se entrometa en su camino, con la urgencia pisándole los talones. Lo último que quiere ver es un enfrentamiento entre las dos personas que más quiere. Taehyung agarra a Jimin por la nuca y pega su frente a la del otro, que no se achica. Se miran durante unos tensos segundos y entonces, Taehyung se abalanza sobre la boca del otro. Lo besa, arrastra sus labios, lo tienta y lo alimenta. Y Jimin acaricia su cuello, su pelo, igual que lo hace con él mismo; los mismos roces, la misma mirada brillante llena de anhelo y la respiración agitada.

—Oh, bueno... —piensa Jungkook, complacido por la escena. Jimin está hermoso, de puntillas, agarrando al otro por el cuello y Taehyung se ve decidido, con una mano en su cintura y la otra sobre el muslo—. ¿Habéis empezado a jugar sin mí? —pregunta al alncanzarlos, colocando una mano en cada uno de ellos, que, con los labios hinchados parecen sorprendidos. No así Jungkook, que sin mediar palabra alguna más, le arranca un beso a Taehyung, que por un momento se tambalea abrumado, para luego volverse y probar los labios de azúcar de Jimin.

—Juguemos los tres, pues.



Tres no es multitud /One shot/ VkookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora