Prólogo

16 3 5
                                    

7 años atrás.

Narrador omnisciente.

—Abuela Co ¿Cuándo regresaremos a casa? —Pregunta la pequeña Anika haciendo una pausa al dibujo que estaba coloreando para ver a su abuela.

Constance su abuela está sentada en uno de los sillones de la sala mientras teje y deja de hacerlo pues la pregunta de su pequeña nieta la descoloca por completo, sabía que en algún momento surgiría la duda en Jonah o Anika, y como no hacerlo; los dos niños llevaban una semana viviendo en casa de los abuelos, sin ver ni hablar con sus padres y es algo que comenzaba a inquietarlos.

La abuela duda por un momento si responder o no a la interrogante de la pequeña, pero respondió. —Hoy por la noche el abuelo y yo los llevaremos a casa. —Ni bien había terminado de hablar la abuela y Anika ya estaba de pie dando brincos de alegría y abrazando a la abuela.

Jonah ni se inmuta y continúa viendo la televisión, estaba emocionado, pero sabía que algo pasaba con sus padres, a comparación de Anika, Jonah se daba cuenta cuando las cosas no marchaban bien. La chiquilla se acerca a su hermano y toma asiento a su lado para abrazarlo.

—Escuchaste Jonah ¡veremos a mamá y papá! —La única respuesta que proporcionó fue una sonrisa sin mostrar sus dientes. La abuela nota el comportamiento de su nieto. —¿Qué les parece si horneamos galletas? Los dos niños no dudan en aceptar, las galletas de la abuela son su debilidad.

—Bueno, vayan a buscar a el abuelo y díganle que necesitamos ayuda en la cocina. —Ambos salen corriendo en busca del abuelo Arthur. Constance toma el teléfono y aprovecha para llamar a Grace, la madre de los pequeños.

La línea comienza a sonar.

Un pitido...

Dos pitidos...

Tres pitidos...

La llamada es tomada, solo que la voz que habla no es la que esperaba escuchar.

—Hola, mamá —Una voz varonil atiende la llamada.

—¿Grace? - Dudosa de haber seleccionado el contacto correcto, verifica el nombre y en efecto, es correcto.

—No, soy yo, Max.

-Lo siento hijo, no reconocí tu voz, ¿Dónde está tu hermana? ¿Se encuentra bien?

—Hum, ella está durmiendo.

¿Durmiendo a estas horas? ¿Qué es lo que pasó? — La preocupación se hace presente y Max lo nota en la voz de su madre.

Max se queda callado por algunos segundos, no quiere contar por teléfono todo lo que ha acontecido, además no le corresponde decirlo; a lo que se limita a responder.

—Tuvo problemas para dormir. —Mentiroso. Si hay algo que Max no sabe hacer, es mentir y menos a su madre.

—Hoy por la noche llevaremos a los niños.

—Está bien, creo que es lo mejor, los necesita más que nunca.

—Se fue ¿verdad?

—Hablaremos en la noche.

La llamada finaliza justo cuando llegan los niños y el abuelo. No hay duda que será una noche difícil para todos y le consta.

El resto de la tarde transcurre con más postres y juegos en el patio; las horas se van volando y cae la noche, la hora decisiva.

Todos se montan en el auto, listos para emprender el viaje a la cruda realidad. La abuela y los niños cantan en la compañía de Sugar, un poco desafinados, y eso hace que el abuelo no pare de reír. Los treinta minutos de viaje transcurren en cantos y juegos.

Perfectamente ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora