Hay ocasiones en las que la curiosidad humana, es demasiado peligrosa. Pero hay veces que esa curiosidad es tan grande, que no puedes hacer otra cosa que saciarla. Hablo de esa curiosidad que te produce un cosquilleo de los dedos de los pies y asciende hasta los de las manos. Esa curiosidad que cuando es saciada puede cambiar totalmente tu estado de ánimo. Esa curiosidad me invadió un día, y así acabé. Rodeado de personas que no conozco, esperando grandes cosas de mi. Cosas que podrían acabar con este mundo o con el mundo humano.
Una imagen, una persona, una canción, incluso un texto como en mi caso, pueden cambiar tu vida. Es increíble como unas simples palabras, que en la mayoría de ocasiones no están dirigidas a ti, ponen tu mundo a girar.
En mi caso, pasó algo parecido a eso.
Iba a mi casa, después de una larga jornada de clases en la universidad. La verdad es que estábamos a martes, pero ya estaba bastante cansado. En realidad, vivo eternamente cansado.
Al pasar por un jardín bastante transitado entre semana, vi algo que llamó mi atención en el suelo. Pensé que sería una de esas absurdas peticiones de compromiso que hacía la gente, ya que era una larga tira con letras. Decidí pasar de ella y continuar con mi camino. Intentaba concentrarme en sólo caminar, pero parecía que la cinta se acercaba cada vez más a mis pies. Parecía algo interminable, tanto la cinta como mi camino. La gente seguía con su vida normal, mientras yo no paraba de dar vueltas a la cinta que parecía que de un momento a otro se enredaría en mis pies.
Miré al suelo, la verdad es que la curiosidad hacía que mi corazón latiera cada vez más rápido. Necesitaba saber qué era esa cinta que parecía sedienta de mi. Agaché más la vista y me dediqué a estudiar la cinta. Era un pergamino antiguo, de aspecto quemado, con bordes rojos. Estaba escrito con carácteres que no había visto ni estudiado en mi vida. La curiosidad cada vez me llenaba más. Oía los latidos del corazón en mis oídos. Algo me decía que si me acercaba y lo leía, aparte de no entender nada, iba a pasar algo malo. Pero como humano que soy, no hago caso a mi parte coherente, y redirigí mis pasos al principio de la cinta.
Me sorprendí cuando al llegar al principio podía entender cada palabra de la cinta perfectamente.
Para ser sinceros, el principio no me llamó realmente la atención, así que intenté despegar mis ojos del manuscrito. Pero para mi sorpresa, no pude. Y ahí fue cuando el temor me invadió.