Capítulo 18. Con buena compañía todo momento es alegría

1.7K 72 3
                                    

Era una tarde bastante soleada. Mónica había quedado con Kiara, pues las dos tenían el día libre y habían decidido quedar a tomar algo en alguna terraza. Para sorpresa de la dominante rubia, había llegado primera al bar. Algo poco habitual en ella, aunque últimamente se estaba convirtiendo en costumbre. Para no aburrirse, fue pidiendo una cerveza con limón. No le terminaba de convencer el sabor de la cerveza sola, pero con limón se hacía más llevadera. El camarero le trajo su vaso con la bebida de cebada de trigo. Mónica se mojó un poco los labios y la blanca espuma de la cerveza bordeó la piel de estos. Se pasó la lengua por sus labios para quitarse la espuma. En ese momento, detrás de ella escuchó las palabras Hoteles BDSM. En un acto reflejo giró la cabeza para ver quién estaba hablando de su empresa. Eran tres señoras mayores que estaba tomando tranquilamente el café. Mónica puso la oreja.

— Son una panda de pervertidos. Ojalá llegue algún día un partido político con dos huevos que les ponga en su sitio — las otras dos señoras escuchaban expectantes. — Yo cada vez que escucho las cosas que se hacen allí, me se* ponen los pelos como escarpias. Esto en nuestra época no pasaba.

— Pues que queréis que os diga, a mi cada uno que haga lo que quiera — dijo otra de las señoras que había, con cierto acento andaluz y removiendo la cucharilla del café.

— No serás tú de esas — le increpó con cierto tono de broma la primera interlocutora.

— No, no, mujer. Si yo ya, para lo que me queda en este mundo — respondió bromeando. — Pero envidio las libertades que tienen hoy en día los jóvenes, nosotras tuvimos que vivir una posguerra y hambrunas.

— ¡Libertades dice! Lo que tiene  que hacer es trabajar más y menos guarrear. A quién le puede gustar que le peguen, hay que ser tonto.

Justo en ese momento apareció Kiara y desvió la atención de Mónica.

— ¡Hola! — saludó Kiara.

A Mónica le parecía una conversación interesante. No podía culparles por su mentalidad, habían vivido otra época, con otros valores y otra sociedad diferente a la de hoy en día. Pero a Mónica le pareció curioso imaginarse cómo serían esas tres señoras ancianas si hubieran nacido en esta época. ¿Sería aquella señora tan intransigente como lo es ahora? ¿Alguna de ellas estaría dentro de 'Hoteles BDSM? Aquella conversación debía apartarla, ahora tocaba centrarse en su amiga.

— ¡Hola, Kiara! Te veo guapísima — le dijo Mónica.

Mónica era de las que preferían no arreglarse mucho fuera de su trabajo. Aunque también le gustaba verse guapa (a quién no), tanta artificialidad, tanto maquillaje y tanta buena vestimenta, a veces le parecía cansado. Así que aprovechaba para verse más natural en sus días de descanso. Kiara, que venía vestida normal, estaba arregladísima y muy guapa. La chica recién llegada tomó asiento y el camarero vino a recibirla.

— Yo una cerveza — le pidió Kiara al camarero.

— Muy bien. ¿Desean algo más?

— No, gracias.

El camarero se fue y a los minutos trajo la cerveza de Kiara.

— Hacía tiempo que no me tomaba — dijo Kiara dando el primer sorbo.

— Yo también, hacia tiempo.

— Tía, ¿Te has enterado de lo de...? — Kiara no pudo aguantarse las ganas de contarlo.

— ¿De...? — dejó caer en forma de pregunta Mónica.

— Lo de Alessa, la emperatriz.

Mónica no era muy dada a los cotilleos y en todo siempre era la última en enterarse.

— Pues no me he enterado. ¿Le ha pasado algo?

— Corren rumores de que tiene un cáncer extendido.

— ¡No me digas! — respondió sorprendida Mónica.

— El otro día había acabado de hacer una sesión y escuché por los pasillos a Alexander, que mantenía una conversación con su secretaria y comentaban sobre la sucesión.

Alexander era la mano derecha de Alessa. Dicho de otra forma, el vicepresidente ejecutivo y socio capitalista de 'Hoteles BDSM'. También era dominador, y atareado estaba siempre en otros menesteres más allá del BDSM, como La emperatriz. Era un portento marca ibérica. Pelo moreno, repeinado, con barba súper cuidada y siempre recortada a la perfección. Ojos oscuros,  musculado y de un metro noventa de altura. La palabra portento ya lo había definido.

— ¿De verdad Alessa nos dejará? — preguntó Mónica.

Kiara respondió encogiéndose de hombros. Tampoco era que Alessa fuera una amiga especial para Mónica, ni mucho menos. Pero Alessa se había convertido en un símbolo del BDSM internacional, un símbolo de la libertad y de los negocios. Era un ejemplo a seguir para muchos jóvenes cohibidos por mentalidades cerradas y antiguas, como las de aquellas señoras. Era la lucha y el éxito personificados.

— He escuchado también que se está debatiendo la sucesión entre Sir Alexander, Míster Carlos y Dómina Marien. Aunque cualquiera se podrá postular.

La idea de presentarse como candidata le gustaba a Mónica. Pero era una idea absurda, no tendría apoyos suficientes, y mucho menos competir contra aquellas personas tan renombradas dentro de la empresa.  Además, solo tenía veintidos años, nadie confiaría en alguien tan joven.

— ¿Cómo te enteras de todas estas cosas? — preguntó Mónica asombrada por la cantidad de rumores que sabía Kiara.

— Los rumores vienen a mí, siempre me persiguen — dijo con cierto tono humorístico. — Y, por cierto, enhorabuena por lo de la esclava. Yo estuve pensando en ampliar mis propiedades, pero de momento con la que tengo voy bien. Aunque no sé si otra mujer o un hombre.

— Yo opté por una mujer, así tenía más variedad. Y la verdad es que está bien, jugueteamos bastante cuando vuelvo de una sesión, me dan masajes y esas cosas que hacen los sumisos, ya sabes — comentó Mónica.

— Hablando de sumisos — comenzó Kiara aprovechando esa palabra. — Ayer me tocó un sumiso que quería que le pisara el miembro. Total, que según le toqué con la suela de mis tacones, ¡en treinta segundos ya había eyaculado!

Mónica rió.

— ¿Y qué hícisteis? — preguntó Mónica curiosa. — ¿Continuásteis?

— Lo intentamos. Estuvimos diez minutos más, pero una vez había eyaculado eso ya no había manera de ponerlo para arriba — comentó Kiara con toda la naturalidad con la que siempre actuaba, atributo que admiraba Mónica de ella. — Al final estuvimos el tiempo restante hablando — hizo una breve pausa. — Decía que le excitaban mucho las mujeres de color como yo, y que siempre había querido que una le pisara el miembro — dijo riendo.

Mónica sonrió y cambió de tema.

— Parece mentira que ya casi haya pasado un año desde que entramos allí.

— Y que lo digas... — Kiara levantó el vaso de cerveza para brindar. — ¡Y por los años que nos quedan viviendo este tipo de aventuras!

Mónica respondió levantando el vaso también, aunque ya lo tenía casi vacío.

— ¡Y por los que nos quedan! — dijo Mónica.

Los dos vasos de cristal chocaron, emitiendo aquel característico sonido transparente y con eco que tenía aquel material.

Mistress Alessa (BDSM)(Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora