La mudanza no había sido tan mala como se lo esperaba, Naruto se encontraba plácidamente sentado en el columpio doble frente a porche de la nueva y bonita casa que él y su ahora esposo habían comprado con mucho esfuerzo, tenía en una de sus manos una soda fría y con la otra se sostenía del columpio. Se notaba; según lo que veía, que el vecindario era acogedor, a los alrededores había un bonito y verde bosque, quizá y después obligaba a Sasuke de ir a merodear, esperaba que no estuviera prohibido, pero aun así no le gustaban las miradas que había visto de reojo de algunos vecinos.
—Que bien se te ve descansando Dobe— escucho el rubio, levantando el rostro para ver al pelinegro ya a un lado de él.
—A mí me todo empacar todo Teme, te aguantas—
Naruto se dedicaba al arte, no era malo, pero tampoco se consideraba alguien importante, sus cuadros se vendían muy bien cuando eran expuestos, pero aun así sentía que le faltaba algo, una chispa que esperaba encontrar en ese pintoresco lugar.
Sasuke por el contrario era un afamado arquitecto, la empresa de sus padres era muy reconocida por lo que trabajo no le faltaba, aun así sus logros y méritos eran propios, por lo que no era el hijo de; era bien conocido por su propio nombre.
Se habían mudado debido a una nueva gran construcción por la que había luchado dirigir, así que ahí estaban, no era un mal lugar para vivir.
—También lo note— le dijo al rubio —Las miradas...—
Al pelinegro realmente no le importaba, le tenían sin cuidado los pensamientos "moralistas" que tuvieran, pero Naruto era diferente, así que haría lo que fuera por él. Por supuesto el rubio no se quejaría, pero sería notorio en su comportamiento. Había investigado muy bien antes de mudarse con ayuda de su hermano, esperaba por el bien de los vecinos, que no hubiera problema alguno.
—Quizá es solo curiosidad Teme ansioso, vamos a estrenar nuestra casa— le dijo, tomando la mano de este, haciendo que ambos entraran a la casa.
La soda de Naruto se quedó en el columpio calentándose, gotas recorrían la lata hasta quedar marcadas en la madera del suelo, mientras la pareja disfrutaba de su recién adquirida casa.
Un par de semanas después de su llegada, ambos ya se habían habituado de nuevo a la rutina y a la comodidad, Sasuke se levantaba por las mañanas a hacer el desayuno antes de irse a trabajar, arrastraba a Naruto de la cama para que se alimentara y le daba un beso antes de marcharse.
Cuando Naruto por fin estaba despierto y con el estómago lleno comenzaba a desempacar, limpiaba aquí y allá y se tomaba unas buenas horas en su nuevo estudio preparando la que se suponía sería una nueva exhibición. Tenía desde algún tiempo el pensamiento de dedicarle sus nuevas obras a Sasuke, al amor que sentía por este y la oportunidad de disfrutar lo que era una familia.