Familia

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Luego de la caída de Kaido, los Mugiwaras finalmente regresan a su amado barco en busca de nuevas aventuras. Cada nakama ha retomado sus actividades a excepción de Nami, cuyo comportamiento nervioso no ha mermado desde que abandonaron Wano.

— Robin-chan, ¿sabes que le ocurre a nuestra navegante?­— Dice Sanji mientras le entrega un bocadillo y ella aparta su libro para mirarlo.

—Entonces no son ideas mías— Admite la arqueóloga con un suspiro y mira hacia la persona en cuestión, la cual tiene el ceño fruncido y mira con odio lo que sea que tenga en la mano.

—Sé que hay algo— Empieza Robin— Pero se niega a hablar de eso, simplemente evade o cambia el tema .

Sanji hace una mueca al confirmar sus sospechas. Al principio, quiso darle su espacio y así Nami les confiaría aquello que la tiene tan preocupada pero no fue así, simplemente ha guardado silencio como si de esa forma el problema pudiera desaparecer.

—Sea lo que sea, espero que pueda resolverlo. —Y como si sus palabras fueran una maldición, Nami parece enloquecer al caer la tarde.

La navegante ha buscado en todas partes: su habitación, la cocina, el taller, la enfermería y no logra encontrarlo. Solo espera que el cocinero no lo encuentre primero.

El pensamiento no termina de formarse cuando ve a Zoro y Sanji peleando en la cubierta, nada raro, hasta que Sanji parece tropezar con algo y se agacha para tomar el objeto. A Nami se le va el corazón a los pies cuando le ve contestando el Den Den Mushi.

—¿Hola?

—Hasta que contestas— Exclama una voz femenina y Sanji siente que se queda sin aire.

—¿Reiju?

—Hola, hermanito— Suelta con voz cantarina pero luego se vuelve sombría— Empezaba a creer que tu navegante te tenía secuestrado, considerando que se negaba a dejarme hablar contigo.

A ese punto de la pequeña conversación, todos se han acercado y no pueden evitar lanzarle una mirada extraña a Nami, la cual abandona el lugar con toda la dignidad posible. Antes de que Sanji trate de detenerla, Luffy lo llama.

—Habla primero con tu hermana, luego buscas a Nami— Dice con una sonrisa pero es una clara orden, Sanji asiente y se dirige a la cocina.

—¿Qué ocurre, Reiju? — suspira el cocinero y se pasa una mano por el cabello— ¿Cómo lograste localizarme?

—Bonito saludo, eh— Dice con gracia y la voz un poco herida.

—Con ustedes nunca son buenas noticias, solo quiero evitarme sorpresas.

La línea queda en silencio un par de segundos y por un momento, llega a creer que no está sola, el pensamiento es ridículo, así que se lo atribuye a sus nervios,

—¿Cómo has estado? — Pregunta finalmente y Sanji queda un poco descolocado.

—Estoy bien, supongo— Carraspea y se masajea la frente— ¿Tú cómo estás?

Reiju sonríe y es evidente a través del aparato.

—Estamos bien— Al cocinero no se le escapa ese énfasis en el plural— Las cosas por aquí han estado interesantes.

A Sanji le pica la lengua por preguntar, pero no lo hace. Prefiere no saber nada que no tenga que ver con Reiju, entre más distancia exista entre él y los otros, mejor.

Conversan un rato más, la charla es algo incomoda y a veces hay más silencios que palabras, pero su hermana no se rinde y continúan hablando un poco más.

Lo que no puedo cambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora