Solo el perdón es la cura

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No pude dejar morir mis versos
desde que apareció María en mi vida
la recuerdo tan delgada, enérgica y sonriente, le quedaba tan bien su falda de papel brillando con luz propia era como beber un frasco de ideas viviendo sus efectos en cámara lenta


Hubieron tantas cosas que quise negar, preferiría usar lentes oscuros para no ver lo que acontecía, todo salió a relucir muchos sentimientos brillantes se fueron consumiendo hasta secarse metamorfeando en vergüenza


Siempre vi la traición como algo novelístico, hasta que me tocó

pude apartar a tiempo el dolor
no me había pinchado antes
tan ponsoñosa espina

Después de aquello, a mi corta edad
comprendí que el amor es de valientes no de los que usan armadura, ni de los fuertes que se enfrentan en combate, hablo de los valientes que no temen perder todo su tiempo por ese alguien sabiendo que este no se recupera, los que hacen las cosas por un ligero dolor de estómago y no piensan en consecuencias

María aprendió a saborear el perdón...

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