La Carta

91 10 6
                                    

– Shika... – Le tocó el hombro una temblorosa Temari tras sentarse a su lado, dado que aquel sonaba nervioso cuando la había citado – ¿Está todo bien?

– Tomá – dijo, depositando un sobre en su regazo para luego encender un cigarrillo.

Tras dar una larga calada y soltar por su boca el humo, continuó hablando.

– Leelo cuando llegues a casa. – sentenció, parándose.

Dio unos cuantos pasos antes de darse la vuelta para sonreírle, logrando con ese gesto tranquilizar a la rubia, que abrió el sobre ahí mismo dispuesta a ver qué contenía.

Una carta.

"Temari:

Jamás fui un hombre de muchas palabras, no te llevó mucho tiempo notarlo, ni a mí darme cuenta que me volverías loco. Claro que el sentido de esa afirmación fue evolucionando junto con nuestra relación.

Aquellas coletas que en un comienzo me parecían tan ridículas, poco a poco empezaron a llamar mi atención. Cuando quise acordar, solo pensaba en ellas, y en la chica que las portaba.

Y es que caí tan lentamente a tus pies que cuando abrí mis ojos esperando ver una vez más el cielo, en su lugar vi los tuyos, y al bajar la mirada, me encontré a mí mismo, un ateo que desea ser una nube, arrodillado rezándote.

Fuerte, hermosa, determinada, sincera, sarcástica.

Desee con fuerzas que seas parte de mi vida, y entendí que jamás le había puesto tanta dedicación a algo como a intentar ser el hombre que te merecías.

Cuando por fin creí ser digno y dirigí mi mirada hacia tu persona, noté que también me mirabas. A mí. Me mirabas. Tomé coraje para invitarte a salir, y me sorprendió saber que hace tiempo pensabas en mí, que para vos siempre fui digno.

Te burlaste diciendo que era capaz de desarrollar ingeniosas estrategias, pero no de notar cuando una chica intentaba llamar mi atención.

Por primera vez me sentí un tonto.

Un tonto que no sabía que quería estar vivo hasta que comenzó a imaginar un futuro a tu lado.

Un tonto que no se aferró a este mundo hasta que fue consciente de que se había enamorado perdidamente y no estaba dispuesto a perderte.

Un tonto afortunado de tenerte.

Somos acá y ahora.

Somos este instante.

Temari

¿Me harías el honor de hacer eterno el efímero tiempo que nos queda?

Seamos nosotros contra el correr del reloj.

¿Querrías casarte conmigo?

-Shikamaru

Las cálidas lágrimas se deslizaban por las mejillas de Temari y aterrizaban en la carta una tras otra.

Agradecía encontrarse sola en aquella plaza, no le gustaría llamar la atención de indiscretas miradas.

Una voz a su espalda hizo palpitar aún más rápido su corazón que por un instante creía podría ser escuchado por cualquiera que pasara.

– Tomá – dijo una vez más Shikamaru, esta vez extendiéndole un pañuelo.

– ¿Cómo supiste que no me había ido?

– No lo sabía, mujer complicada, pero era una posibilidad, por lo que me mantuve cerca.

Ambos se sonrieron.

Shikamaru carraspeó para luego sentarse a su lado.

Tranquilamente, con su mano derecha rebuscó en su bolsillo la cajita de cigarrillos, o eso creyó Temari, hasta que vio una aterciopelada cajita roja en sus grandes manos.

– Aún no respondes. – susurró solo para ella, haciendo más íntimo aquel momento – ¿Querrías casarte conmigo?

Se abalanzó sobre él y besó sus labios repetidas veces mientras Shikamaru reía por cada vez que se separaban y Temari balbuceaba que sí.

Ya con sus dedos anulares anillados, se tomaron de las manos y caminaron plácidamente por la aldea.

Llegada la noche y listos para volver a sus hogares, Temari se acercó al oído de su prometido y le susurró: siempre supe que eras el extremo de mi hilo rojo.

Y Shikamaru, que había sentido lo mismo durante toda la tarde, tuvo una vez más la certeza de que había tomado la decisión correcta.

La carta - ShikaTemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora