33. Vínculos

224 21 2
                                    

Una vez, hace casi un año, Serena y yo estábamos casados. Se veía tan linda con su sencillísimo vestido blanco. Hubo tres sacerdotes, algunas personas mirándonos detrás del monitor, alegría por todas partes, nuestros queridos pokémon. Una vez —ya pasó un poco más de un año, ahora que lo pienso—, ella y yo nos amamos. He visitado el lugar donde la vi por última vez desde entonces y hasta hoy con la esperanza de volverla a encontrar. Esa vez, hace tantos días que la memoria se me hace humo, la perdí.

Observo a Butterfree alejarse a lo lejos. Es la segunda vez que crío uno de esos bichos hasta su etapa adulta y lo veo irse tras el ocaso con la pareja que decidió amar. Recuerdo que la primera vez mi Butterfree se enamoró de una hembra shinny de un sobresaliente color rosa. A Serena le gustaba el rosa; ella y yo éramos como los Butterfree en los tonos de ropa que usábamos y en el amor que nos llevaba a perseguir metas que a todo el mundo le parecería imposibles, algo más allá del ocaso. Me dijo que no me rindiera hasta el final porque yo también se lo había dicho, y así compartimos el pacto de jamás hacerlo. He cumplido mi promesa. Este estado de abandono, de quererte y no saber si ella aún sigue con vida, este es el final para mí. Cumplí con mi palabra. A veces siento que me rindo.

Gary, detrás de mí, toma notas sobre las migraciones de las mariposas en una pantalla digital que poco y nada me interesan. El mundo de las investigaciones se ha vuelto muy competitivo desde que el estúpido doctorcito Cerise trajo a sus estúpidos asistentes Goh y Koharu a hacer trabajo de campo a Kanto. Oak, nuestro auspiciante, es mucho más importante, pero ellos traen rarezas de todo el mundo y se están haciendo un lugar. Los odio.

—Esto no es sobre batallas pokémon, ¿por qué crees que sea relevante a nuestra investigación?

—No lo es —responde sin apenas levantar la vista—, es solo que necesitamos entender al máximo las emociones de los pokémon para poder lograr comprender el Fenómeno Lazo; y por eso es fundamental poseer artículos con cada especie. Fue oportuno que tuvieras un Butterfree recién evolucionado en tu equipo.

—El Fenómeno Lazo... —Suspiré recordando que durante mucho tiempo yo había sido el referente a nivel mundial de ese tipo de sincronización con mis pokémon, pero desde que perdí a Serena mi facultad para vincularme con todo el mundo se había ofuscado tanto que nunca más me fue posible acceder a ese poder—. Desearía ayudar más con este tema, pero...

—¿Otra vez piensas empezar con tus lamentos? —me interrumpió Oak en tono ofendido—. ¿Vas a quedarte ahí, lamiéndote las heridas de cosas que pasaron hace tiempo o vas a levantarte, así de destrozado como estás, y ponerte a trabajar por el bien de los pokémon? ¡Mueve el culo, Mostaza, hay que perseguir maripositas!

Al demonio con los chistes de apellidos, él tenía razón. Gary había alquilado un globo con forma de corazón rosa gigante a pesar de mis objeciones e insistencias por alquilar el que tenía forma de pokeball, y en esa cosa nos dirigiríamos mar adentro persiguiendo el enjambre a fin de ser los primeros exploradores en descubrir hacia dónde se movilizaban los Butterfree al migrar después de su danza de apareamiento. Pikachu sobre mi hombro miraba con admiración la vasta extensión del océano frente a nosotros.

—¿Sí sabes que otros becarios han colocado rastreadores en uno de esos bichos y los han seguido desde la comodidad de sus laboratorios, no?

—¿Qué pasa contigo, Satoshi? Eso es de ancianos. Nosotros vamos a mirarlos cog...

—¡Sí, sí, ya entendí! No seas tan explícito.

Acaricié em mi cinturón las pokeballs que habían quedado abandonadas cuando Serena desapareció. Todo su equipo estaba conmigo. Todos, excepto Yveltal, por eso dudo seriamente que haya sido asesinada.

VínculosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora