primeras sonrisas indebidas

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Cuando la señora Primrose anunció que era la hora de comenzar el baile, todos se pusieron de pie y se dirigieron al salón contiguo. Cassia lo hizo de mala gana, pues sabía que se iba a aburrir mirando a todos disfrutar de la música mientras que ella estaría sola sentada en un rincón. De todos modos mantenía una sonrisa angelical en el rostro.

La primer pieza la bailó con Thelonius. Él la conocía a la perfección y no quería que ella lo pasara mal o que se hastiara.

—Parece que encontró algo interesante —dijo Cassia y apuntó con la cabeza a Lucie, que bailaba con un joven a escasos metros.

El acompañante de la señorita Laurent vestía un traje azul marino, sus ojos del mismo color miraban a la dama con una incomprensible expresión. Tenía su oscuro cabello castaño despeinado y se los veía a ambos reír sinceramente.

—Quizá al fin encuentre un prometido —Thelonius esbozó una sonrisa.

La música llegó a su final, pero ambos siguieron hablando mientras esperaban a que la siguiente pieza comenzara.

—Disculpe —James interrumpió la conversación entre la doncella y el padre de Lucie—. Señor Laurent, ¿Le molesta que pueda compartir un baile con la señorita Clart? —inquirió ansioso, y las mejillas de Cassia se sonrosaron—. Si ella así lo desea —añadió el joven.

—Toda suya —contestó Thelonius. Le dedicó una sonrisa a la doncella y se retiró.

James se acercó a ella y posó una de sus manos en la cintura de Cassia, la otra se entrelazó con los delicados dedos de la mujercita. La música volvió a comenzar y ellos se movieron al ritmo de la dicha.

—¿Qué es lo que hace en Roselline, señorita Clart? —indagó él, con la intención de romper el silencio que se había instalado entre ambos.

—Acompaño a Lucie Laurent —contestó ella.

Él la observó unos segundos antes de volver a hablar.

—Ese vestido le queda a la perfección —la halagó, obligándose a fijar sus ojos en los de ella, y no en las delicadas curvas de sus pechos.

Cassia se sonrojó antes de responder un tímido—: Gracias.

No sabían como había pasado, pero en la tercera pieza que bailaron juntos, quedaron pegados el uno con el otro. Él tenía ambas manos rodeando la cintura de la joven y ella entrelazaba sus dedos por detrás del tieso cuello de James. Sus rostros a pocos centímetros, sus miradas inseparables y sus respiraciones desbocadas. Los alientos de ambos chocaban contra sus pieles, y sus latidos estaban acelerados. La sangre les hervía y tenían sus bocas entreabiertas.

Todas las miradas de las personas caían sobre ellos. No era correcto bailar tan cerca y el roce era más del necesario. Esa fue una de las pocas veces en las que Cassia se olvidó de la reglas de la sociedad frente a semejante gentío. Su timidez se esfumó al estar con ese joven. Era prisionera de sus ojos café, con esas destellantes manchas verde oliva. La punta de la nariz de él rozaba la suya. Cerró sus párpados y exhaló pesadamente. Le faltaba el aire, nunca un hombre se le había acercado tanto. 

James estaba inundado del aroma a jazmín que tenía la piel de Cassia. Los labios carmesí de ella lo estaban tentando, estaba completamente perdido, no sabía que era lo que le pasaba. Los suaves dedos de ella le acariciaban el cuello, se enredaban en su cabello, era una sensación de lo más relajante. 

Apretó sus manos contra la cintura de ella y la acercó más contra sí, si es que eso era posible. Sus cuerpos colisionaron el uno contra el otro. Apoyó su frente sobre la de ella y la miró con los ojos entrecerrados. Inspiró lentamente el dulce aroma. No debía estar tan cerca de una dama —mucho menos en público— pero no podía, ni quería, separarse de ella.

Doncella (Roselline #1 - en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora