La suave mañana los despierta, comenzando con pequeños rayos de sol atravesando la cortina de seda, iluminando el lugar y dos seres que hasta hace unos momentos dormían, cubiertos con nueve colas que los protegían a ambos. Los tiempos fríos llegaban; tal vez hoy comiencen las primeras gotas.
El kitsune brillaba intensamente con su impecable pelaje blanco, debido al continuo cuidado, pero su mantenimiento tomaba buen parte del día. Por ello compañero de vida lo ayudaba; eran esos momentos de tranquilidad donde aprovechan para sentirse como los seres más afortunados.
Las colas del kitsune eran el motivo de eso.
Hoy se tomarían el día libre debido a que los pasados días estuvieron recolectando leña y arreglando el santuario.
Los primeros ojos en abrirse fueron de Oda, que rápidamente se dirigieron hacia la figura aún dormida de Dazai.
Sus orejas esponjosas y blancas estaban caídas mezclándose junto a su cabello castaño. Su respiración tranquila y suave, que movía disimuladamente los finos pelos de su cola que lo abrazaban, era un pequeño capullo blanco; estaba muy feliz de también compartir las colas del kitsune. Miraba las que se encontraba sobre sí mismo y el simple roce a las puntas azulinas le recordaban a los pétalos de una flor a punto de caerse si no tenía cuidado, pasando sus dedos por las suaves hebras.
Dazai se despertó al sentir que alguien lo tocaba de manera lenta y delicada, sabía quién era, no abriría los ojos para seguir sintiendo sus pequeños toques, pero tenía hambre.
Sus ojos se conectaron cuando los abrió, y un suave "buenos días" mutuo los recibió.
Dormir y despertar no siempre conserva la apariencia del pelaje. Hoy sería un día tranquilo.
Caminaron a los alrededores para ver su buen trabajo del lugar y juntos los hizo sentir bien. Llevando con ellos algunos aperitivos y un infaltable melocotón.
El lugar donde siempre iban era a una fuente natural con un riachuelo que atravesaba por el santuario, siempre en movimiento con hojas o flores pequeñas que arrastrara; el viento movía sus túnicas como farolillos. Se ubicaron en el mismo sitio para empezar con la sesión de acicalamiento de las colas de Dazai.
Cada uno tomo las colas cercanas. Dazai tenía una sonrisa dulce, pasando un cepillo de inicio a fin. La suave brisa movía sus cabellos ondulados al ritmo de su cepillo pasando por algún pelaje enredado. Oda como siempre tomaba su ritmo calmado para apreciar las hermosas colas de su pareja, no le era necesario verlo, sabía lo feliz que estaba, así que no podía evitar tener una pequeña sonrisa, amando lo que está haciendo.
Les faltaban tres colas, y decidieron pausar.
Oda pasó del pelaje a tocar la mejilla de su amado. Era igual de suave, sus rizos se enrollaban en sus dedos, y podía ver un rostro brillar y mirarle con una ternura dedicada únicamente a él.
Dazai dejo el cepillo para tocar la mano en su mejilla, y mecerse sobre ella. Era cálida. No quería alejarlo, aunque era de día todavía, quería dormir junto a esa hermosa sensación, sentirse al lado de alguien que lo protejan como al más valioso tesoro de todo el santuario. Tuvo la gran oportunidad de experimentarlo y acostumbrarse a ello, lo hacía olvidar lo que antes era sin la calidez que tiene ahora. No se sentía orgulloso al pensarlo, despreciaba ese lado de sí mismo, pero todos cambian, y quiere quedarse con quien cambio su vida.
Decidió acercarse, el momento era el adecuado, quería sentir más calidez en su rostro.
Cayóuna gota sobre su nariz que lo detuvo. Oda, que también se acercaba lentamente lo intercepto. Cerró los ojos para lo que seguía.
Un pequeño beso en su nariz, sutil delicadeza y lo suficientemente reconfortante como un abrazo y calentar su pecho.
El rosa del melocotón se impregno en él.
No se habían percatado de las nubes moviéndose, aunque solo era en intervalos acumulados, el sol aun los atravesaba con la lluvia cayendo. Las gotas eran pequeñas, no los mojaría de inmediato, así que era su señal para terminar las tres faltantes.
La última cola se encontraba a la altura de su columna, por lo que no podía acercarse. Oda siempre se encargaría de esa, y Dazai aprovecharía para echarse sobre el regazo y mirarlo cómo termina; al final siempre recibiría caricias en sus orejas.
Cuando termino decidieron regresar mientras comían. Dazai no soltaría su melocotón y la degustaría hasta terminar, lo cual era un problema para Oda que siempre tenía que estar andando con un pañuelo para limpiar el jugo que se resbalaba por los labios de Dazai, que terminarían llegando a sus vendas y cambiar eso tomaría tiempo.
Mientras recorrían su camino Dazai movía sus colas para evitar que las gotas se acumulen, Oda lo veía divertido, pero miraba atento la cabeza de este. Los pequeños rocíos blancos por el reflejo del cielo nublado la adornaban como a una telaraña. El suyo también lo estaba, sentía una mirada cuando giraba a ver a otro lado.
Sus manos se entrelazaron encontrando calor entre ellas.
Comenzaba a hacer frio; el sol ya no podía ingresar calentando la superficie y con ello la lluvia en mayor cantidad.
Entraron a tiempo al cuarto con vista el exterior lluvioso.
Encendieron la leña de la chimenea y permanecieron juntos sentados sobre unos cojines y apoyados, viendo la lluvia caer armoniosamente sobre las hojas de los árboles y arbustos en silencio, Dazai recuperó el calor que le faltaba y cerraba sus ojos para escuchar mejor los sonidos del afuera, apoyándose más sobre Oda. Este lo sujeto del hombro.
- ¿Vas a dormir? Hoy toca curry.
- Estoy escuchando las gotas caer, y tu corazón latir... Creo que tomare un descanso.
- Bien, descansa; cuando esté listo te despierto.
Y se dejó caer sobre los cojines.
- Si... gracias... Odasaku... te quiero.
Cubriéndolo con una manta y dejando un beso casto en la frente de quien siempre cuidaría.
- Gracias por hacerlo. También te quiero Dazai.
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EL ROSA DEL MELOCOTÓN EN TUS MEJILLAS
Short StoryExistía algo íntimo entre ellos; y era peinar las colas del kitsune. Dedicado a Joanna, Muchas gracias por tu dedicación y tiempo invertido, por ello tienes tu recompensa.