prólogo

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“¿Alguna vez has escuchado de la chica que vive congelada? El tiempo paso para los demás, pero ella no lo sabía. Ella aún tiene 23 dentro de sus fantasías, como se suponía que debía ser.”

   —Taylor Swift, righ where you left me.




Es extraño como funciona la memoria, como dicen que tú propio cerebro elige protegerte. Algunas cosas se descocen, así me gusta imaginar que sucede con los malos recuerdos, me gusta la idea de que se desgastan y por eso ya no tienes esa necesidad de ocuparlos. Se vuelven inservibles y entonces los tiras.

Hay memorias existentes que ya no soy capaz de recordar bien. Son ese tipo de flashbacks que surgen en el momento en que cruzo la puerta del condenado departamento 131 y veo el gran mural de los peces que mi mejor amigo y su novio dejaron apenas en el comienzo. Toda esa gloria y romance desvanecidos, olvidados, dejados a propósito.

Veo ese mural y solo puedo pensar en Jun Hoe.

En realidad no recuerdo su rostro. No sé cómo se siente su piel contra mis dedos, o si cabello grueso sigue igual (sabía que era grueso y áspero por todas las veces que llegué a peinarlo, se siente como que fue en otra vida diferente), tampoco sé si su olor es parecido al café que tomo cada mañana, tal vez es solo por la  sensación que me pica en la nuca y se desliza lentamente hacia mi columna.

A veces sospecho de esas memorias indescifrables, tal vez son simples datos que no puedo borrar. Por alguna razón se han quedado ahí, en mi subconsciente. Pareciera que tienen brazos viscosos que se arrastran por toda la piel y dejan sensaciones raras, hormigueos y deja vu's incómodos. A veces solo es un dolor de espalda o pies, otras veces es un dolor de garganta o dolor en los huesos de tus manos y rodillas. Pero fácilmente esos dolores se pueden deber al frío así que no tiene mucha importancia.

No es como que me hayan impedido seguir con mi vida, o dormir, o pensar en él, los viejos tiempos y los dolores pasados (y como eran calmados con un simple momento entre brazos cálidos y olor a café humeante).

Pero no todo gira en torno a él, gracias a Dios.

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Porque si hay recuerdos tan vívidos que no puedes dejar de reproducir en tu cabeza, como una canción que te duele tanto que se vuelve tu favorita, como el sonido del tren pasando a un lado de tu cuarto; y el ligero temblor de los libros que tu papá acomodó en aquel mueble de madera, esos años de tu vida, esas heridas. Tu pasado antes de él.

Incluso fuiste al lugar y tomaste fotos, grabaste los sonidos y trajiste un ramo de flores de cerezo que ahora se está secando en la sala.

Pero sin importar las diferencias, y los dolores diferentes que te dan, ambas memorias te consumen. Las que no puedes recordar se quedan en tus sábanas, en tus shampoo, en tu cepillo de dientes, en las persianas que están llenas de polvo. Las que no puedes sacar de tu mente... las arropan, les hacen la comida y esperan su regreso cada noche, con ansias locas.

Y lo único que no regresa es él.

y los años perdidos, por supuesto.

En fin, no sé cómo contar mi historia. Es algo que se nota a leguas. A veces decido fingir que me volví famoso y lo estoy contando como anécdotas raras que la gente no creería que les pasa a la gente increíblemente famosa y guapa.
























Dicen que mañana lloverá de nuevo. [𝖏𝖚𝖓𝖍𝖜𝖆]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora