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Algo que tanto anhelaba Muzan, era encontrar aquella flor, que le otorgaría la capacidad de estar bajo el sol. "Infierno Azul"
Pero No. Nunca pudo, o ¿si?

Antes de que el sol lo deshaga completamente, recordó por última vez a aquella mujer que tanto odiaba, O ¿Amaba?

Solo le quedo por última vez susurrar un "Lo siento" con los ojos empapados, aún así lleno de furia por haber caído en los encantos de dicha mujer.
Si tan solo... Si tan solo no hubiera hablado con aquella mujer, ahora mismo estaría acabando con los cazadores.

Todo fue hace tantos años... Quizás, cuando aquella bestia de aretes hanafuda casi lo asesina.

La única opción de escapar de aquel hombre era explotar en pequeños pedacitos, así logró sobrevivir.

Al explotar en pedacitos y luego volver a juntarse, quedó completamente desnudo. No le quedo otra que ir entre las sombras hasta encontrar alguna casa e irrumpir en ella. Lo cual encontró fácilmente, entro bruscamente, pero se percató que no había nadie. Eso generó que aquel azabache esbozara una sonrisa más aliviada.

Busco por toda la casa y encontró algo de ropa un tanto vieja, pero aún así se la colocó.

Estaba por irse, hasta que se percató que el sol ya gobernaba. Hizo que a Muzan se le marcaran alguna venas, lo único que tenía era quedarse en aquella casa, pero, parecía estar abandonada.

Se acomodó en uno de los futones que encontró por ahí, soltando un suspiro de irritación se recostó en el futon. ¿Que demonios haría ahora? No hay humanos para comer y la bendita casa está en un lugar donde el sol se refleja perfectamente. Además, no sabía si aquel hombre de artes hanafuda lo seguía, la opción más segura era quedarse en aquella casa.

Observo con detalle en la habitación en la cual se encontraba, una habitación pequeña, pues era de esperarse, era una casucha.
Observo la pequeña ventana que tenía aquella habitación, abriendo los ojos sorprendido, contemplando la flor que tanto anhelaba tener. "Infierno Azul", Como su nombre lo dice, una flor parecida a la "Flor del infierno" solamente que azul.

Se acercó cuidadosamente, contemplando con curiosidad dicha flor, nunca creyó que encontraría algo tan valioso para el, en una miserable cabaña. La tomo con delicadeza entre sus dedos, aún sin creer lo que tenía entre sus manos. Solo... Solo debía comerla.

Estaba tan centrado en la flor, que no sintió el escobazo que le dio en toda la cabeza.

- ¡¿QUIEN DEMONIOS ERES?! ¡¿POR QUE LLEVAS LA ROPA DE MI PADRE?! - Dijo una joven detrás de él.

A Kibutsuji se le marcaron varias venas. Sentia del olor a humana que ella desprendía, por lo cual no era problema. Podía acabar con ella en un segundo.

Al voltearse, para ver completamente a la joven, un recuerdo fugaz paso por su mente.

Hace mucho tiempo, el no tenía la posibilidad de vivir más de los 20 años. Por lo que un doctor, le entrego una medicina "Experimental" con esta flor, lo cual, al principio no tuvo reacción y Muzan asesino al Doctor, para luego percatarse que había funcionado, pero... Con solo una debilidad, el sol.

Aquella Mujer, quien tenía algunos lirios en su casa, Aquella Mujer de un bello aspecto, Cabello negro con llamativos ojos azules como la misma flor que tenía entre sus manos.

- ¿Qu-Quien eres...? - Dijo con miedo la joven, pues, es obvio, Un hombre de aspecto robusto, la sorprendió cuando volvía de a su casa.

- Eso no te incumbe, niñata. - Dijo Muzan fijado su penetrante mirada en los ojos de la joven.

La joven, quien le temblaban los brazos, no sabía que hacer. Le partió la escoba en la cabeza de aquel tenebroso hombre y seguía allí como si nada.

- No se quien eres... Pero vete y-y deja las flo-flores d-donde estaba-an.... - Dijo con la voz entrecortada.

- No. Estas flores son lo que más he estado buscando luego de... ¿300 años? - ¿Que?

La joven se quedó perpleja a lo dicho por Muzan, pues, ¿300 AÑOS? Este hombre a de estar ebrio...

- ¡Vete! ¡No me importan tus balbuceos! - Dijo La joven señalando la puerta de salida.

Sintio una robusta manos rodear su cuello, levantando a la joven unos pocos centímetros lejos del gastado suelo de madera.

- Preparame una medicina con estas flores, O te asesinare aquí mismo. - Amenazo el hombre mayor, quien mantenía su furiosa mirada en la joven.

- ¡Pu-Pues ma-matame! - Dijo la joven como pudo.

Eso molesto aún más a Muzan. No podía cometer el mismo error 2 veces, esa joven es la única que puede crear una medicina que lo haga inmune al sol. Tenia un pequeño parecido al doctor, quizás en los ojos.

- Haz la puta medicina. - Dijo soltando bruscamente a la mujer.

La muchacha sostuvo su cuello, intentando calmar el dolor que había generado el brusco agarre de parte del hombre.
¿Quien demonios es este tipo? ¿Y por qué quiere una medicina de esa flor?

Ella, sabía algo de medicina de parte de su padre y su abuelo. Pero, no le importaba demasiado, solo cuidar aquellas linda flores azules.

- No... No se como ¡No se nada de medicina! ¡Por favor vete! - Dijo de excusa la joven quien se levantó con algo de dificultad.

Muzan estaba irritado por escuchar la chillona voz de la mujer, Y le importaba una mierda si no sabía medicina, de igual forma necesitaba la flor.

- Me importa una mierda, haz la medicina igual. - Dijo de forma arrogante el azabache.

La joven se molestó más, con la adrenalina en su cuerpo, le arrebató las flores al hombre, para luego abofeteralo fuertemente.

Digamos que la bofetada le dolió más a la joven, literalmente era un cara dura.

- Ay... - Dijo sosteniendo su mano, la cual estaba roja completamente.

- No lo volveré a repetir, haz la puta medicina y no te molestarse más. - Gruñó Muzan, realmente estaba irritado de hablar con dicha mujer.

La mujer bufo, para dirigirse a un pequeña cuarto de aquella casita. Un cuarto con algunos manuscritos y pocos libros. Había algunos utensilios para medicina, lo cual con la poca experiencia que la joven tenía, comenzó a "crear" la ""Medicina"" que quizás solo sea puras cosas mezcladas sin sentido alguno.

Muzan se sentó en un pequeño sillón que había allí, observando a la mujer hacer su trabajo.

Cerro sus ojos unos pocos segundos, con la Victoria entre sus manos. Por fin, por fin podría ser inmune al sol y derrotar a aquel espadachín que tanto odiaba.

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