prólogo

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... entonces lo vi, entró por la puerta principal y caminó con la frente en alto por los pasillos, sus pasos tan firmes hacía que el piso creara un sonido armónico y duro para los demás,<< ojalá me pisara así de duro... >>Su sonrisa coqueta,  su tez blanca,sus cabellos rubio recién teñido y su ropa negra <<uufff>>, todo contrastando a la perfección para dar como resultado a uno de los chicos más populares y ardientes del lugar,<< para comérselo entero>>.

Los chicos lo saludaban con movimientos de cabeza, mientras las chicas sonreían enamoradas, se pegaban totalmente a él  y hacían todo lo posible para llamar su atención.

¿y yo? yo solo rodaba los ojos al ver la última situación. Tan patéticas, hasta creen que que alguien tan bueno se fijará en ellas.

Y es que soy diferente a ellas.  No negaré que al principio me dio igual,  pero con el paso de los años terminé  cayendo como la mayoría de las chicas aquí. ¡lo admito! en parte fue por su físico, y es que es tan sexy: sus ojo,  nariz,  boca, sus brazos,  las venas marcadas en sus manos, esas manos que quisieras que te agarraban como nadie lo ha hecho, en sus largos y delgados dedos, su abdomen plano- estoy segura que debajo de esa playera debe de haber un six pack- ¡ todo! Su actitud no se queda atrás, tan fría y hostíl , pero que cuando sonríe te da mil años de vida <<y un orgasmo de paso>>.Y cuando hablas con él, su gentileza y coquetería es algo con lo que no se puede lidiar,  en ocasiones su descaro. Todo eso te hace pensar en cómo se sentirá estar con él en la cama.
Pero la gran diferencia en esta ocasión es que yo no hago uso de la desfachatez para acercarme a él,  es más, nunca hemos hablado, no hay necesidad.

Solo me limito a observarlo y comerlo con la mirada, recargada en una pared mientras pienso en una y mil formas en las que podamos juntar nuestros cuerpos,  mientras él sigue su camino dando sonrisas a todos los de su alrededor pero sin dirigirme ni una mirada.

¡que no daría por tener a ese hombre a mi lado...o arriba de mi!

Un suspiro salió de mis labios y caminé hacia la biblioteca con esperanzas de despejar mi mente.

- ¡para,  para, ese es mi chocolate! - escucho gritar a lo lejos.

Una sonrisa se asomó y solo negué con la cabeza gacha para seguir mi camino.  Somi siempre era tan infantil, una chica que a pesar de su edad no dejaba de ser una niña tierna, alguien que se ganaba el amor de todos y que inevitablemente tenías la necesidad de cuidar, aunque ella reclamara el poder cuidarse sola cuando ni siquiera la dejaban tener unas tijeras en la mano por miedo a que se lastimara. Esa chica tan linda y sensible que absolutamente nadie se atrevería a herir.

Abrí la puerta del salón,  llenándome del silencio que reinaba en el lugar. Mis pasos se hicieron cautelosos y mi mirada divagó por cada estante del sitio.
Un pequeño sonido llamó mi atención,  algo que sonaba cada vez más  fuerte conforme me acercaba,  pero que a pesar de mirar a los alrededores parecía ser la única en escuchar, algo parecido a leves murmullos que venian de la zona más lejana y obscura del lugar.
Mi caminar se detuvo y mi mirada viajo hasta la última repisa, un libro,  más viejo de lo que podrías pensar, llamó mi atención.
Un texto sin contenido,  sin titulo si quiera,  hojas en blanco y un gran dibujo nada llamativo en la portada. Sin embargo un gran índice en las primeras hojas

- que ridículo ¿magia... negra?- susurre.

Nada interesada alcé el brazo para dejarlo en su lugar,  sin embargo una risa  me hizo voltear al momento, haciendo que mirara frente a mi a aquél chico rubio de linda sonrisa quien se dirigía a la salida.  Mi ceja se curvó y un pensamiento fuera de lugar atacó mi mente

- y si...  - dije acercando a mi el libro nuevamente - no pueden existir cosas así...  ¿verdad?

In corpore et anima meaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora