capítulo IV

5 0 0
                                    

POV; Samuel.

Ya en la cena, bueno más que cena parecía un banquete, ni que fuéramos un mar de personas.
mire a mi alrededor buscando a mis dos hermanos teo y leo, nombre completo Teodoro y Leonardo, o abreviando Leonard o oro, medio raro ya que bueno no me quejo y yo les digo teo y pues Leo y ya.

—Hey Samu, por acá —había escuchado unas voces llamándome, me volteó y eran ellos dos sentados en otra punta, donde eran los primeros en ya servirse, eso hizo que se me escapara una risa.

No había momento donde no estaban juntos comiendo como dos cerdos.

Me acerqué aquellos dos sin vacilar, Sebastián como cualquier sirviente o por lo menos el mío, se quedó conversando con los otros.

–Dale ven, no seas tímido. –dijo el mayor de los gemelos, en un afán de bromear.

—Si, si ya voy.

Me senté junto a ellos, miraba la mesa llena de comida, no había ni un plato que no estuviera llenó cada uno con diferentes cosas.

Trate de agarrar uno de los platos, pero teo me pego la mano, lo miró con el ceño fruncido.

—Ve a conseguir tú comida, la nuestra ya está.

—Yo pensé que me habían guardado para mi.

Leo soltó una pequeña risa, para luego volver a mirarme.

—Mira, sami, te guardamos un asiento, no es que te dejamos comida.—Leo, me miró con una sonrisa de orgullo. —es lo mínimo que hicimos por nuestro hermanito.

Su mano se posó en mi cabeza, para luego despeinar mi cabello con cariño, si se podría decir así.

Lo mire con enojo y me levanté, a buscar mi comida mientras me arreglaba el cabello, era algo que no deseaba que sebastián mirará, no deseo un reproche de su lado.

Al estar tan distraído arreglando mi pelo, choco sin mucha fuerza con el hombro de alguien.

Me iba a disculpar, pero no llegué cuando me habló con tanto descaro.

—Veo que los gorriones son tan maleducados como sus hermanos. —exclamó con un tono burlesco.

—Claro, es mi problema que te metas en el camino.

—Tú mal vocabulario, lo dice todo. ni siquiera te disculpas, luego de haberme tirado mi vino, encima de mi cara chaqueta de franchesca delissa. —elevo su voz con descaro.

—Nadie te manda que traigas una estúpida chaqueta cara, de una tal lissa.— sentía como me hervía la sangre del enojo. —me iba a disculpar antes de que tiraras tanta mierda de tu boca.

Echó una risa, esa risa hizo enojarme más, ya estaba por tirarle un golpe hasta que alguien termina interrumpiendo.

—¿Qué ocurre? ¿por qué razón andan a los gritos? —exclamó Dieterich, frunciendo el ceño, se notaba el disgustó en su mirada.

—obviamente, yo no empecé. —el idiota hablo con la cabeza en alto tratando de salir de la culpa.

Yo lo mire con asco, mi enojo ni siquiera bajaba.

Escuché como mi primo suspiro por la situación, luego dirigió la mirada hacia mi.

—Samuel, ¿tienes algo qué decir? —exclamó con calma, me miró comprensivo.

Estaba pensando si él me creería, vamos soy el maldito menor, no es que tenga la mejor reputación en este maldito castillo.

Suspiro para calmarme, mire con tranquilidad a Dieterich o eso trataba de hacer.

—No fue mi culpa. —es lo único que salió de mi boca, sin titubear.

—Acá vemos la máxima expresión de un mentiroso.— dijo el idiota naringon, que empezó todo.

—guárdate tus comentarios máximo, mejor ve y consigue un nuevo vino, si no quieres menos puntos. —alegó mi primo, acomodando su cabellera de un hermoso color cobrizo.

Mi hermanastro, suspiro del enojo, a regañadientes se fue del lugar a buscar otra copa de vino, sin antes empujar con fuerza su hombro contra el mío.

—Sam, ¿estás bien? —sentí como su voz se suavizó cuando me habló, eso me hizo sentir alivio por alguna razón.

—digamos que sí, ahora me doy cuenta que no puedo ir a comer, sin toparme con desgraciados. —bufé para luego seguir mi camino a la gran mesa llena de comida.

Mi primo ni siquiera disimuló y me siguió.

—La suerte siempre está, solo que otra gente quiere interrumpe.

Lo mire con rareza realmente no entendí un carajo de que me dijo, y creo que se dio cuenta porque soltó una pequeña risa, acompañado de una encantadora sonrisa que rebosaba de comprensión. Por alguna extraña razón.

—A lo que voy es que eres afortunado Sami, solo hay personas que te envidian y quieren acaparar esa suerte que tú tienes. —exclamó con orgullo, mirándome como una madre a un hijo.

Mi primo, siempre fue así de cariñoso conmigo lo demostró de tantas maneras, desde que éramos jóvenes.
Yo pensaba que se debía a que al no tener hermanos menores quería uno.

—Osea, debo cobrar venganza. —dije con alegría, mientras empecé a llenar el plato que tenía en mi mano con comida de la mesa.

—Nunca cambias, ¿no? —me miró con cariño y desordeno mi cabello recién acomodado. —tonto, te decía que no les des atención, porque eso esperan de ti ignoralos y vas a ver como se enojan más, creo que esa venganza te servirá.

Lo dude por un segundo y luego asentí, tenía razón a esa clase de idiota les hierve más la sangre, si los ignoras.

—¿Qué haría si mi primo no me da unas de sus charlas emotivas?

Él se río por mis palabras, yo ya había terminado de agarrar comida así que le mire dándole una señal para ir conmigo a la mesa con los gemelos.

—Aunque iría con gusto, no sería bien visto, acuérdate que soy un evaluador y mi responsabilidad es ver su comportamiento, tengo que mantenerme a raya. —exclamó con serenidad y una compostura recta.

—Así que sería mal visto si te sientas con nosotros, ya que pareciera que nos favorece.

—Exactamente, me alegro que entiendas rápido, no puedo esperar menos de ti. —sonrió para luego volver a acariciarme la cabeza. —Bueno tengo que irme, te deseo suerte, Samuel.

—Igualmente.
Me despedí con la cabeza, ya que mis manos las tenía ocupadas con la comida que yacía en mis manos.

Su pelo cobrizo como el que con una sonrisa se despidió, se alejaban.

Realmente nunca voy a entender porque le caigo bien.

Dejé de doler tanta vuelta y me dirigí a la mesa con los gemelos, quisieron tocar mi comida cuando llegué, pero les di un manotazo, para luego decirles que vayan por su propia comida.

Así estuvimos un rato, a las horas hubo otra charla para dividir los horarios y de qué trataría más esta evaluación cosas que no se pudieron detallar en la reunión.

Todo acabó al anochecer, yo me despedí de mis hermanos y de los otros príncipes, sin más me dirigí a mis aposentos con Sebastián.

Cuando le expliqué lo sucedido, me dijo que vio lo sucedido pero no podía intervenir aunque él quisiera, ya que era una disputa de príncipes, se disculpó apenado.

Le dije que estaba bien y entendía, de todas formas me salvó el evaluador, aún que maldije en todo el camino a ese imbécil.

Aun así espero que mañana todo sea diferente y que la tranquilidad esté, para dormir todo el día, pensé ilusionado.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 24 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

¿Quien Es El Heredero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora