«¿En qué momento de su vida su hijo había crecido tanto?» No iba a mentir, Scrooge no creía que el tiempo pudiera avanzar en tan solo un parpadeo, era prácticamente increíble los cambios que pudieran ocurrir incluso en un milisegundo.
Parecía que era ayer cuando acunaba a Donnie y Della en sus brazos, arrullándolos en un frugal intento de tranquilizar a dos infantes aterrorizado; o era testigo de sus ojos brillantes, mirando con harto asombro cuando les relataba los cuentos de piratas espaciales y alienígenas que ellos mismos solicitaban.
Pero esos recuerdos se desvanecían como la arena entre sus manos, no dejando más que unos míseros granos que cosquilleaban en sus dedos.
—Te veo después de la escuela, tío Scrooge —exclamaba Donnie antes de cruzar el pórtico con paso presuroso. ¡Era como verse a él en un espejo rejuvenecedor! Uno que lucía mucho más alegre desde que le fueron regaladas sus botas de combate y le fue permitido cortarse el cabello.
—Nos vemos mañana, tío Scrooge —se despedía Della con una bolsa de lona en mano, antes de salir a una pijamada con sus amigas.
En un segundo, aquellas chiquillas habían crecido y sus cabezas rozaban sus hombros. «Es expectante» intentó decirse, mentirse, autoconvencerse de que no se sentía melancólico al ver a sus sobrinos – e hijos – crecer e irse convirtiendo en adultos de poco en poco, «todos crecemos, es parte de la vida, incluso yo lo hago.»
Y no mentía: sus dolores de espalda se estaban volviendo más constantes incluso si no era capaz de envejecer de la misma forma que ellos.
Cuando menos se enteró, ambos ya estaban cerca de sus 40 años, y bajo su ala tenía nuevamente a niños, trillizos no menos. Y era como tener nuevamente a bebés bajo su cuidado – incluso si éstos ya rozaban la adolescencia, a pesar si no podía evitar cuestionarse qué podría haber sido de no haberse visto la familia agrietada durante diez años.
Pero esa brecha se había visto reparada, y Della se encontraba bajo su techo una vez más y se negaba a perderla nuevamente. Y lo más importante, su sobrino lo había perdonado, y le permitía formar parte de las etapas más importantes de su vida. Etapas que casualmente no habían ocurrido siquiera después de que Donald cruzase el pórtico de la mansión con tres huevos a cuestas pero que no podía estar más feliz de que ocurriese con él estando presente.
Y Scrooge no sabía si era un instinto de tío, o aquella parte de su cerebro que le indicaba cuando uno de sus sobrinos lo necesitaba seguía tan fuerte como lo recordaba aún después de una década de desuso porque ahora se encontraba saliendo de su habitación a las tres de la mañana, bata de dormir amarrada perezosamente sobre su cintura.
Era sorprendente el contrasto que había en la casa mientras su familia dormía, pero de algún modo la vida que le otorgaban a la vivienda era perceptible.
Una sonrisa se colaba en sus facciones ante el pensamiento. Una parte de él le recordaba que, dentro de poco, esa chispa se reencendería.
«Pero tal parecía no ser el único que pensaba en ello» sus pasos lo detuvieron cuando notó luz bajo una de las puertas, y su expresión se suavizó cuando reconoció la habitación.
La guardería. Scrooge sólo sabía de una o dos personas que estarían en la guardería a altas horas de la noche, y chasqueó su lengua mientras tocaba la puerta.
Toda conversación que podría haberse llevado a cabo en su interior se esfumó, y no había pasado mucho antes de que se abriera, Daisy Duck sonriendo con el cansancio evidente en su mirada.
—¿Tío Scrooge? ¿Qué haces despierto a esta hora? —en el interior de la habitación, Donald miró inquisitivamente a su tío, aunque su atención estaba mayormente en el huevo que se encontraba en sus manos.
—Debería ser yo quién pregunte eso, muchacho —Daisy se hizo a un lado, cediendo el paso a su suegro antes de cerrar nuevamente la puerta con un pequeño bostezo.
Pero en cambio su sobrino sonrió, sus ojos brillando mientras apoyaba su mejilla contra el huevo con gentileza.
Algo le decía que ya estaba haciendo eso previo a su llegada.
—No podíamos dormir —murmuró cálidamente, su dedo trazando círculos pequeños en el cascarón antes de plantar un pequeño beso y ponerlo cautelosamente en su nido.
—El doctor dijo que ya podía eclosionar por estos días, supongo que es la emoción la que nos mantiene despiertos —por el otro lado, la sonrisa de su nuera era más pequeña pero igual de amorosa mientras ayudaba a su pareja a envolver el huevo entre las sábanas, una mano imitando el gesto de su esposo.
Había unas ojeras asomándose bajo sus ojos, y el corazón de Scrooge palpitó con fuerza. ¿Dentro de unas horas ocurriría? ¿Dentro de tan poco se convertiría en tío una vez más?
Parecía ayer cuandoDonald era un desastre sonrojado, aclamando a su familia que se comprometió conDaisy. Parecía ayer cuando él presentaba a la futura diseñadora como su novia con una sonrisa nerviosa. Parecía ayer cuando el brillo en su mirada era debido al documento de cambio de nombre en sus manos que le había regalado para su cumpleaños dieciocho.
¿En qué parpadeo se encontró a su sobrino a punto de convertirse en padre?
—Al menos podrían turnarse, muchacha; así uno de los dos podrá estar descansado cuando el momento llegue —comentó sentándose en la silla reclinable, aunque su atención se concentró igualmente en el huevo.
—Por un momento pensamos en eso... —se detuvo cuando Donald bostezó, y Daisy sonrió con dulzura poniendo su mano sobre la de su cónyuge antes de reír con cierto nerviosismo—. Pero ninguno se encontró capaz de hacerlo.
Sí, no era la primera vez que se encontró descubriendo a uno de los mellizos despierto acompañando al nido, pero era una nueva sensación ver a dicho mellizo esperando el momento acompañado de alguien más aparte de su tío.
Su corazón dio un vuelco ante el pensamiento.
—Por cierto, ¿ya tienen pensando un nombre? —cuestionó con una sonrisa conocedora, recordando la expectación de la familia cuando la pareja acudió al doctor para conocer el sexo del patito, solamente para ser respondidos con un par de sonrisas pícaras y la promesa de que lo sabrían después.
Tal vez ese podría ser el momento adecuado.
Pensamiento que se desvaneció cuando ambos patos se observaron, un resplandor diferente en sus ojos y sus hombros nuevamente se hundieron.
Por sus gaitas, ¿en qué momento Daisy se había visto influenciada por la picardía de su sobrino?
—Ya lo sabemos —Donald sonrió, aunque el tono de voz le dijo a Scrooge todo lo que necesitaba saber. El brillo en su mirada le recordó mucho al de Hortense por un segundo—, pero preferimos mantenerlo una sorpresa. No sólo para los niños o Della, sino para ti también.
No obstante, parecía que esa sorpresa no tardaría mucho en ser descubierta cuando el huevo se movió, tensando inmediatamente a los tres adultos.
Al primer minuto, el huevo se volvió a sacudir, ocurriendo la primera grieta. En menos de un segundo, la pareja Duck ya se encontraba con la vista enfocada en el huevo.
Al segundo minuto, Scrooge había salido a llamar al resto de residentes de la mansión. No había sido difícil, la familia apareció en la guardería en el instante que escucharon que el cascarón ya estaba rompiendo.
Al tercer minuto, Dewey y Louie se encontraba grabando en su celular el momento, las voces de Donald y Daisy flaqueando mientras repetían palabras de aliento; e incluso Della y Webby aguantaban la respiración, aunque las manos de la piloto temblaban al borde del nido. Por su parte Webby, Huey e incluso Beakley y Duckworth miraban expectantes, la patita vestida de rosa al borde de chillar de la expectación.
Al cuarto minuto, patas palmeadas y un pequeño pico rosado se asomaban del cascarón. Daisy ya estaba al borde de las lágrimas, y Donald se aferraba tembloroso a Scrooge, el escocés dando palmadas suaves en la espalda del pato más joven.
Al quinto minuto, Hortense Duck conoció el mundo.
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Team Uncle Week 2020 ┋ Duckverse
Fanfictionla semana de donald y scrooge 2: electric boogaloo. day 1. cuento antes de dormir. day 2. hornear/cocinar. day 3. noche de juegos. day 4. paternidad. day 5. afecto físico. day 6. magica. day 7. halloween. bonus!: day 8. artes y manualidades.