—Sí, sí, chúpamelo, ¡Sigue, coño! —grité. La rubia siguió succionando mi pene.
De pronto se apartó y me gritó:
》¡Mi amor, baja a comer!—Claro que sí, te comeré esa…
—¡Hijo! ¡Se pondrán fríos los huevos! —dijo con la voz de mi madre.
—Claro que se pondrán fríos si no… ¿Qué?
Desperté con sobresalto. Maldita sea, manché mi bóxer otra vez.
Nunca vas a superar la pubertad, ¿cierto?, dijo la voz que me acompaña siempre. Eres un maldito niño precoz.
—¿Hijo, estás despierto? —gritó mi madre desde el piso de abajo.
—¡Coño, que ya voy! —respondí a gritos, mientras tiraba la ropa interior en el cesto de la ropa sucia—. ¿Dónde coño dejé la ropa?
Conseguí un short y una camiseta arrugadas en la silla del escritorio. Si alguna vez ordenas tus mierdas, conseguirás ropa limpia; pero mejor lo resuelves después, porque no necesitamos más calor en las bolas.
Bajé la escalera corriendo y llegué a la cocina. Saludé con una palmada en la espalda a mi mamá, que me servía jugo de naranja en mi vaso favorito: el único de vidrio rojo. Mi papá estrechó su mano con la mía, como todos los días.
—¿Cómo amaneciste? —preguntó mamá.
Me duele la cabeza, eyaculé en la cama (de nuevo) y creo que no borraré con facilidad tu voz de mi mente, cuando me masturbe. ¿Cómo estoy? Ellos no tienen por qué saberlo.
Tienes razón.—Excelente —respondió la voz alta, tomando el control.
—Gian… —dijo mi padre, con su sonrisa sarcástica.
—No han sido días fáciles, no tienes que ocultar lo que…
—No me quejo —dije interrumpiendo a mi madre—, pero sigo más cansado que cuando me acosté, así que voy a dormir luego de desayunar y…
—Tienes que ir a tu sesión con la doctora —replicó mi padre.
Debería ir, pero… No, otra vez no. Está bien.
—Estoy bien, no hace falta.
—No es una opción, ¿lo sabes, no?
Nunca me dejan opción. Debemos cambiar la táctica.
—Joseph, basta —le regañó mi madre. Luego me miró, mientras yo observaba la yema del huevo esparciéndose por todo el plato—. ¿Te has tomado tus vitaminas?
—Eso no parecen vitaminas, así que se me olvidan.
Si supieran del verano en que consumiste unas cuantas "pastillitas", sabrían que sí nos gustan de esas.
—¡Por Dios! —dijo con las manos en la cabeza—. ¡Es por tu bien!
—Ya eres un hombre, tienes que hacerte cargo de tus obligaciones —dijo mi padre, levantando la voz—. Ya estoy harto de que le faltes el respeto a Dios, por faltar a tus clases para la confirmación. Yo le dije a tu madre cuál es la solución si sigues así, porque no podemos esperar que dejes que tu vida se convierta en un círculo vicioso y que nos arrastre a todos por tu enfer...
—¡Joseph, cállate! —gritó mi madre.
—Voy a encender el auto. Arréglate y nos vemos afuera —dijo mi padre. Asentí.
No los escuches. Ellos no saben de lo que hablan. No sé por qué me tratan así.
—No entiendo nada —confesé.
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VESANIA: Catarsis Obligatoria
Novela JuvenilGian ha sufrido tanto, que decide refugiarse en una voz creada por sí mismo. Tiene problemas de ira y crisis nerviosas por un recuerdo incompleto que define su vida. Sumergido en un círculo vicioso, conoce a Raven, que con su personalidad compleja...