"LA MALDICIÓN PROMETIDA"

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El líquido rojo escurría de su cuello. No podía importarle menos. No cuando estaba siendo empalada con fervor repetitivamente.

- ¡Ah...! Si! Así! Más!

- Sabes deliciosa.

Shikamaru saboreó el dulce néctar de las cerezas en la piel de su esposa mientras sentía que su vida estaba siendo absorbida por ella.

Apretó sus senos y los mordisqueó repetidamente tomando todo de ella. Ante la sensación, Temari supo que no podía soportarlo más

- Sh... Shikamaru! Ah! Me... me voy a...

- Yo ... yo tampoco podré aguantarlo mucho...

- ¡Lléname toda amor!... sí, dámelo todo! Ah!

- ¡Te amo! Ufff, ¡Te amo mujer!

Shikamaru sabía que decir esas palabras en el momento justo, era lo que había desatado en su mujer esa "Petit Morte" que la llevó a otro mundo y la trajo de vuelta.

Sin importarle nada, se dejó llevar satisfecho llenándola por completo mezclando sus fluidos con los de la crema y las cerezas.

Ella lo abrazó apegándolo contra sí y aferrándolo con sus piernas a sus caderas para que no se separara.

- Ah.... ah.... Ay que rico... - murmuró después de respirar por varios minutos

- ¡Y qué lo digas!... Sabes deliciosa – dijo levantando su rostro para verla y mordisqueó su labio. – ¿Lista? - preguntó para separarse

- No... no, no... todavía no te muevas...

- Tem, vamos a hacer un desastre...

- Ya somos un desastre – dijo lamiendo un poco de crema que había en su mejilla, ella rio saboreándolo.

- Al menos sabes rico.

- Tú también – dijo picara – la piña te da un sabor delicioso.

- Sígueme hablando así y no vamos a poder ir por nuestro hijo a pedir dulces.

- Está chiquito, no lo sabrá.

- No, pero mi mamá sí.

- De acuerdo... - Temari tomó aire y se preparó para sentir la ausencia de su esposo en su interior.

Con un ritmo adquirido con los años, ambos pasaron una encantadora hora en el baño de su propia casa.

Poco les molestó el tener que quitarse los residuos dulces de sus travesuras con el agua y con sus manos o con la lengua y los labios. La felicidad inundaba sus cuerpos como el vapor del agua tibia de la regadera.

Completamente vestida como bailarina típica de Sunna y notando finalmente la hora, Temari tomó el disfraz de pollito para Shikadai. Verlo en ese pequeño traje, era lo que la motivaba a salir esa noche.

- Shikamaru! ¡Muévete!

- ¡Ya voy, ya voy! – dijo desde atrás.

- ¡Vamos a llegar tarde!

- Temari, estamos solo a dos casas de mamá, no te azares.

- ¿Qué tanto haces?

- Solo busco una herramienta, mamá me pidió que arreglara su portón pero no las veo – Temari resopló ruidosamente con una risa.

- ¡Acá las tengo, idiota! Pensé que se te iba a olvidar – en cuanto dijo eso, su esposo apareció por la puerta vestido con una simple capa de mago.

- Problemática, ¡debiste haberme dicho antes! – dijo tomando las herramientas pero ella no las soltó hasta que a cambio, él le diera un beso... un chantaje que hizo con gusto.

La Maldición PrometidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora