Team Uncle Week 2020 ┋ Duckverse

the life and times of scrooge mcduck

Scrooge jadeaba pesadamente, la rocosa sensación de la húmeda cueva en la que se encontraba fresca bajo sus polainas mientras el temblor provocado por la destrucción de la misma le pisaba los talones, guijarros y gotas de agua rociando su sudoroso y polvoriento cuerpo como lluvia, sensación que no hacía más que avivar al aventurero mientras el zumbido en sus manos, producto del tesoro que había encontrado, le recordaba del nuevo hallazgo que conquistaría los encabezados por unos días, tal vez semanas si lograba impresionar a la prensa lo suficiente — lo cual, por cierto, no sería difícil tras tratar con ella la mayor parte de su vida.

A sus espaldas podía escuchar los pasos y aclamados de los sinvergüenzas que lo perseguían, un fingido acento gaélico resaltando entre todas por la intensidad con la que gritaba y el dramatismo que arrastraba en sus palabras, soltando una sarta de groserías en escocés y en español que no se atrevería a repetir siquiera en su mente, ni siquiera ahora que tendría a un pequeño e inocente compañero de aventuras bajo su ala muy pronto.

Pero se vio obligado a detenerse cuando el suelo comenzó a temblar, algunas grietas formándose en sus pies. Literalmente no recordaba eso cuando entró a la cueva la primera vez, pero debía suponer que era debido a que tomó el tesoro. No era la primera vez que se enfrentaba a un derrumbe consecuente, pero ¿dónde estaba el interés si no había un poco de adrenalina? Y Scrooge no era alguien que retrocediera ante la adrenalina.

Sonriendo con autosatisfacción tronó su cuello, los pasos y la voz de Glomgold aumentando de volumen solamente incitando más al aventurero. Afortunadamente, no era la primera vez que se encontraba en este tipo de escenarios, y sonrió al reconocer el recorrido insensible a su peso.

Pan comido. Y Scrooge estaba siendo muy modesto en este momento.

—¡Detente ahí mismo, Scroogie! —ordenó, con un temple y determinación palpables en su voz muy a pesar de la fuerza que aplicaba para marcar su acento. No había pasado mucho para que comenzara un monólogo sobre el reconocimiento que obtendría al presentar el descubrimiento de Scrooge como propio.

Decir tus absurdos esquemas en voz alta, error de novato. Se atrevió a pensar, resoplando por unos segundos antes de comenzar a calcular sus pasos.

No era fácil, la piedra era increíblemente sensible a la presión, y las pequeñas piedras que caían del techo ocasionaban que se desconcentrara durante unos instantes y casi lo hacían pisar zonas agrietadas, sin mencionar que la gema preciosa del tesoro en sus manos tintineaba y zumbaba; pero Scrooge no era más agudo que los agudos por dar pasos en falso, y sonrió con autosatisfacción ante el reto que se presentaba.

—¡Explosivos! ¡Debemos usar explosivos! Eso derrumbará la cueva, y encerrará a Scrooge y al tesoro —aclamó con una risotada que rebotó en las paredes, y Scrooge sonrió sarcásticamente.

—¿Y lo hizo?

Scrooge abrió los ojos, sintiendo un pequeño peso en su regazo que lo liberó de su ensoñación y lo hizo bajar la mirada. Su pequeño sobrino había aprovechado su ensimismamiento en la historia para apoyar su cabeza, y si bien el pato escocés solía ser reacio ante cualquier contacto — que se esperaba de un hombre que ha sido víctima de múltiples puñaladas metafóricas por la espalda, ciertamente se había vuelto consciente de cuánto disfrutaba el patito cualquier oportunidad para demostrarle que lo quería y confía.

Además, era imposible negarle algo a esos pequeños y preciosos ojos zafiros que lo miraban con harto asombro a pesar del agotamiento, ¿y cómo culparlo? Su hora de dormir estaba aproximándose; y con el patito agripado, estaba propenso a quedarse dormido más rápido.

Y era horriblemente adorable sentirse a merced de un niño que a la tierna edad de cuatro años seguía chupándose el pulgar, pero era su parte favorita de cuidar a su sobrino mientras Hortense y Quackmore salían a responder cuando S.H.U.S.H los llamaba.