Los Mugiwara Llegan A Island Niku; La Lección De Bonney

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Habían desembarcado en la famosa isla de la carne: Island Niku. El lugar paradisíaco que Luffy soñó una vez que Sanji le mencionó su existencia. Nami corroboró la dirección una vez que obtuvo un mapa ya gastado, de un hombre regordete que vendía carne en salsa BBQ, en la isla que habían visitado recientemente. Luffy no dejó respirar a Nami hasta que la mujer pudo observar a lo lejos un poco de tierra. Entonces Luffy fue por Franky para ordenarle que usaran el Coup de Burst de inmediato.

-¡Oe, Luffy! Estamos a un par de kilómetros.

Por la puerta de la cocina se colaba el aroma de la carne que Sanji freía sobre el sarten. Las delicadas olas de vapor se desvanecían a una altura considerable de las verduras que se cocían a un lado. Un impulso los obligó a irse hacia enfrente y Sanji dejó escapar su cigarro por la sorpresa del movimiento estrepitoso del barco mientras sus manos alcanzaba a asir la cacerola y el sartén. Su molestia se hizo evidente cuando el barco se quedó quieto, por fin, después del balanceo más violento que había experimentado. El ancla cayó con un chapoteo y Luffy fue el primero en bajar, seguido de Usopp y Chopper. Sanji salió no encontrando a su capitán, con los primeros platos para Robin y Nami.

-Island Niku -leyó Sanji.

Frente al barco, sobre la piedra de concreto se alzaba un gran letrero de color amarillo, café y rojo con el nombre del lugar. A cada lado se habían dibujado un par de piezas de carne. Algún tipo de desazón se depósito en su sentir, pues Luffy jamás bajaba del barco sin su bento o escapaba de la hora de la comida. De su comida. Su semblante cambió cuando Robin se acercó a él para pedirle su ración de alimento. Sus ojos se maravillaron de ver que la mujer le sonreía con gratitud. Nami fue la segunda en acercarse a él y darle un par de palmadas en su hombro. El tacto provocó que Sanji regresara a la cocina con su mano frotando la zona que la palma de Nami tocó. Después se asomó para gritar:

-¡Marimo! ¡Brook! ¡Franky! ¡Ya está servido!

Y cerró la puerta con fuerza. Franky fue el primero en mirar como Sanji había sellado la puerta con tremendo portazo. No se preocupó por la madera, pero si por la cerradura. Esperaba que en esa isla de carne, hubiese una pequeña tienda de herramientas.

-¡Ah! La exquisita comida de Sanji-san -susurró Brook dejando su violín dentro de su estuche, sobre la cubierta de césped.

-¿Los chicos estarán bien? -preguntó de pronto Robin.

Sentadas en una pequeña mesa redonda, con una sombrilla en medio que las cubría, Nami alzó ambos hombros para restarle importancia.

-Les di un par de berries para que se compren lo que quieran.

Robin rió.

-Es posible que Chopper no encuentre algodón de azúcar.

Nami se le quedó viendo por un par de segundos sin entender por qué Robin reía por lo bajo. Zoro apareció con su ropa limpia, la llevaba con ambos brazos hacia la habitación de los varones. Nami observó, sin esperanza, cómo el espadachín se desviaba hacia un lado de su ruta. Sólo un par de metros, Zoro, pidió. Una mano se hizo presente para detener al espadachín, la palma de Robin quedó a la altura del rostro del hombre. Otro brazo apareció y abrió la puerta que daba a la habitación de los hombres. Zoro escuchó el chasquido y la puerta moverse a un lado.

El espadachín por fin llegó a su destino sin dar un par de vueltas por el barco. Nami jugueteó con el popote de su vaso sin quitar la vista de la puerta por la que Zoro había desaparecido. Zoro no había mostrado signo de molestia alguna ante la ayuda de su nakama.

-Zoro y tú se han vuelto muy cercanos.

Robin siguió masticando sin responder al comentario de Nami. Desde su perspectiva, no había nada más que decir.

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