Llevaba mucho tiempo ya, que en aquella pequeña aldea japonesa no salía el brillante sol que acostumbraban, y una extraña penumbra cubría el cielo. Los amaneceres eran rojos, pues lo encontraban manchado de sangre. Cada vez que alguien de joven edad salía de la casa por la noche, por muy cerca de su casa que estuviera, no volvía a ser vista al amanecer.
En el pueblo llegaron a pensar que estos sucesos podría deberse a alguna bestia que habitara en el bosque. Cazadores, guerreros, guardas, y todo tipo de hombres se adentraron en el espeso bosque para buscar al monstruo a darle caza. Pero lo único que regresó fueron las cabezas de algunos de estos hombres al amanecer, clavadas con sus propias armas en las puertas de sus propias casas.
Solo había alguien que pudiera averiguar de que se trataba. Era un samurai errante. Su nombre era Saito Sakamoto. Conocido era por todo Japón. Por un motivo desconocido para todos, éste samurai abandonó su propio clan, tenía conocimiento sobre varios tipos de demonios, bestias, fantasmas y toda clase de criaturas que perturbaban al pueblo japonés. Viajaba de un lugar a otro donde necesitaran su ayuda para proteger su nación.
Y a este samurai encomendaron la misión de averiguar que clase de bestia los acechaba, y de darle muerte.
-Agradecemos su ayuda, oh gran samurai errante.-decía el alcalde de la aldea dirigiéndose al guerrero. Nuestro héroe era un hombre bastante alto y fornido, su pelo era negro, oscuro como la noche, bajo su nariz nacía un bigote que acababa en una barba alargada, pero fina. Sus ojos marrones mostraban la serena mirada de alguien templado, que estudia a su rival, y tiene la sangre fría de acabar rápidamente con una vida, pero que sin embargo, también puede estar sentado, de forma calmada tomando un té.
-Mi labor es defender mi tierra de toda aquella escoria que la aceche...-contestó el samurai, con una potente voz, pero relajada. -A demás, ofrecéis una cuantiosa fortuna por la cabeza de aquella criatura... Para que aún nadie le haya hecho expirar debe tratarse sin duda de un monstruo o muy aterrador, o muy sádico, o ambas cosas, y todo esto hace más interesante la cacería...
-Ciertamente, esa bestia se lleva la vida de nuestros jóvenes, le gusta mucho la teatralidad, dejó clavadas las cabezas de todos los que fueron a cazarlo en sus propias armas justo frente a sus casas...
-Sin duda debe tratarse de una bestia que razona... no es un simple demonio descarriado...
-¿Tiene alguna idea?-preguntó curioso el alcalde.
-A decir verdad, con esta occidentalización, en los barcos vienen criaturas y enfermedades de todas las partes del mundo... Esos occidentales primero intentan destruir nuestra cultura, y luego traer su mierda...-dijo el samurai. Ciertamente, desde que los barcos europeos habían entrado en territorio nipón la labor de los samurais había quedado cada vez más reducida hasta desaparecer. Era normal que los samurais tuvieran cierto desprecio a todo lo traido de las tierras del oeste.
Siguieron hablando poco más hasta que Saito salió decidió empezar con los preparativos para la caza del monstruo. Se vistió como un cazador más, pensó que si el monstruo lo asociaba con un aldeano se confiaría. Bajo el traje ocultó algunas de sus armas contra los monstruos de este tipo. Entre ellas, su katana de plata, con la que podía matar a cualquier especie del Averno.
Era una noche oscura y cerrada. La oscuridad que acompañaba a la aldea debía ser sin duda obra de aquella abominación.
"Muy poderosa debe ser la bestia" pensó para sí el guerrero. "Pero dudo que sea más poderosa que yo..." y mientras caminaba por el bosque pudo oír unos ruidos en la lejanía a toda velocidad. Unos murciélagos revoloteaban por el cielo, unos murciélagos que para nada eran autóctonos de Japón... Sin duda, el monstruo era occidental.
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El guerrero errante
General FictionNos situamos en un periodo histórico que data de entre finales del siglo XVIII, principios del siglo XIX, cuando Japón comienza la occidentalización, y en Europa se van progresivamente perdiendo las creencias en leyendas y caen las monarquías. Saito...