Única parte

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Un joven de rubia cabellera corría despavorido por las calles de Seúl, su meta: escapar de las garras del Diablo, su obstáculo: Min Yoongi. El joven corría como si no hubiera un mañana, sus piernas quemaban por la exigencia de sus pasos resonando contra las desoladas calles, mientras que su rostro era golpeado por el frío infernal.

La adrenalina corría por sus venas y sofocaba su piel, mantenía sus sentidos alerta escabulléndose con agilidad entre las húmedas calles, pero el rugir del motor siguiéndole le petrificó, se suponía que los había perdido, incapaz de moverse visualizo el resplandor de las luces delanteras del vehículo negro.

Su corazón se estrujó. El auto frenó a unos cuantos metros de él. Contuvo la respiración al ver como un hombre trajeado que tan bien conocía bajaba del lujoso auto.

Su gatuna mirada cayó sobre el cuerpo inmóvil del menor, expectante a cualquier movimiento que el rubio pudiera hacer, mantuvo su semblante inexpresivo.

—No es hora para pasear —pronunció roncamente el mayor logrando estremecer al rubio.

—N-no te t-tengo miedo Min —la mirada ensombrecida del pelinegro le dijo todo.

—¿Acaso eres tan estúpido como para comprender que eres de mi jodida propiedad? —espetó gélido, logrando erizarle la piel al menor.

—¡Yo no soy un maldito objeto! —exclamó sollozando.

—Tu padre no pensaba lo mismo —continúo, mientras se acercaba lentamente al chico, el cual al ver su intención, comenzó a retroceder, amenazando con correr. Min apresuró sus pasos, sin embargo, el rubio fue más rápido y retomó su huida —. Que empiece la caza —murmuró con una sonrisa colgando de sus labios.

Jimin rio satisfecho al escuchar los estrepitosos pasos detrás de él, aceleró lo más que pudo, sintiéndose como una presa siendo cazada por su depredador.

Esa estrecha línea de tiempo en donde un error y estás muerto, esa pequeña brecha entre la vida y la muerte, entre la libertad y la esclavitud.

Y ese exquisito escalofrío que recorría las entrañas excitaba al rubio, seis meses al lado de uno de los hombres más temidos de toda Corea del Sur no pasaban en vano, el hecho de retarlo y hacerlo enojar se había convertido en su obsesión. Sacarlo de sus casillas y verlo tensar la quijada para después darse un buen polvo era lo mejor de toda su miserable vida.

Así es, Park Jimin era el juguete del hombre más peligroso en el país, con la pequeña diferencia de que él era muy distinto a sus antecesores, pues era un cínico, sabía jugar muy bien el juego del pelinegro, sabía mover sus cartas, la aparente inocencia que demostraba era como una droga para Min.

Las piernas comenzaban a fallarle, al igual que su oxigenación, exhausto se adentro a un callejón con poca iluminación, busco con la mirada un buen lugar para esconderse mientras trataba de regular su respiración, sin embargo, una mano le tomó por sorpresa.

—¡Suéltame! —gritó desesperado llevando sus manos hasta la mano que le sujetaba detrás de su cabeza.

—Cazado —sentenció Yoongi acorralando al menor contra una de las paredes.

Sus ojos se conectaron, viéndose reflejados en la profundidad del otro. Ambos mantenían su respiración inestable, sus bocas se mantenían entreabiertas, jadeando y quebrantando el silencio de la noche.

—Aún no —contestó Jimin intentando nuevamente escapar, sin esperar que sus labios fueran violentamente demandados por el mayor. Jimin gimió al sentir la venenosa lengua de Yoongi invadir su cálida cavidad

—Eres mío, solamente mío —sentenció Min al término del ferviente beso, al mismo tiempo que ejercía mayor fuerza sobre su agarre. Jimin gruñó.

Atrápame, si puedes... | YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora