preguntas y respuestas inesperadas

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—¡Despierta de una buena vez, Cassia! —le gritó Lucie.

Ya había amanecido y debían bajar a desayunar. La señorita Laurent se había levantado primera y había ido a despertar a Cassia, que seguía tendida en la cama sin inmutarse. Soltó un gruñido y lanzó un manotazo que Lucie pudo esquivar ágilmente. 

—Juro que voy a asesinarte —gruñó la doncella— ¡Quiero dormir!

—Hay que desayunar —dicho esto la joven Laurent la empujó fuera de la cama hasta que la señorita Clart cayó al piso.

Se levantó furiosa y, luego de balbucear algunos insultos dirigidos hacia Lucie, se cambió. Seleccionó un vestido de torso ajustado y una falda fina y suelta. Era de unas telas color lavanda y malva, las mangas tres cuarto eran como una piel más sobre sus delgados brazos. Con los elegantes y finos guantes —que hacían conjunto con su vestido— se cubrió sus manos. Sus labios brillaban de color cereza, sus mejillas estaban algo sonrojadas, y decidió dejar sus ondas azabaches atadas en un rodete. Sus escarchosos ojos lapislázuli destellaban y la punta de su respingada naríz estaba algo rosada por el frío.

Se dirigieron a la habitación de Lucie para que se preparara.

—¿Vas a mentirle? —preguntó ella repentinamente dejando a la joven Clart con la boca seca.

No había decidido. No sabía que hacer. Estaba confundida. No era seguro que James sintiera algo, tampoco estaba segura de hacerlo ella, solo habían bailado y... Sentido un calor impresionante, escalofríos, temblores... ¿Acaso era eso el amor?

—No lo sé —confesó—. Quizá improvise.

—Improvisar... No sé hacer eso, yo tengo todo perfectamente planeado.

Y eso era verdad. Lucie era organizada, planificadora, mientras que Cassia... Improvisaba, hacía las cosas de corazón y no con la cabeza y, según ella, no sabía si eso era algo bueno o malo.

—Haré lo que se me ocurra en el momento —decidió y se encogió de hombros.

—¡Las damas no se encogen de hombros, Cassia Clart! —ambas estallaron en risas.

Luego de que Lucie terminara de cambiarse con su vestido albahaca —que era del mismo corte que el de la doncella—, enjoyado con diminutas perlas en la cintura y con algunos detalles en verde oliva; peinara su cabello en un rodete y adornara su peinado con una orquídea blanca, bajaron a desayunar.

Se sentaron en una mesa junto a Katerina, Lydia y Kennedy. Más tarde llegaron Theodore, James y Marco. Las damas disfrutaban de un té caliente mientras que los muchachos se habían decidido por un café amargo.

Todos estaban sumidos en un incómodo silencio.

—¿Dónde se encuentran sus padres, señorita Clart? —preguntó Theodore a la joven en un intento de comenzar una conversación.

Cassia levantó su vista de la bebida y aclaró su garganta antes de contestar—: Ambos fallecieron cuando tenía cinco años. En un incendio.

Su vista se nubló de lágrimas que contuvo —algo que todos pudieron notar—. Suspiró pesadamente y volvió a beber.

—Lo lamento mucho —proclamó James y codeó a su amigo por debajo de la mesa, mientras lo fulminaba con la mirada y lo incitaba a hablar.

—Sí —dijo este—, no debí preguntar.

—No es nada —respondió ella y arqueó una triste sonrisa.

Lucie le tomó la mano. Ella era su apoyo y Cassia era el de ella. La señorita Laurent había perdido a su madre y la doncella a ambos padres. Tal vez por eso, ellas se entendían mejor que nadie.

Lydia percibió lo incómoda que continuaba siendo la situación y decidió hablar para calmar las cosas, claramente no eligió el mejor tema—: Cassia, ¿Has disfrutado del baile ayer?

Ella se atragantó con el té por la sorpresa que le provocó esa pregunta. Intentó disimular su expresión, y lo logró, sólo Lucie había notado lo nerviosa que se había puesto y, por eso, la joven Laurent rió, y ese gesto llamó la atención a todos —menos su doncella— en la mesa, cada uno de ellos con el ceño fruncido.

—¿Qué es lo gracioso, princesita? —inquirió Katerina observándola sin comprender.

—Nada —dijo ella ahogando sus risas.

—Ha sido una noche interesante, señora Primrose —contestó Cassia ignorando la risa de Lucie—, sin duda lo he disfrutado.

Eso complació a la señora, pero no logró llenar su curiosidad. Por eso siguió preguntando —:¿Con quién has bailado, querida?

Cassia se tensó y se sonrojó visiblemente. Observó a la señorita Laurent, ya había estallado en carcajadas. Ver nerviosa a su doncella era algo que disfrutaba, sin duda alguna.

—Lucie —le reprochó su abuela—, compórtate.

Ella se aclaró la garganta y se puso seria —o al menos eso intentó, porque seguía riendo por lo bajo—.

—Bailó con James —contestó ella por Cassia.

Lydia esbozó una sonrisa sincera y guardo silencio, paseando su mirada desde Cassia hasta James, y desde él hacia ella.

—¿Es eso cierto, pequeña? —preguntó la anciana Laurent realmente entusiasmada.

—Sí... —respondió la joven Clart tímida, tan suave que a penas se la pudo oír.

—¿Cuántas piezas? —Katerina estaba a punto de gritar.

—Siete —contestó el muchacho Primrose con una ancha sonrisa de suficiencia.

—¡¿Siete?! —preguntaron todos los integrantes de la mesa, excluyendo a Lucie que ya lo sabía.

—Sí... —repitió Cassia.

—¡Esas son muchas piezas! —gritó Katerina, ya no se contuvo más, y todos en el salón se giraron a verla.

—Abuela, los modales —le reprochó su nieta.

Lucie y Cassia estallaron en carcajadas y todos las miraron sorprendidos, disfrutando de sus melodiosas risas.

Una vez que ambas se calmaron, Kennedy habló—: Estaban bastante cerca el uno del otro ayer —opinó señalando a su hermano y a la joven Clart con su cucharita de té, gesto que molestó a su madre.

—Sss... Sí... Cre-creo... No lo sé —balbuceó la doncella.

Lucie volvió a reír y Cassia pateó su pierna por debajo del mantel, sin quitar la sonrisa angelical de su rostro.

—¡Auuuuch! —se quejó la señorita Laurent.

—Los modales, querida —la reprendió su abuela.

—Pero... —intentó reprochar, pero Katerina no la dejó.

—Los modales —repitió.

Lucie masticó su tostada con furia y Cassia amplió su sonrisa.

—¿No los has visto bailar, madre?—Kennedy volvió sobre la conversación—. Todos en el salón lo han notado.

Kennedy hablaba como si Cassia y James no se encontraran justo frente a ella.

—No, no he tenido el placer —contestó Lydia.

Lo cierto es que sí los había visto. Cómo su hijo la abrazaba por las caderas, la aferraba contra sí, no la soltaba. Esa imagen la llenó de felicidad, ya que James nunca había tenido interés en ninguna dama y, tarde o temprano, debería casarse.

Lydia no sabía que Cassia era una doncella. Lo cierto es que, si lo supiera, no le importaría en lo más mínimo. Lo único que anhelaba era ver a su hijo feliz, y casado por amor y no por obligación. Pero no se podía decir lo mismo de Liam. El señor Primrose. Él no la aceptaría, despreciaba a las personas de clase baja.

Lydia solo quería que James conociera el amor, y sentía que la joven Clart sería la persona perfecta que le enseñaría a amar.

Sus labios rubí esbozaron una amplia sonrisa y miró a su hijo. Observó cómo la mirada de James no se separaba de la dama sentada justo frente a él, la cual reía delicadamente.

Ver a su hijo feliz. Eso era todo lo que quería.

Doncella (Roselline #1 - en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora