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Entre abrió un poco sus ojos y los cerró de nuevo. Los golpes insistentes en la puerta no cesaron, al contrario, fueron en aumento. Aun con sus ojos semi cerrados, masculló algunas maldiciones, encendió el velador y se levantó. Como pudo, aclaró la vista y observó la hora en su teléfono. ¿Era maldita broma? 4:26 a.m. Estupendo.

Acomodó un poco su cabello y se encaminó a la entrada.

– Ya oí, ya oí. Ya voy –gruño somnolienta. Solo un idiota la molestaría a esa hora. Sacó las trabas y jaló del picaporte dejando entrar a una figura más grande que ella– ¿Tienes… tienes idea de que hora es? –interrogó en medio de un bostezo. Estaba despeinada, desarreglada y bostezando. No era sexy, pero a la segunda persona en la habitación, le pareció la mujer más hermosa de todas– ¿Quieres té Michael? Michael. Te estoy hablando.

– ¿Qué dijiste Mickey? –pareció salír del trance.

– Que si quieres té.

– Oh no, no. Estoy bien.

– ¿Qué ocurrió? –preguntó caminando de vuelta a su habitación, esta vez, seguida por él.

– No podía dormir –como siempre.

Ella se recostó y esperó a que Michael lo hiciese a su lado. Se quitó su cazadora y sus pantuflas, para acurrucarse al lado de su amiga. Lo cogió entre sus brazos y no tardó en comenzar a acariciar su cabello, despacio. En un descuido, la chica estaba entonando una suave melodía entre susurros tranquilizadores. Michael cerró sus ojos y se dejó llevar por el sueño y el cansancio. Al igual que ella.

Mackenzie no recordaba exactamente cuándo empezó todo, pero jamás olvidaría el rostro de Michael cuando le pidió aquel favor, un favor que le concedía a diario.

Su amigo no quería sexo, ni diversión por unos momentos, él simplemente quería dormir junto a ella luego de que le cantara.

Ella cantaba como deberían hacerlo los ángeles. Era todo lo que necesitaba para cerrar sus ojos y hundirse en un profundo sueño.

Las noches eran los momentos favoritos de Mackenzie. Quería que fuesen eternas. Pero no las mañanas. Estas eran frías aún en verano, y terminaban con todos los sueños y esperanzas que ella construía durante las horas de la noche.

En la mañana, Michael no estaba junto a su cuerpo. Ella amanecía sola y vacía.

Sintió como unos minutos más tarde, Michael se relajaba junto a ella dejando caer todo su peso. Supo que estaba definitivamente dormido cuando sus latidos se normalizaron al igual que su respiración.

Dejó de cantar y lo observó con ternura.

– Te quiero, idiota–susurró para luego ella también cerrar sus ojos.

Well... como ya terminé con 'X phobia', quería compartir este pequeño fic que escribí hace tiempo. Es uno de mis favs.

Espero que les guste ♥

Micaela xoxo

20 segundos ➳ m.cDonde viven las historias. Descúbrelo ahora