Capítulo 8

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Elsa lo habia vuelto a hacer. Habia provocado al pirata. Pero ahora no sabía si felicitarse o reprenderse a sí misma. Al parecer no habia aprendido la lección la noche anterior con lo sucedido en la bañera y ahora habia vuelto a tocar la fibra sensible de Hans. Se habia aprovechado de eso, y el pirata se encontraba reclamándola. Y no sabía si detenerlo. Demonios, ¡no lo sabía! O más bien no sabía si iba a tener el suficiente coraje y sentido para detenerlo. La pasión habia vuelto a correr por su sangre, el frio que la caracterizaba comenzaba a derretirse en su piel con cada ardiente roce de los musculosos brazos del pirata. De su enemigo.

Joder.

Durante la cena, Elsa habia querido obtener información sobre él, intrigarlo un poco, desde que habia escuchado de la señora Mary sobre el aprecio que parecía tenerle la gente de Berk y todo por haber ayudado a un habitante del reino, no podía dejar de pensar en ese extraño Hans que la posadera le habia descrito. Y la hacía dudar en el Hans tan diferente que ella conocía como villano.

Gracias al champan, Elsa se habia relajado y el licor habia hecho que perdiera la rigurosa formalidad de su postura cuando Hans apareció en el comedor. Entonces habia intentado sacar el tema, la conversación estaba corriendo muy bien entre él y la posadera, pero cuando las miradas se dirigieron hacia ella, Elsa tan sólo sonrió. Le dedicó a Hans una sonrisa y batió sus pestañas hacia él. Y aunque nunca pensó que la reacción del pirata llegaría a esto, sin duda tuvo que haberlo previsto. Pero se encontraba felizmente ebria y, al renacer su pasión tras los excitantes besos del pirata, realmente ya no le importaba.

Su lado púdico y formal de reina podía echarle la culpa al licor que habia ingerido en la cena, el cual habia nublado su cabeza e inhibido su sentido común. Pero el lado pasional y excitante que acababa de descubrir como Elsa, no podía dejar de responder a los fogosos besos de Hans. Y contestar con gemidos cada delicado masaje a su seno.

El pelirrojo la habia llevado hasta la cama y se habia posicionado sobre ella. Sentir la cercanía de ese cuerpo fornido la estremeció completamente y con manos temblorosas se atrevió a enredar sus brazos alrededor del cuello del pirata atrayéndolo más profundamente a su boca. Escuchó al castaño gruñir de placer por su acción y Elsa se sintió de pronto perversamente poderosa.

Tal vez el estado efervescente en el que se encontraba era resultado del licor, pero no quería detener esa sensación.

Y no lo haría.

La señora Mary tenía razón... en la cama era donde podía encontrar a un hombre en su estado más débil.

Y ella estaba a punto de comprobarlo.

El pirata le habia arrancado el vestido dejándola sólo con el delgado camisón interior. Mientras él mismo, entorpecido en sus movimientos por el deseo, desabotonaba su camisa arrojándola lejos. Entonces la vista del torso desnudo que tanto habia visto esos últimos días, la acorraló. Y volviendo a sus labios, Elsa se atrevió a pasar sus manos por esos fibrosos músculos. Éstos se tensaron al instante y la rubia continuó su exploración impulsada por la agradable sensación de sentirse llevando el control de los gemidos del hombre que se encontraba encima de ella. Hans gruñía entre sus labios con cada toque inocente que ella hacia alrededor de su cuerpo, y al parecer lo estaba haciendo perder el control. Elsa se dio cuenta de eso al sentir entonces la lengua de él bajar por su cuello provocándole deliciosas sensaciones que crepitaban dentro de su vientre. La húmeda lengua del pirata siguió bajando por su pecho hasta llegar a sus sensibles senos. El camisón lo arrastró junto a su boca y sus sonrosados pezones quedaron libres.

Absorbió sus botones rosas, los lamió, y los llenó de besos. Al mismo tiempo una de las grandes manos del castaño recorrió su cintura. Terminó de desvestirla y apretó su muslo contra su prolongada erección. Elsa sintió entonces el deseo invadiéndola entre sus piernas, y soltó un pequeño grito al sentir como su mano llegaba hasta ese pequeño lugar entre ellas. Hans habia cubierto con sus dedos el triángulo entre sus piernas y comenzaba a frotar en sensuales y rítmicos movimientos que la hicieron perder la cabeza y arquear su espalda contra él. La reina nunca imaginó que una invasión como esa pudiera ser tan excitante y placentera al mismo tiempo. Los expertos dedos del pirata sabían dónde tocar para darle más placer, y con cada roce hacia su punto más sensible de su entrada, Elsa alzaba sus caderas contra las de él. Lo que no habia culminado en la bañera la noche anterior, ese conjunto de sensaciones arremolinándose frenéticamente dentro de su vientre, ahora las sentía cada vez más cerca. La hacían temblar y la ahogaban con cada movimiento de los dedos de Hans dentro de ella. Y cuando sentía que explotaría en cualquier momento, Hans volvió a parar su movimiento. Pero sin dejar de invadir su centro con los dedos.

Mi Caballero PirataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora