Capítulo 1

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Ya casi eran las ocho de la tarde del día siguiente. Al ser otoño la oscuridad estaba cubriendo todo.

León Bairle se encontraba algo preocupado mirando la entrada de su habitación.

Aquel lugar era un santuario al silencio.

La mirada del chico estaba perdida en la puerta, solo estaba pensando en que hacer, ¿Ir o no ir a casa de Samara?

¿Cuánto había pasado ya mirando hacia ahí? Él no lo sabia, después de todo el tiempo es relativo.

Entonces, su teléfono comenzó a sonar.

Lo dejó así, sonando una y otra y otra vez. Su cuerpo no tenía la fuerza para moverse y su mente ni siquiera lo intentaba. Fueron varias llamadas, la única razón por la que su cuerpo comenzó a moverse fue porque ya le estaba molestando su tono de llamada.

Tomó el teléfono, contestó y lo colocó junto a su oreja.

—¿Hola hola? —Preguntó una voz masculina desde el otro lado.

—Hola...

—¿León? ¿Qué sucede?

—Nada...

—¿Es sobre lo de Samara?

—No...

—Sabes que a mi no me puedes mentir.

Ambos sabían que eso es verdad.

—Bueno, ¿Por qué llamaste?

Fue de un segundo a otro cuando la voz de León cambió, ahora se estaba mostrando agresivo.

—Quiero que me digas por que hoy no has salido de tu habitación.

—¿¡T-, Tú como sabes que no he salido?!

—Veo que acerté.  —Se burló la otra persona al escuchar el cambio de tono de su amigo.

—Pendejo. —Más que un insulto lo suyo fue el gruñido de un perdedor.

—Bueno, olvídalo. Deja te animo, vamos por unas hamburguesas, unos refresco, tal vez después a un bar y finalizamos la noche con...

Él colgó la llamada.

—Perdóname Aitor, pero tengo algo que debo hacer... —respondió sin saber a quién lo hacía.

Miró la pantalla de su teléfono unos segundos para luego cerrar sus ojos.

Debe reunir toda su resolución para lo que estaba por venir, sin embargo...

—¿¡Qué es lo que tienes que hacer?! —interrogó a gritos una voz animada mientras la puerta se abría con fuerza y golpeaba contra la pared.

Entonces una persona entró en la habitación rompiendo en miles de pedazos la paz y el silencio que antes existió.

—¡Ahhhhhhh! —chilló León cual mujer en película de terror, digo, de forma muy masculina— ¿¡Qué demonios haces en mi casa maldito hijo de toda tu puta madre?!

—Pffff ¿En serio te asusté? —comenzó a burlarse él.

Encendió la luz y se pudo ver a un hombre alto de casi un metro ochenta u ochenta y cinco el cual tenía un cabello rubio largo y desordenado, una pequeña pequeña barba, ojos color miel y en su cuello llevaba unas gafas para gotcha color naranja ligeramente polarizados y algo sucios.

Era el tipo persona que repetía el dicho "No dejes para hoy lo que puedes hacer mañana".

Además de ello vestía con una camiseta negra que tenía un símbolo espartano junto a una chaqueta de un color dorado apagado y sucio.

In The DarknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora