1 | Shots

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Hoy fue un largo día, pero no pareció importarle, las rutinas, la protección y el placer eran un ámbito común. Él cumplió su trabajo en asistir al cumpleaños del hijo del jefe, todo era perfecto, deslumbrante y Kakyoin se veía exactamente igual: Pulcro y calculador. La carnada se ha preparado, no se trataba de un cumpleaños feliz, era un plan para eliminar; Sin embargo, todo se retomaba en la cama, el desahogo de su jefe por necesidad sexual.

Un cuerpo que se enreda en el otro.

Una voz que se entrecorta más y más.

Y luego recordó la promesa, necesitaba ir a otro lado. Aprovecho el sueño del pelirrojo y se marchó. Su mente vacía proceso el arranque del auto, formulando preguntas tras el semáforo rojo: ¿Su jefe se enojará? ¿Qué debería responderle donde estuvo? ¿Vale la pena?

El caso era extraño, su vida ha sido colmada de millones de situaciones absurdas, locas y sexuales, ¿Qué habría de diferente con esa mujer? Ya mantenido contacto con tantas personas que olvido el entusiasmo y perfectamente él pudo dar la curva al hotel del pelirrojo y continuar su trabajo, ignorarlo y seguir la línea monótona.

Pero Jotaro necesitaba este acto sin sentido y llegó a la dichosa cafetería nocturna. Al verlo más de cerca, no parecía una cafetería, era un viejo Pub, decorado con telarañas, insectos volando libremente y ratas peleando en la entrada. El interior era ligeramente aceptable, mantenían las mesas limpias, y la mucama espantaba los animales con la escoba. Jotaro se acercó a la licorero y preguntó por la mujer.

El señor le dijo que ella no ha venido en todo el día, y seguro no haría lo mismo a estas horas. Jotaro pidió disculpa por hacerle perder el tiempo y compró unos licores para su jefe antes de regresar al auto.

Él volvió a guardar las llaves en el bolsillo.

  —¿Tratando de robar mi auto de nuevo? —preguntó a la mujer, quien usaba sus aretes como ganchos y un destornillador.

  —También me alegro de verte, Follaman —regresó el saludo, aun enfocada en quitar el seguro del auto—. ¿Qué te trae por aquí?

  —La promesa de anoche.

Él jamás olvida una promesa.

  —¿De qué me hablas mi chavo? —hizo una mueca.

Ella si lo hace.

Jotaro suspiró, recostando la espalda en el muro del Pub, dejando junto a sus pies, los licores. Cruzándose de brazos, buscó las palabras indicadas y contó lo de ayer, pudo haberla pateado a un lado, decirle que dejará de ser tonta e irse, pero decidió estar con ella y hablarle.

Todo eso fue un momento imperfecto.

—Ah, ahora recuerdo —sonrió ella, frotándose ambas palmas y prosiguió en abrir la puerta del vehículo negro. No lo logró—. ¡Maldición!

—Es un auto aprueba de trucos callejeros, incluso de hackers —explicó Jotaro, sirviéndose un vaso de licor.

—¿Por qué tanta seguridad? ¿Qué tienes ahí? ¿Un cadáver? —gruñó la mujer, riéndose y recuperando sus aretes personalizados para estar junto al hombre y beber de la botella completa.

Jotaro negó con la cabeza y cogió otra botella—. El auto le pertenece a mi jefe, yo solo lo conduzco y limpio.

—Me están dando más ganas de robarlo —Jotaro vio los ojos de la mujer iluminarse, y le sostuvo el brazo para que no se lanzará al vehículo—. ¿Me crees capaz de romper el vidrio?

—No te conozco, debo ser precavido —Hizo que se sentará de nuevo.

La mujer bufó, cruzándose de brazos como niña chiquita. Jotaro simplemente la miró, no parecía diferente al resto de mujeres que tuvo la oportunidad de conversar, o a las damas que han estado en su cama por motivos desahuciado, ella solo estaba existiendo para robar o tratar de conseguir un capuchino en el Pub, que obviamente no hallaría; el único detalle único era sus aretes, plateados, con pequeñas pepitas doradas en el extremo en forma de gancho.

Entusiasmo • Jotaro Kujo x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora