El Sol desfallece tiñendo con su sangre los estratos y cirros que señorean los cielos. Detallo el turbio reflejo que devuelve la mirada insegura, los labios temblorosos y las manos cubiertas de marcas. Mis clavículas cada vez más marcadas salen a relucir mientras retiro, poco a poco, el holgado sweater que uso. Mi desnudez me avergüenza, mi existencia también. Cerrando mis ojos acaricio mi piel. Repaso con mis dedos lo tersado de mi cuerpo al compás de una maraña de reflejos que mis vellos interpretan como respuesta a mi roce.
Mis ojos se abren dejando ver el tono grisáceo que argumenta el vacío de mi ser.
La habitación sombría y mi alma quejumbrosa contrastan con los colores burdeos, naranjas y amarillos que adornan el firmamento. Tomando un pincel hago trazos, bocetos y sombras en el lienzo de mi rostro.Creo mi máscara.Un escudo de penumbras y albos.El color sombrío de mis mejillas es reemplazado por un blanco luminoso.Alrededor de mis ojos crece un cauce de oscuridad total , corre hacia abajo deslizándose, como una lágrima negra, hasta morir en mis mejillas y extenderse nuevamente hacia la mitad de la frente.
La forma triangular y el exagerado maquillaje albugíneo crean un nuevo yo, un ser distinto, alguien sin miedos.
Un traje a rayas cubre mis inseguridades, una boina oscura oculta mis males.
Observo el espejo.
-Soy un mimo excelente- susurro.El día muere por fin.
La calle se alumbra con la infinidad de calabazas que resplandecen en la creciente oscuridad.
La noche es el medio donde habitan incontables monstruos, brujas, criaturas desconocidas y extrañas que viajan por las ciudades haciendo de las suyas por el precio de algunos dulces.Soy libre. Nadie conoce mi rostro, mi pasado, quien acostumbro ser.
Soy solo un mimo, un imitador, un habitante de la farsa.Me siento realmente bien: soy cuanto deseo. Con esta máscara soy el dios que crea mis leyes. La diversión que halloween me brinda es gigantesca.
Aunque estoy solo, me siento parte de algo. La decoración de la ciudad es exótica, brillante, excéntrica. Cada una de las cosas que anhelo ser y que por más que intente no lo consigo, no sin mi máscara.Entre las casas resalta una en específico. Un pequeñín, de ojos vivaces y negros, de cabellos dorados y andar saltarín llega a su puerta. A duras penas alcanza el timbre. La puerta no abre. El pequeño toca nuevamente y como resultado algo se mueve dentro de la casa. Un hombre de cabellos negros y tupidos, barba espesa y ojos grises, sale.
El rostro del hombre, colmado de arrugas, parece querer estallar mientras le grita al pequeño. Los ojos del menor se humedecen y solloza de regreso.Algo comienza a crecer en mí, una fuerza que recorre cada centímetro de mi organismo y oprime mi pecho.
Mi sangre hirve por la rabia.
Las memorias de mi niñez se amontonan ante mis ojos: ultrajes, golpes, humillaciones.
El rostro sonriente de mi padre mientras me golpeaba se instala en mi mente mientras el dolor de cada hematoma se incrementa por cien.Mi verdadero yo es demasiado cobarde para mover un dedo, pero ahora soy un mimo, un imitador, un habitante de la farsa.
Tengo mi máscara, soy dios. Y como él seré fuego consumidor contra el injusto.Voy al encuentro del chiquitín quien sucio de carbón solloza.
Acaricio su dorada cabellera y lo tomo de la mano.
Me sigue sin más.Camino decidido.
Observo por la ventana, el malhechor se halla recostado en un sofá de piel.
Rondo la casa, y concluyo que la puerta de la cocina es más débil que las otras. Reuno fuerzas y empujo con mi cuerpo.No cede.Empujo otra vez.
Tampoco hizo movimiento alguno.
Un tercer choque la abre finalmente.
El pequeño detalla interrogante.
Un gesto de《todo irá bien》parece calmar sus inseguridades. Abro un poco la puerta, y entramos. El indicio del miedo cala mis huesos.Prolifera en mi mente como el peor de los virus. Me detengo de forma abrupta.Temo incluso respirar. Escucho el palpitar de mi corazón como un estruendo capaz de delatarme. Pero esta vez soy un mimo, un imitador, un habitante de la farsa y como tal un ente sin el derecho a la duda.Frente a mí desfilan cuchillos de varios tamaños. Sin vacilar echo el ojo sobre uno.El de jamón es perfecto para cortar el nauseabundo trozo de carne echado sobre el sofá.
Siento al de ojos negros sobre la meseta de la cocina en dirección a la sala.
Sería él el mayor espectador de mi justicia.
-Espera aquí-Camino. Aprieto el cuchillo entre mis dedos y me detengo frente al cuerpo del culpable.
Acerco mi rostro a centímetros del suyo.
-¿Truco o Trato?- grito en sus narices.
Mi cuchillo rompe la tela, quiebra la piel y apuñala el órgano impulsor.
Sus ojos se abren sobremanera y no hay en ellos algo más que una extraña mezcla de sorpresa y terror.
En su mirada queda impreso el pánico a la muerte. Los tonos grisáceos señalan la proximidad con el fin. Giro el arma dentro de su pecho.Como último recurso en su afán de vivir intenta, con todas sus fuerzas, gritar y de sus labios solo sangre es expulsada.
El niño chilla. Voy a su encuentro y lo abrazo, lo pego a mi pecho manchado de carmín y lo apretujo contra él.
Continúa llorando un rato.
-Todo está bien- digo sonriendo.
Miro el cadáver. La satisfacción de una buena acción me llena de la cabeza a los pies: crece y se esparce en mi interior.
Tomo al rubiecillo de la mano y caminamos fuera. Detallo la calle colmada de calabazas y de criaturas diferentes y entre ellas diviso a los verdaderos monstruos.-El humano muere cuando deja de creer- recuerdo al andar.
Y hay ante mis ojos tantos cuerpos sin rostro, tantos cadáveres que rehusándose a morir, viven con el fin de atormentar a otros; que resuelto, sería yo quien libraría al mundo de esa carga.
Más acciones benéficas vendrían en la víspera de muertos.
Una sonrisa se asoma en mi rostro mientras dibujo en mi mente las buenas obras que seguirían esa noche, al fin y al cabo era un mimo, un imitador, no era más que un habitante de la farsa.
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Habitantes de la farsa
Poesía《Un ser se esconde en la noche, habita en la penumbra y desfallece con la llegada del día. Un ente, inseguro de sí, que construye una nueva personalidad y a través de excusas justifica sus actos. Una herrumbre cancerosa que consume a su paso, al com...